domingo, 27 de enero de 2008

Capítulo 20.- La huída de los Cuervos.

A la mañana siguiente (que era sábado), Harry salió temprano de la torre de Gryffindor. Hacía dos semanas que habían llegado al colegio y la idea de Anny de descansar un día apenas se ponía en práctica. Aún era temprano para el desayuno, así que se encaminó hacia los jardines. Entonces pasó por el pasillo que conducía a las mazmorras y a la sala común de Slytherin y tuvo el impulso de entrar ahí a ver si se topaba con su novia. Pero mejor lo pensó. No era conveniente que lo llegara a encontrar algún Slytherin por ahí, merodeando.
Ya había alcanzado la gran puerta de madera cuando una mano detrás de él tomo la suya suavemente y lo hizo detenerse.
- Buenos días – dijo Anny con una sonrisa.
- Buenos días – contentó Harry, mientras se le iluminaba el rostro.
- ¿A dónde te dirigías?
- A los jardines, a caminar un rato en lo que sirven el desayuno. ¿Vienes conmigo?
- Hoy es nuestro día libre… creo que sí.
Y, sonriendo, los dos caminaron por los terrenos del colegio mientras el sol se iba poniendo alto en el cielo. Mientras andaban, los dos iban muy callados, aunque no era un silencio incómodo. Harry recordó lo que le había preguntado Ron la noche anterior, y realmente se preguntaba si Anny pensaría en lo mismo también. Los dos alcanzaron un lugar escondido entre arbustos, a orillas del lago y del bosque prohibido. Casualmente, aquel era el lugar donde ella lo encontró y se reconciliaron, el lugar donde se habían encontrado al hipogrifo que los había llevado tan lejos a donde todo ocurrió. Harry comenzó a sentirse nervioso con la perspectiva de tratar el tema de lo ocurrido aquel día, pero sabía que debía hacerlo. Se volvió hacia Anny y abrió la boca, pero inmediatamente se quedó completamente mudo al observar su expresión. Anny miraba el lago sin verlo en realidad, como si observara algo que era invisible para Harry, algo lejano en insondable como los pensamientos de la chica en es momento. Su mirada era dulce y tierna, llena de compasión y un extraño deseo, era una mirada de amor que Harry nunca había visto en ella, una mirada hermosa y cálida, pero que no era dedicada para él.
- ¿Anny? – habló Harry con voz queda. La chica apartó la vista del lago y su mirada regresó a ser la de antes.
- ¿Qué pasa Harry?
- Nada, solo que… creo que debemos hablar de algo importante.
- ¿Te refieres a lo que sucedió la última vez que nos vimos? – preguntó la chica, ruborizándose un poco y mirando sus manos para evitar los ojos de Harry.
- Eh… sí… eso.
- ¿Quieres saber si me arrepiento de haberlo hecho?
Harry tardó un par de segundos más en contestar.
- Pues… sí.
Anny levantó la vista y la fijó en el horizonte mientras meditaba, pensando qué responder, escogiendo muy bien las palabras. Luego de lo que parecieron días, la chica miró a Harry a la cara.
- Te dije que estaba segura de lo que hacía. No, no me arrepiento… y lo volvería a hacer.
Se acercó a Harry y lo besó en los labios. Poco a poco, ese beso se fue haciendo cada vez más intenso, haciendo que las manos del muchacho divagaran por la espalda de la chica acercándola más hacia él. Lentamente quedaron recostados en la hierba fresca, abrazados fuertemente. El lejano murmullo de los alumnos que salían a tomar un poco de aire fresco los hizo regresar a la realidad. Se sonrieron el uno a l otro.
- Creo que lo dejaremos para la próxima – dijo Anny y los dos fueron a desayunar.

-0-

Los días pasaron rápidamente hasta que finalmente llegó junio, y con él, los terribles exámenes. Para los de 7° grado, que estaban al borde del colapso total, la semana de exámenes que se avecinaba no les vaticinaba nada bueno, les hacía sentir que era su última semana de vida. La terapia de Anny de pasar 6 días de estrés y uno de total y competa relajación, hizo que Harry, tanto Ron como Hermione, lograran sobrevivir sin terminar en San Mugo. Aunque para Hermione era extremadamente difícil hacer completamente nada durante todo un día con los exámenes a la vuelta de la esquina, el bueno de Ron la mantenía bastante entretenida y le hacía olvidar que estaban a punto de presentar los EXTASIS. Por su lado, Harry no encontraba difícil olvidar que estaba en el colegio, sino todo lo contrario, le costaba más trabajo RECORDAR que aún estaba en el colegio y que no todos los días podía perderse en el bosque con su novia los días que tenía de descanso. El hecho de haber avanzado un paso más en la relación con Anny, había provocado que el muchacho encontrara más difícil contener sus impulsos cuando estaba con ella a solas y, en ocasiones, Anny no le ayudaba mucho que digamos, sobre todo cuando lo acorralaba en algún pasadizo secreto para besarlo rápida y apasionadamente antes de entrar a clase, o con las fugaces caricias disimulas que compartían por debajo de la mesa aún estando en la biblioteca, sin decir una palabra.

Un par de semanas después de haber empezado Junio Harry, a pesar de encontrarse agobiado por los inminentes exámenes, se sentía feliz de estar con su novia, tanto que casi nuevamente había olvidado el Medallón que aún conservaba Dumbledor. De hecho, no había tenido noticias de su director durante un buen tiempo. Harry pensó que aún estaba buscando la forma de unir los trozos. Por su lado, él no le había comentado nada a Anny de que no tenía el Medallón, hasta que Dumbledor le resolviera algo nuevo, de todos modos, la chica no lo había mencionado tampoco. Al pasar los días, la presión se incrementaba, y Harry y Anny debían concentrarse más. Harry avanzaba muy rápido en los más complejos maleficios de la magia antigua que veían, pero Anny se estaba retrasando cada vez más, algo extraño que el muchacho comenzó a notar en ella. Con más frecuencia que antes, Anny se perdía en sus más profundos pensamientos, y que para él eran inescrutables, dejando a veces de lado las tareas y lecturas. A veces Harry la veía preocupada, pálida y cansada; otras, de buen humor y llena de energía. Pero, de esos días en adelante, cuando Anny pensaba que estaba sola o que Harry no la veía perdida en sus pensamientos, el muchacho podía distinguir en los ojos de la chica aquella dulce mirada que vio cuando contemplaba el lago y, por primera vez, Harry se preguntaba, en qué o quién estaría ella pensando, mas no podía encontrar la forma de preguntarle qué cruzaba por su cabeza.

-0-

- Hoy es nuestra noche libre, ¿Qué quieres hacer, Hermy? Digo, para deshacernos de Potter, que lo hemos tenido pegado con nosotros todo el día – preguntó un muy perezoso Ron, que se había pasado el día jugando ajedrez mágico con Harry toda la tarde, a su novia, Hermione, mientras ésta le echaba porras cada vez que derrotaba a su amigo (o sea, en cada partida jugada)
- ¿Qué te parece si visitamos a Dobby en las cocinas para que nos de algo rico de cenar?
- Sí, no me dan ganas de ir al gran comedor. Luego podemos hacer nuestra ronda nocturna por los corredores – exclamó con un dejo pícaro muy evidente. Hermione se sonrojó un poco y asintió con la cabeza.
- ¿Tú que harás, Harry? – preguntó la chica a su amigo.
- Tiene que irse a ver a Veranna. No en vano se han reconciliado – exclamó Ron, nuevamente con su tono picaresco.
- Es cierto, ¿Por qué no la has visto en todo el día?
- No ha salido de su sala común y no tengo forma de comunicarme con ella.
- Eso no es cierto. Fácilmente puedes enviarle una lechuza.
- Lo hice y dijo que me vería esta noche, pero que no la molestara durante el día.
- Y, ¿en dónde se encontrarán?
- En el Gran Comedor, a la hora de la cena.
- Me parece bien – dijo Ron. – Solo te recuerdo que estaremos vigilando los pasillos y las aulas vacías, así que no quiero encontrarme con ninguna sorpresita.
- Vaya que estarán vigilando las aulas vacías. Solo no olviden cerrar con llave y poner un encantamiento silenciador.

Harry bajó al Gran Comedor a cenar. Inconscientemente vislumbró la mesa de Slytherin en busca de su novia, pero no la vio ahí. Luego de la cena (a la cual Ron y Hermione volvieron a faltar) Harry se encaminaba hacia la torre de Gryffindor, un poco decepcionado de no ver a Anny. Pero justo cuando daba el suspiro de resignación, al pie de la escalinata de mármol, se encontraba la chica, esperándolo. Tal vez era la luz de la luna que se filtraba por las ventanas, o el hecho de que tenía muchos deseos de verla, el caso es que ella se veía preciosa, como si brillara. Con una amplia sonrisa le indicó que la acompañara escaleras arriba. Sin decir una sola palabra, la siguió. Cuando alcanzaron un corredor del sexto piso completamente vacío, Anny se volvió hacia él y lo besó de una forma salvaje y apasionada. Fue tanto el entusiasmo que ella le puso, que Harry contestó casi de la misma forma, abrazándola fuerte por la cintura y acercándola hacia él para sentir el calor de su cuerpo, incluso a través de sus túnicas. Abrazados el uno del otro, se tambalearon hasta chocar con una puerta de madera, Harry presionando con su cuerpo a Anny contra ella. Ahora besaba impetuosamente su cuello mientras ella dejaba ir de sus labios un gemido de placer, con su respiración cada vez más agitada.
- El armario de escobas - murmuró con un resuello.
- Deberíamos entrar - respondió Harry con la respiración excitada, mientras sus labios extendía más caricias por el cuello de ella y sus manos bajaban más allá de sus caderas hasta su suave trasero. La hizo estremecer.
- A Filch le dará un infarto.
- Mejor… así nos desharemos de él.
Con un movimiento rápido Harry giró el picaporte y abrió la puerta. No era el armario de escobas, sino la sala de menesteres, que ya los esperaba bien preparada. Condujo a Anny hasta el centro, donde una cama aguardaba por ellos. Se recostaron. Harry se quitó la túnica y la camisa, y comenzó a hacer lo mismo con ella. El calor de su cuerpo iba aumentado con rapidez. Sus labios ya no solo acariciaban su cuello, sino también su pecho desnudo. Anny lo abrazaba con fuerza gimiendo de vez en cuando, al sentir sus dedos acariciarla por debajo de su falda. Harry sentía que ya no podía detenerse cuando…
- Tal vez no deberíamos hacerlo…
Las palabras de Anny, aunque las dijo en un susurro apenas audible, resonaron en los oídos de Harry como si hubieran sido amplificadas 100 veces. El muchacho se separó de ella y la miró a los ojos, claramente desconcertado. Ella lo observaba entre temerosa y avergonzada, y difícilmente le mantenía la mirada.
- ¿Qué sucede? – preguntó Harry.
Anny desvió sus ojos y se levantó. Sentándose en el borde de la cama, comenzó a vestirse.
- Solo creo que… no debemos hacerlo.
- ¿Por qué no? – inquirió Harry, y no pudo evitar que el enfado se notara en aquellas palabras.
- Pues… porque no – contestó ella tajante y evitando su mirada.
Harry no lo entendía, un momento antes estaba ansiosa y aceptando sus caricias, y al siguiente le dada la fría espalda y ni siquiera lo miraba a los ojos. Una furia incomprensible se apoderó de él. Estaba enojado con ella por haberlo provocado y luego haberle dicho que no. Tomó su camisa y su túnica y comenzó a vestirse él también. Un tenso silencio cayó entre los dos. Ella seguía sentada en la cama mirando al suelo, un tanto encogida, pero a Harry no le importaba, estaba furioso. Sin mirarla, se encaminó a la puerta y tomó el picaporte.
- Harry… - habló ella con voz débil.
Pero en su coraje, Harry la ignoró, abrió la puerta y salió de la habitación. Caminó por los pasillos deprisa, deseando no llegar pronto a la torre de Gryffindor para no ver a nadie, pero al mismo tiempo, llegar a su cuarto donde podía desahogarse con tranquilidad. Tomó uno de los tantos pasadizos que conocía para evitar a unos alumnos que apenas regresaban de la cena. Llegó a un corredor vacío y se metió en la primera aula abierta y vacía que encontró. Comenzó a andar entre las bancas como bestia enjaulada, respirando muy rápidamente. Con su puño derecho golpeó el escritorio más cercano que tuvo y se lastimó los nudillos, provocándose un intenso dolor. Por algún motivo, su ira se incrementaba a cada segundo. El solo pensar en Anny hacía que apretara los dientes y los puños deseando golpear lo que se le pusiera enfrente. << '¿Qué se cree? – Comenzó a decir Harry en su cabeza – primero empieza todo y luego quiere que me detenga, como si fuera tan sencillo' >>, << 'tal vez – comenzó una vocecita en su cerebro – no fue honesta y sí se arrepintió de haberlo hecho contigo' >>, << 'me lo hubiera dicho' >> alegó Harry ante la voz de su conciencia. << 'Tal vez, conoció a alguien más y no sabe como terminar contigo ahora' >>, << ¡NO! >> respondió el muchacho. Pero entonces, recordó aquella dulce mirada que nunca había sido para él, y aquellos pequeños y escasos momentos en los que ella se portaba evasiva con él. Se paró en seco mirando el aula vacía. Un frío recorrió su espalda. Desde hacía varios días Anny tenía esa mirada y nunca la había dirigido hacia él. También desde hacía días evitaba contestarle preguntas o no lo buscaba como lo hacía. << ¿Será cierto que ya no me quiere como antes? >> pensó. Y, por primera vez, Harry dudó de Anny.
Pasos se escucharon al otro lado de la puerta. Unas risas comenzaron a acercarse. Harry pensó que ya era tiempo de regresar a su sala común. Las risas ya estaban frente a él cuando abrió la puerta. Ron y Hermione se detuvieron en seco al verlo salir del aula.
- Oh, perdón – exclamó Ron - ¿Estás bien? – agregó al ver la expresión de su amigo.
- Sí… no… no lo sé.
- ¿Está Veranna contigo? – preguntó Hermione.
- No se donde está ella y no me la menciones.
Ron y Hermione se miraron el uno al otro al ver como la expresión de Harry se endureció de aquella forma al escuchar el nombre de su novia.
- ¿Se han peleado?
- Ron, no quiero hablar ahora de ello. Esta aula está vacía, pueden usarla para lo que quieran, yo me voy a la sala común.
Y sin esperar respuesta de sus amigos, se marchó.

Al día siguiente, Harry se despertó muy temprano. Se sentía muy avergonzado por la reacción que tuvo ante la negativa de Anny porque, no fue sino hasta muchas horas después, que se le ocurrió que ella pudo haberse sentido mal o tal vez él la había presionado de alguna forma. La había culpado a ella de su propia falta de control ante la situación, sabiendo que debía haber una explicación. Pero su día de descanso había terminado y los exámenes estaban a escasos 7 días. Durante el desayuno se encontró con Ron y Hermione, y volvieron a interrogarlo, tratando siempre de ayudarlo, pero él no les quiso contar nada. Acudió a sus clases de la mañana. Cuando llegó al aula de Pociones encontró a Anny, sentada en su lugar, junto a Malfoy. Snape había hecho válida su promesa de separarlos en su clase, ahora él trabajaba con Pansy, lo que sí era un infierno, y Anny con Malfoy, que para el chico rubio, era un deleite. Al cruzar la mirada con ella, la chica inmediatamente bajó la vista. No parecía enojada, sino más bien triste y avergonzada. Y Harry supo que había llorado, porque sus ojos estaban un tanto rojos. Entonces sintió una horrible punzada de culpa en el estómago por haberla tratado tan mal la noche anterior. Al terminar la clase. Harry se acercó a Anny mientras ella recogía sus cosas.
- Hola – saludó Harry quedamente.
- Hola – respondió Anny con voz ronca, que confirmaba la sospecha de Harry del prolongado llanto. Ella evitaba su mirada.
- Anny, quiero…
- No, Harry – lo interrumpió mirándolo a los ojos. – Perdóname, sé que fue mi culpa… sé que es mi culpa… no debí… Lo siento.
Tomó su mochila y se marchó. Llegó la hora de la comida y Anny no apareció en el Gran Comedor. Harry salió a buscarla a los terrenos del colegio y la encontró, sentada detrás de un arbusto a orillas del lago, sumergida nuevamente en sus pensamientos.
- Hey.
Esta vez ella lo recibió con una sonrisa, pero todavía tenía sus ojos rojos e hinchados.
- Hola.
- ¿Puedo sentarme?
- Claro.
- ¿Cómo estás?
- Bien.
- Yo se que no estás bien. Has llorado… por mi culpa.
Ella calló un instante mirando al horizonte.
- No, no ha sido tu culpa – contestó finalmente, mirando al suelo.
- Claro que sí. Te presioné.
- Tal vez un poco – reconoció ella con una rara sonrisa y aún la vista lejos de la de él. – Pero no debí haberte incitado. Te puse furioso.
Harry no dijo nada. Anny levantó la vista y la clavó en él. Y ella vio que se sentía avergonzado. Le sonrió y tomó su mano.
- Te quedaste con las ganas. Lo siento.
- ¿Por qué no quisiste? – preguntó, ya mucho más calmado y con deseos de saber la razón – Solo quiero entender.
- Por muchas cosas. No estaba de humor, para empezar… bueno, al principio sí, pero… ya después… no sé… no pude continuar.
- Pero, ¿estás bien?… es decir, ¿no han sido sueños extraños o visiones o que tu madre te atormente?
- No, no es nada de eso. Las mujeres somos un mar de emociones y los hombres solo conocen la superficie. Extremadamente difícil de entender.
- Dímelo a mí. Debemos regresar al castillo, ya va a ser hora de entrar a clases.
- Sí. Oye, ¿no te parece que está muy callado todo? Cuando salí había más gente.
- Es cierto – dijo Harry levantándose para visualizar mejor lo terrenos. – No hay ningún alumno por aquí. ¿Ya será la hora de la clase? – Harry revisó su reloj.
- Aún faltan 10 minutos.
- Bueno, de todos modos deberíamos encaminarnos al castillo para…
Se detuvo de golpe. De entre los arbustos, al otro lado del lago un par de fríos ojos negros destellantes resaltaban en el bosque, parecían pertenecer a una bestia enorme, casi tan grande como el grim. <<>> pensó Harry con el corazón angustiado. La bestia comenzó a salir de entre los árboles, y detrás de ella, más animales de un tamaño descomunal, todos con rumbo hacia ellos. Un brillo asesino despedía cada una de sus miradas. Sin apartar la vista de esas criaturas, Harry buscó a tientas la mano de Anny. Al encontrarla, sintió que ella también se había quedado muy quieta, Harry pensó que había observado aquellas criaturas que ahora rodeaban el borde de lago hacia ellos, pero no. El muchacho volteó hacia Anny y la encontró mirando justo al lado contrario, a sus espaldas, pálida y espantada. Siguió su mirada y encontró, justo a un metro de ellos, a una bestia del tamaño de un oso negro, con ojos claros y perversos, tan parecido al verdadero grim. Antes de que Harry hubiera pensado en hacer algo, Anny ya había levantado su varita y lanzado un ataque hacia la criatura. Aferró a Harry del brazo y lo hizo correr hasta el castillo, sin mirar atrás. Al llegar al vestíbulo dijo casi sin aliento:
- Tienes… que… avisarle a Dumbledor. Ellos están aquí.
- Pero, ¿qué dices?, ¿quiénes son ellos?
- Los secuaces de mi madre, están aquí. Planean atacar la escuela. No me extrañaría que ella también viniera.
- ¿Cómo sabes que son ellos?
- Todos son animagos, y conocen mejor que nadie la trasformación humana con la magia antigua. Creo que han entrado por el bosque prohibido como animales para no ser detectados. Debemos darnos prisa…

Al abrir la puerta del vestíbulo, cual fue la sorpresa de los dos al encontrarse frente a frente con Velda, con sus ojos negros fríos y su sonrisa perversa.
- Buenas noches - dijo cínicamente.
Harry se colocó frente a Anny, protegiéndola, pero entonces, detrás de ellos, todos los animales que vieron aparecer de entre los arbustos, se acercaban. Y conforme lo hacían, se iban transformando en magos con capas negras y miradas frías. Harry y Anny estaban siendo rodeados, mientras levantaban sus varitas.
- No tiene caso que intentes defenderte – dijo Velda. – Ya es muy tarde para ustedes. Justo en aquel momento aparecieron algunos miembros de la orden del fénix. Lupin, Tonks, Ojo Loco y McGonagall, que eran los únicos disponibles al momento en el colegio.
- ¡¿Qué creen que hacen aquí?! – preguntó McGonagall. - ¡Han sido unos tontos por intentar invadir el colegio sin quien-ustedes-saben!
- Nosotros no queremos invadir el colegio – exclamó Velda con calma. – Solo hemos venido a recoger algo que me pertenece.
Y, en ese momento, comenzó el choque entre luces de todas las varitas alzadas. Hechizos y maleficios por doquier lograron un ambiente de confusión que Harry y Anny aprovecharon para entrar en el castillo. Mientras lograban alcanzar el gran comedor, Anny tomó a Harry del brazo y le dijo al oído:
- Mi madre viene por mi parte del medallón, ella no sabe que tú eres el heredero. ¡Por favor, por nada del mundo descubras tu identidad ante ella o todo estará perdido!
- Te prometo que no lo haré – le aseguró Harry.
Los dos chicos entraron en el Gran Comedor y cuan fue su sorpresa al encontrar ahí a todos los demás alumnos, sentados en sus respectivas mesas, pero con cara de asustados, como si estuvieran bajo amenaza.
- Finalmente aparece, Srta. Waller – exclamó el profesor Winslow desde la mesa más alta. Al final de cada una de las mesas de las casa había un hombre que mantenía a los estudiantes sin hacer nada.
- Veo que su madre está haciendo mucho escándalo allá afuera – volvió a decir. Anny no contestó. – Será mejor que me entregue lo que ya sabe, Srta. Waller, a menos que quiera ver a todos sus compañeros muertos como la última vez.
- ¡No sé de que me habla! – gritó Anny.
- Por favor Srta. Waller, no estamos jugando. Sabe que yo puedo ayudarla, a ambos – se corrigió señalando a Harry – si tan solo me deja. Yo puedo sacarlos de aquí antes de que su madre llegue. Solo requiero un poco de cooperación de su parte.
Anny miró a Harry sin saber que hacer, luego a la puerta de madera a sus espaldas que retenía afuera la batalla y por último al profesor Winslow.
- ¡No! – respondió al fin.
- Ha sido su decisión.
Winslow levantó su varita y justo en ese instante Velda irrumpió en gran salón. Por un segundo su vista se fijó en el hombre que permanecía parado en la mesa más alta, luego, volvió a dirigir la mirada hacia Anny y Harry.
- ¿Buscando ayuda con viejos amigos? – le dijo a su hija. – Ya lo veremos.
Winslow estaba pálido y algo tembloroso cuando la bruja levantó su varita y, con una simple estocada, el hombre salió disparado por contra la pared, la cual atravesó y cayó al vacío, perdiéndose de vista. En aquel momento, Dumbledor apareció por el hueco que había quedado, Snape iba a su lado. Pero el anciano director se veía débil y cansado, así que Snape estaba ayudándolo.
- Te has atrevido a entrar en mi colegio sin invitación, Velda – dijo el anciano con esfuerzo.
- ¿Me he atrevido, Dumbledor? Pero por supuesto que sí. Tú no eres nadie para detenerme. Lo que queda de ti es una piltrafa de mago y eso se nota.
- No creas en las apariencias.
- Ja, no es ninguna apariencia y te lo demostraré.
Velda alzó su varita de forma elegante y tajante. Un rayo de luz verde salió y Dumbledor lo bloqueó, pero los rayos se conectaron hasta generar una explosión. El anciano salió disparado y chocó contra la pared, mientras Velda, que también había sido lanzada, caía de pie, como los gatos. Inmediatamente se levantó y lanzó la maldición de muerte, esta vez el viejo no fue capaz de interceptarlo o esquivarlo. Ante la vista de todo el colegio, el rayo de luz verde le dio directo en el pecho, haciéndolo volar tres metros hacia atrás, chocando nuevamente contra un muro. Fracciones de segundo que parecieron años, tardó el cuerpo del anciano director en caer al suelo de piedra del gran comedor, haciendo un ruido sordo. El Gran Comedor se había quedado en silencio al ver el cuerpo roto de aquel gran mago. En el rostro de los estudiantes se veía claramente la incredulidad y el espanto ante lo que acababan de presenciar. Dumbledor, el único mago a quien el-que-no-debe-ser-nombrado temía, había muerto, y con él, muchas de sus esperanzas de sobrevivir a la guerra. Harry estaba en shock, sus ojos lo engañaban, aquel gran maestro no podía haberse ido, no podía abandonarlo ahora, con la terrible misión que yacía delante de sus pies, aún no estaba preparado.
Luego de lo que parecieron siglos, el silencio del salón fue roto por la estridente y fría carcajada de Velda.
- Ahora, - dijo cuando cesó su risa demoníaca – hacer lo que he venido a hacer.
Se abrió paso con sus secuaces entre los estudiantes mientras los miembros de la orden intentaron reanudar el combate. McGonagall intentó, junto con Lupin de sacar a los alumnos del lugar al momento que el resto de la orden luchaba para mantenerlos a salvo. Algunos alumnos, sobre todos los antiguos miembros del ED, habían sacado sus varitas y trataban de luchar incansablemente, pero los magos que venían con la bruja usaron magia desconocida para ellos. Harry, Anny, Ron y Hermione se batían en duelo con un par de magos encapuchados. Uno de ellos, fue alcanzado por un hechizo aturdidor de Harry y cayó al suelo, entonces el otro se quitó la capucha y reveló a un hombre alto, desaliñado y burdo, con despreciables ojos claros de mirada cruel y despiadada. Por un momento, Anny palideció de forma peligrosa y Harry escuchó, como un lejano eco, como la chica caía de rodillas y soltaba su varita, con la vista perdida en aquel hombre. Harry también lo reconoció, el hombre del sueño de Anny, el hombre que no podía olvidar su nombre: Markus.
- Hola, pequeña, ¿me extrañaste?
Dijo Markus con lascivia y perversidad. Harry sintió una oleada de odio como nunca en su vida. Sin pensarlo, se lanzó hacia el sujeto, echándole maleficios a diestra y siniestra, pero no lo tocaban. Él estaba protegido por un escudo de energía que parecía una jaula de cristal, el cual conjuró al ver a Harry aproximársele. Harry tenía tanto empeño en atacarlo que no se dio cuenta, hasta que fue ya muy tarde, que Anny gritaba a sus espaldas. Harry volteó y vio a Ron y Hermione tirados inconscientes, y vio a Velda que sostenía fuertemente a Anny por el cuello, levantándola del piso, y con su varita apuntándole directo al pecho. Harry intentó correr a socorrer a la chica cuando, repentinamente, una soga lo ató y él mismo cayó al suelo. El muchacho observó como Anny dejaba de luchar al recibir el impacto de un rayo color púrpura, quedando completamente inconsciente en los brazos de su madre. Velda arrojó el cuerpo inerte de su hija a los brazos expectantes de Markus, quien parecía no poder esperar para tenerla ya entre sus manos. Harry luchaba ferozmente para librarse de la cuerda. Nadie podía ir a auxiliarlo, ya que un enorme campo de energía lo separaba del resto de los alumnos y de los miembros de la orden, que estaban pálidos de terror.
- No te desesperes tanto, mi joven mago, - dijo Velda con sorna – ya llegara tu momento de morir, así que sé paciente. Tú perteneces al señor tenebroso y será él quien acabe contigo. Por el momento, solo quiero estar con mi hija. Así que disfruta el tiempo que te queda de vida. Por cierto, espero que te hayas despedido de ella apropiadamente, ya que dudo mucho que Markus permita que te le vuelvas a acercar. Ahora ella le pertenece. JA, JA, JA.
Y, levantando su varita una vez más, la ventana principal del Gran Comedor se hizo añicos y todos salieron volando de ahí, transformados en horribles cuervos.

Capítulo 19.- Preparando los EXTASIS.

Una vez en la estación de Hogsmead Harry fue alcanzado por la profesora McGonagall, justo antes de tomar el tren.
- ¡Potter!, necesito hablar contigo.
Lo condujo algo aparte de las curiosas miradas de sus compañeros.
- El profesor Dumbledor me ha dicho que pasarás las vacaciones en el cuartel general – dijo – No desea que estés solo y sin protección. No sé si te has dado cuanta, pero quien-tú-sabes ha estado dando muy poca lata comparada con la última vez que ascendió al poder, últimamente sus mortífagos se han estado escondiendo y no han pasado graves cosas durante el pasado mes. Creemos que están planeando algo, más grave de lo que nos imaginamos. Su falta de atención en ti se está volviendo más y más preocupante, sobre todo para el director, así que no importa a donde pensabas ir. Ahora mismo tomaras un traslador que te llevará hasta tu destino.
- Pero, profesora… - comenzó a alegar Harry.
- Pero nada. No es una petición, es una orden directa y clara.

-0-

Como en otras ocasiones, Harry llegó a aquel vestíbulo de madera y tapices rojos escarlata. Águeda, el ama de llaves, lo esperaba con cara de impaciencia.
- Vamos, te llevaré a tu habitación – le dijo con voz áspera.
- ¿Dónde está el profesor Dumbledor? – preguntó Harry.
- Él se encuentra ocupado en una reunión. Pidió estrictamente que te llevara a tu cuarto y que no salieras de ahí hasta la hora de la cena.
Harry apenas abría la boca para protestar, pero se lo pensó mejor. Después de todo, el haber conseguido un nuevo par de orejas extensibles de los gemelos le fue de mucha utilidad para husmear de vez en cuando a las reuniones de la Orden.

Una vez que Águeda se marchara dejándolo solo, Harry sacó su capa de invisibilidad y se escabulló fuera de la alcoba. No se acercó mucho a la puerta del salón donde se llevaba a cabo la reunión, pero sigilosamente envió una oreja extensible por debajo de la puerta. Comenzó a escuchar atentamente.
- … ¿Dónde puede estar? – se oyó la voz de Lupin.
- ¿Qué rayos está planeando ahora? – agregó la voz de Tonks.
- No lo sé. No permite que nadie interfiera en sus reuniones con esa bruja. Ha dejado instrucciones a todos sus mortífagos para que continúen atacando a diestra y siniestra, pero que no haya nada de rebeliones formales. Sin embargo, es más el tiempo que se marcha dejando a Lucius a cargo que el que se toma para analizar las acciones de éste.
- ¿Estás seguro de lo que dices, Snape?
- Más que eso. Ya no prescinde de sus servidores como antes.
- Dumbledor, ¿usted que opina? – preguntó la voz de McGonagall.
- Estoy preocupado – se oyó decir la cansada voz del anciano. – ¿O Harry ya aprendió a cerrar su mente, o Voldemort ha cerrado su propia mente para evitar que Harry se de cuenta da algo más importante que sus planes de apoderarse de todo el mundo mágico?
- Pero, ¿está seguro de que el muchacho ya no ve cosas ni tiene pesadillas? Yo lo he visto muy distraído y deprimido estas últimas semanas – replicó McGonagall.
- Imagino que ese estado de ánimo no fue provocado por Voldemort. No debemos olvidar que Harry, como cualquier adolescente, también tiene asuntos personales que arreglar. Y tengo la ligera impresión de que ya los solucionó justo cuando lo encontraron merodeando por los terrenos del colegio la mañana antes de venir aquí.
Tanto McGonagall como Snape resoplaron con desaprobación por la despreocupada forma de ver las cosas del director con respecto al comportamiento de Harry.
- Hay otra cosa que me preocupa – agregó Dumbledor. – El profesor Winslow ha estado muy pendiente de los movimientos de la Srta. Waller. Me atrevería a decir que incluso la vigila.
- Esa chica me da mala espina, Dumbledor – dijo con voz misteriosa Lupin. – Harry me dijo que es la hija de Velda. Tengo miedo de que planee algo con su madre.
- Además ella ha actuado muy extraño últimamente – agregó McGonagall.
- Estoy plenamente conciente de la situación familiar de la Srta. Waller, pero ella ha demostrado que trata de ayudar.
- Eso no lo niego, pero algo raro le ocurre. Los sanadores de San Mugo se quedaron muy preocupados por su estado de salud cuando su padre la sacó del hospital sin su consentimiento. Además, se supone que ella y Potter son buenos amigos, pero durante semanas ni se dirigieron la palabra. Tanto uno como otro se veían miserables.
- Eso pudo haber sido algún problema de pareja, ¿no? – inquirió Tonks y todos la voltearon a ver. – Sí, yo sé que ellos dos son más que amigos y habían discutido por algo.
- Es más que eso – dijo Snape en casi un frío murmullo. Harry, que escuchaba a unos metros la conversación, se quedó helado por la impresión. ¿Snape estaba al tanto de su vida personal con su novia?
- Explícate – solicitó quedamente Dumbledor.
- Waller pertenece a la casa de Slytherin, por lo tanto, tengo acceso a ella más que el resto de los profesores. Su extraña actitud no comenzó con las discusiones con Potter, de hecho, me atrevería a decir que esas discusiones comenzaron a causa de su actitud. Ella comenzó a actuar de forma rara alrededor de noviembre. Sus compañeras de cuarto me hablaron de que sufría terribles pesadillas y que cada noche era peor, ella no dormía bien y no dejaba dormir a sus compañeras. Esa chica sabe manejar magia negra muy avanzada, cosas que solo los mortífagos podrían conocer o incluso solo el señor tenebroso.
- Eso es cierto Severus – dijo Dumbledor – ese talento para manejar, no solo la magia oscura, sino también la magia antigua, la ha hecho vulnerable y un blanco fácil de atacar, principalmente por su madre. Según ella me contó, la vida con su madre no fue muy agradable.
- Imagino que no – exclamó McGonagall. – Robinson me dio una lista de todas las fechorías que esa chica hizo en su anterior escuela y me sorprende que lo único que haya hecho aquí solo haya sido hacer volar a la Srta. Parkinson.
- Creo que Harry le ha encontrado el modo y ha aprendido a controlarla un poco – dijo Dumbledor.
- Bueno. Mejor regresemos al tema de la reunión.
- Sí – dijo Snape – Los Horcruxes están resguardados y solo falta uno por destruir. Y solo quedará el señor tenebroso con su cuerpo para recibir la maldición de muerte.
- Fue muy fácil encontrar el último – dijo Lupin – casi no había protección a su alrededor como en los primeros.
- Voldemort se ha vuelta más arrogante que antes y, por ende, más descuidado. Piensa que nadie es tan listo como él como para descubrir su secreto y atacarlo por ese lado.

Conforme avanzaba la reunión, Harry se enteró de que los Horcuxces ya estaban en manos de Dumbledor y que solo faltaba uno por ser destruido. Pero algo había que no encajaba ahí. El hecho de que a Voldemort parecía importarle muy poco sus trozos de alma mutilada tanto que en el último, era mínima la protección que tenía. ¿Acaso ya había encontrado la forma de ser inmortal y no depender de dichos objetos? La puerta del salón comenzó a abrirse y Harry salió disparado hasta su cuarto, donde se encerró y comenzó a meditar sobre los Horcruxes. Sabía que en algún momento Dumbledor le hablaría de ellos y de que solo debería concentrarse en encontrar la forma de derrotar a Voldemort para cumplir con la profecía. Aún así necesitaba de mucho entrenamiento para derrotar a un mago como Voldemort. Harry mejor decidió ya no pensar en eso y se dedicó a estudiar para sus EXTASIS, ya que las últimas semanas no había prestado mucha atención a las clases por estar sumido en su soledad. Ya faltaba muy poco para presentarlos.

La semana de vacaciones pasó volando, mucho más rápido de lo que Harry hubiera querido. En un momento se encontró preparando ya su equipaje para regresar al colegio. En realidad, se sentía feliz de volver porque vería a Anny nuevamente, pero por otro lado, los exámenes finales estaban a la vuelta de la esquina y aún no se sentía preparado. El día previo a regresar Dumbledor entró en la habitación del chico. Lucía pálido y cansado, y más delgado de lo que Harry lo había visto nunca.
- Buenas tardes, Harry – dijo el anciano con voz queda.
- Buenas tardes, señor.
- ¿Ya preparaste tu equipaje?
- En eso estoy.
- Dime si me equivoco Harry, pero creo saber que ya sabes por qué estoy aquí.
Harry no dijo nada. Dumbledor sonrió.
- Las reuniones que celebramos aquí también eran para tu conocimiento. Fue entretenido ver cómo te las ingeniaste para espiarnos. Me parecía que, el invitarte formalmente a las juntas disminuiría la sinceridad de las personas presentes, sobre todo porque los miembros de la orden aún no están al tanto de que tú conoces los horcruxes. Lo que te tengo que decir ahora es algo importante. Como ya sabes, el resto de los horcurxes han sido destruidos, y solo queda el trozo de alma de Voldemort. Aún así, él es un mago extraordinario, así que debemos prepararte muy bien y…
- Profesor… - interrumpió Harry. Dumbledor se quedó muy callado.
En un arranque de inspiración, Harry supo que debía informar al director que ya tenía en su poder las dos partes del medallón, ya que, como él, Dumbledor sabía que Harry era el heredero de Gryffindor. Tal vez el anciano director podría ayudarle a unir esas dos partes y descubrir la maravillosa llave de su poder, y así, destruir a Voldemort.
- ¿Qué sucede, Harry?
- He… he encontrado el trozo que me faltaba del Medallón de Naráva.
- ¿De verdad? – Preguntó Dumbledor sumamente interesado - ¿Dónde?
Harry le habó de que Anny lo había tenido todo el tiempo. Le dijo lo de que ella era la última descendiente del ayudante de Gardo y estaba destinada a encontrar al heredero. Al explicarle esto, Dumbledor entendió el porqué la chica tenía una actitud tan reservada y extraña a la vez. Harry le pidió a Dumbledor que no le comentara nada a nadie, ya que ella había hecho una promesa inquebrantable y podría morir.
- Nadie se enterará de esto – le aseguró Dumbledor. – Ahora, necesito que me muestres esas partes del medallón. ¿Ya intentaste unirlas?
- Sí, pero nada ocurre. Anny piensa que se necesita de algún conjuro o hechizo.
Harry sacó de lo más profundo de su baúl un pequeño saco de piel que era donde guardaba los dos trozos. Se los entregó a Dumbledor, quien comenzó a examinarlos detenidamente. Poco a poco, los unió, pero nada pasó. Luego lo intentó de nuevo, pero murmurando unas extrañas palabras en un leguaje olvidado, pero tampoco funcionó. Durante largos minutos Dumbledor lo intentó, mas no consiguió nada en absoluto.
- Me temo – dijo luego de un rato – que la magia que necesita este medallón es más complicada de lo que pensaba. Necesito estudiarlo con mayor detenimiento.
- ¿Se quedará con él, profesor?
- Solo por un tiempo, si te parece bien. Aún conservo aquel viejo libro rojo que escribió Gardo y creo que ahí es donde viene la clave para unirlo.
- ¿Cuándo sepa algo me lo hará saber?
- Éste Medallón es tuyo, Harry. Por supuesto que te lo haré saber, serás el primero.

-0-

Eran las 11:52 de la mañana y el Expreso de Hogwarts partiría en menos de 10 minutos. Ron y Hermione ya se encontraban en el vagón de los prefectos, y Harry, que apenas había logrado llegar a tiempo para tomar el tren, se hallaba solo esperando en su compartimiento por que Anny apareciera. Los minutos transcurrían muy rápido y Harry se percató de que solo quedaba un par de minutos para salir. Pasaron esos dos minutos y el tren comenzó a moverse. Harry se levantó de su lugar y se dirigía hacia la cabina del maquinista cuando Anny, que por fin aparecía, se plantó en el umbral del vagón.
- ¿A dónde ibas? - preguntó la chica.
- Pues a buscarte – respondió Harry – Pensé que no habías llegado, no te vi abordar el tren ni llegar por la estación. Tenía miedo de que no llegaras.
- ¿Por qué no habría de llegar? – exclamó Anny mientras se sentaba junto a la ventanilla y sacaba su viejo libro negro y se ponía a escribir en él.
- No lo sé – respondió Harry sinceramente mientras se sentaba frente a ella. – Solo tenía miedo. – Y entonces Harry notó que ella esquivaba su mirada. Además que se veía más pálida y delgada que la última vez que estuvieron juntos. - ¿Estás bien? – agregó.
- Sí – contestó Anny, sin apartar la vista de su libro.
- Por favor, no empecemos de nuevo – exclamó Harry. - ¿No te parece que ya sufrimos bastante por la falta de comunicación?
Anny dejó su libro a un lado y levantó la vista para encontrar los ojos verdes de Harry clavados en ella.
- ¿Qué quieres saber?
Harry se sorprendió de aquella respuesta, ya que había sido muy directa.
- Te veo muy pálida y delgada. Solo pasaron unos días desde que nos vimos. ¿Cómo es que te ves tan débil ahora?, ¿estás enferma o algo?
- No me veo tan débil. Ya estaba así antes de las vacaciones, pero cuando fui a verte, mi salud no pasó por tu cabeza… – dijo con simpleza, Harry se quedó muy callado -…o por la mía. Sí he perdido peso, pero es porque ya no he comido bien. Por alguna razón, no siento apetito. Mi sueño ya no es el de antes, me duermo muy tarde y me levanto muy temprano, así que duermo unas 3 o 4 horas diarias cuando mucho. Y como he bajado de peso y no he dormido bien, es natural que me vea pálida. Aparte no he tomado mucho sol que digamos.
- No es normal que ya no te de hambre y la falta de sueño. ¿Por qué no vas con la Sra. Pomfey? Tal vez sepa lo que te pasa.
- No, ella jamás lo sabría. Ni los sanadores expertos de San Mugo o los extranjeros que contrató mi padre jamás lo sabrían.
- ¿Por qué dices eso?
- Harry, tú sabes lo que me pasa. Eres el único que lo sabe. Sé que te preocupas por mí, pero no puedes hacer nada.
Harry se levantó y fue a sentarse a su lado mientras ella regresaba a su libro. Pero él la tomó de la barbilla y la hizo fijar la vista en él.
- Sabes que haría lo que fuera para ayudarte.
- Sí, lo sé. Pero aún así, lo único que puedes hacer por mí es estar conmigo y observar.
- No quiero observar. Quiero sacarlos de tu cabeza. Quiero que te dejen de hacer daño.
Anny levantó su mano y acarició su mejilla.
- Lo sé, pero no puedes.
Lo besó en la frente y regresó la vista a su libro, pero no soltó la mano de Harry durante el resto del viaje.

De regreso en el colegio, Harry jamás pensó que los exámenes estuvieran ya tan cerca. Había vuelto con Anny y era más feliz de lo que había sido desde hace tiempo, pero los soleados días que tenían libres de las clases todos los utilizaban para estudiar. Así que sus reuniones no eran más que visitas interminables a la biblioteca donde no se hablaban, tan solo se limitaba a estudiar y estudiar. El régimen de tareas era sofocante, los hechizos que debían practicar inmensamente difíciles, y los cientos de libros que debía leer para estar al corriente de toda la teoría eran enormes y terriblemente complicados. La mayoría de los alumnos de séptimo y quinto estaban al borde del colapso. El único año donde Harry sintió una presión así por exámenes fue durante sus TIMO’s.

Durante sus largas noches de estudio, Harry no había tenido el tiempo suficiente para platicar con Ron y Hermione, que más que estresados por trabajo, estaban histéricos. Ron sentía estar al borde del suicidio cuando la profesora McGonagall les dijo que para pasar su EXTASIS debían transformar sus respectivos escritorios en perros y tendrían que ser de la raza y el tamaño especificados.
Aquella noche, luego de la cena (a la cual faltaron) y de patrullar los corredores un buen rato, Ron y Hermione cayeron rendidos y hambrientos en los mullidos sillones de la casi vacía sala común. Ahí solo se encontraba Harry, esperándolos con su libro de pociones abierto terminando una larga y horrible redacción, y una bolsa de panqués que Dobby le había llevado para el postre y que sus dos amigos no habían podido probar hasta ese momento.
- Ustedes – dijo Harry señalando a sus amigos - ¿Por qué faltaron a la cena? Se perdieron un estafado con papa delicioso.
- ¡Cállate, que me muero de hambre! – exclamó Ron con fastidio.
- Hemos vigilado todo el castillo, además estuvimos todo el resto de la tarde en la biblioteca haciendo nada más que estudiar – dijo Hermione cansinamente – y tú pareces no preocuparte por nada – concluyó mirándole con desagrado, al notar que él estaba cómodamente sentado, comiendo y escribiendo tan tranquilo como si fuera un hermoso cuento o estuviera inspirado. Harry nunca estaba inspirado cuando se trataba de la tarea para Snape.
- Anny me dijo – comenzó Harry y citó: - ‘si tu problema tiene solución… ¿para qué te preocupas?, y si tu problema NO tiene solución… ¿para qué te preocupas? Haz tu trabajo lo mejor que puedas y deja que los demás se hagan bolas, no cargues con todo’
- Sabia muchacha – dijo Ron – pero ella no es prefecta, así que no tiene que hacer otras actividades aparte de los deberes.
- Mejor dejen de quejarse y coman. Dobby los trajo, están deliciosos.
- Ef fierto, Harry – comenzó a decir Ron, con la boca llena
- Ron… mastica primero y habla después – lo corrigió Hermione.
- Ok – tragó – Harry, estás demasiado tranquilo por los EXTASIS. ¿Acaso no te preocupan?
- No. – Ron y Hermione se miraron desconcertado, así que agregó – Hoy no tengo por qué estarlo, durante las vacaciones estudié la biblioteca de Dumbledor, además, los días pasados me la he pasado con Anny en la biblioteca de la escuela, solo que ustedes y yo nunca coincidimos. Mi agenda consta de 6 días de estrés extremos y uno de total y reconfortante descanso, ni siquiera me voy a tomar la molestia de pensar que estoy en el colegio, solo pienso relajarme para tener energía y cordura para los siguientes 6 días de estrés.
- Buena filosofía. ¿Así que hoy es tu día libre?
- Empezó justo hace 10 minutos.
Hermione revisó su reloj y verifico que ya era domingo desde hacía casi quince minutos.
- Deberíamos hacer lo mismo, Hermione. Otro semana más como ésta y me volveré loco.
- Vaya, Ron, - exclamó Hermione – tienes toda la razón.
Y, acercándose un poco más a él, lo besó en los labios con ternura. Poco a poco, se fueron olvidando que Harry se encontraba con ellos, ya que las manos de Ron comenzaron a bajar peligrosamente por las caderas de Hermione y ella escurría sus dedos por dentro del cuello de la camisa de Ron. Harry, que no le apetecía ser testigo de las expresiones de cariño de sus amigos, carraspeó un tanto fuerte (como para despertar a los habitantes de Hogsmead) y sus amigos se separaron de un brinco.
- Lo siento – murmuró Hermione un tanto ruborizada.
- No lo sientas, - dijo Harry – solo esperen a que me vaya. Pero antes, platíquenme, como les fue con tus padres en las vacaciones.
Hermione sonrió radiante y Ron intentó sonreír, pero más bien logró una mueca extraña, mezcla vergüenza y resignación.
- ¿Tan mal te fue, Ron? – Inquirió Harry.
- No le fue mal – contestó Hermione. – Solo que le cuesta adaptarse un poco a las costumbres muggles inglesas.
- Y, ¿Qué hicieron?
- De todo. Mi padre no se imaginaba que un chico de 18 no supiera manejar un coche común y corriente. Dijo que es algo tan natural en los jóvenes de ahora. Así que se lo llevó para enseñarle.
- ¿En serio?
- Sí
- ¿Cómo te fue?
- Fue horrible. Tenía tantas ganas de hechizar el coche para que el Sr. Granger dejara de decirme ‘no olvides los espejos’, ‘ese no es tu carril’, ‘cuidado con el repartidor de pizza’. Casi me vuelo loco con todas las instrucciones, ‘este es el freno’, ‘este es el acelerador’, ‘este es el clutch’, ‘no olvides los cambios de velocidad cuando se va revolucionando la máquina’. Juro que jamás podré pasar un examen de conducir.
- Pero si sabes conducir. ¿Qué no manejaste un Ford Anglia en segundo? – le recordó Harry.
- Sí, pero ese volaba y se hacía invisible, no necesitaba maniobrar con los pedales al momento de insertar una velocidad.
Harry y Hermione soltaron una carcajada.
- Pues fue divertido. Mi madre intentó enseñarle a qué hora se toma el té y todas las costumbres de un mundo civilizado. Como preparar una tetera sin hacer magia fue todo un reto para Ron.
- Vamos – dijo el pobre chico con sarcasmo – sigan burlándose de mí, insisto.
- No te preocupes Ron. Es casi igual que cuando yo me enteré de que era un mago. No conocía nada de tus costumbres. ¿Recuerdas la primea vez que viajé con polvos Flu o en traslador?
- Eras patético, amigo.
- Exacto. Ahora te toca ser patético a ti.
Los tres rieron.
- Y a ti, ¿cómo te ha ido con Veranna?
- Bastante bien. Ella aún sigue con problemas para dormir pero al menos confía en mí. Estos últimos días no hemos hablado mucho, los deberes nos han mantenido algo ocupados, pero ella parece encontrarse bien.
- ¿Y no se ha arrepentido de… ya sabes? – preguntó Ron de forma perspicaz. Hermione le dirigió una extraña mirada, mezcla indignación y curiosidad.
Harry no respondió inmediatamente. Él mismo no se había puesto a pensar en eso.
- No lo creo – contestó al fin – No me ha dicho nada, pero como te comenté, no hemos hablado mucho últimamente. Además, no es momento de hablarles a ustedes de eso, es mi vida personal.
- Vale, esta bien. Mejor vete a dormir, yo te alcanzo al rato.
- Sí claro.
Dijo Harry mientras recogía sus libros y pergaminos, justo en el momento en el que Hermione se sentaba en las piernas del pelirrojo y le rodeaba el cuello con los brazos.
- ¡Oi! Esperen a que me vaya.

Capítulo 18.- Rumbo a las vacaciones.

Harry abrió los ojos y miró alrededor. El bosque se encontraba inusualmente callado, ni los grillos se escuchaban. Era como si la oscuridad se hubiera tragado todo el sonido de la naturaleza. Volvió su vista hacia la persona que yacía profundamente dormida a su lado. Pero no se encontraba nadie. Alarmado, se levantó y comenzó a buscar con la vista en la oscuridad el paradero de Anny, pero no lograba ver nada. Avanzó un poco, escudriñando con sus ojos verdes entre los árboles, pero nada. La luz de la luna llena iluminaba el claro lo suficiente como para buscarla. Repentinamente vislumbró una sombra blanca que se alejaba del lugar.
- ¿Anny? - llamó él, pero no hubo respuesta.
La sombra siguió en su andar, y Harry la siguió. Finalmente llegaron hasta el borde de un acantilado, lugar que Harry nunca había visto antes, al otro lado de la montaña que rodeaba el castillo y el bosque prohibido. La sombra era una mujer vestida de blanco, de cabellos largos quebrados y de color oscuro. Le daba la espalda a Harry, así que éste no lograba ver su rostro.
- ¿Eres tú, Anny? - volvió a llamar, pensando en que ella podría haber cambiado de apariencia como en otra ocasión, pero el silencio continuó. Entonces Harry preguntó:
- ¿Quien eres?
La mujer no volteó pero sí le habló con un frío eco:
<<>>
En aquel momento giró su cabeza y el muchacho logró distinguir nítidamente el rostro de Anny, que tenía una expresión de increíble tristeza como él no la había visto jamás. En una milésima de segundo volvió la vista al frente y se dejó caer al vacío.
- ¡Anny! - gritó Harry y se estremeció, entonces despertó. A su lado continuaba Anny, profundamente dormida. Aún no amanecía, habrían pasado apenas un par de horas desde que se durmieron. Harry se sentía inquieto por el sueño que acababa de tener. Definitivamente no lo entendía. Nuevamente se quedó profundamente dormido hasta que el cielo comenzó a clarear.

No serían más de las 6 de la mañana cuando comenzó a abrir los ojos de nuevo. Anny permanecía a su lado, tranquilamente dormida; en sus labios se dibujaba una amplia sonrisa de felicidad como Harry no le conocía, él también sonrió. Repentinamente la brisa fresca de la mañana la hizo tiritar y despertar.
- Buenos días – dijo en tono suave y mirándole a los ojos.
- Buenos días – respondió Harry con esa sonrisa.
La chica se acurrucó más en sus brazos al sentir frío. Así pasaron otro rato, sin pronunciar palabra alguna y contemplando el amanecer. De pronto, Anny volteó hacia Harry y lo miró directo a los ojos con seriedad.
- Sé que voy a arruinar el momento, pero… ¿Qué has hecho con el Medallón?
Al muchacho le extrañó la pregunta, pero no tanto como el hecho de que ni él mismo se había preocupado por él. Había estado tan absorto en su triste soledad, que encerró el Medallón en lo más recóndito de su baúl y no había vuelto a pensar en él ni un instante.
- ¿Harry? – lo llamó Anny, al no recibir respuesta.
- Bueno… - comenzó el muchacho – lo tengo guardado. No he pensado mucho en él estos últimos días.
- ¿Ya uniste las partes?
- Lo intenté, cuando me lo diste, pero no funciona, no se unen.
- Tal vez deberías usar algún hechizo o encantamiento.
- ¿Sabes cómo funciona? – interrogó Harry.
- Creo tener una idea. Pero primero hay que hallar la forma de unir esas dos partes, ¿no crees? Sé que guarda un gran secreto, así que también hay que averiguar eso. – La chica se acomodó nuevamente entre los brazos de Harry y fijó la vista en el horizonte. – Es un medallón muy poderoso, – agregó – tal vez te ayude a encontrar los Horcruxes y matar a Voldemort.
- Tal vez… pero prefiero no pensar en ellos ahora.
- Sabes… – comentó Anny, dando un giro completo a la conversación – para haber sido tu primera vez, no lo hiciste tan mal.
- ¿Eh? Gracias, supongo, - respondió Harry una tanto sorprendido, pero halagado y avergonzado al mismo tiempo por el comentario – tú tampoco. – agregó con una amplia sonrisa. – A pesar de que ninguno de los dos tenemos con quien comparar al otro, ¿verdad?
La chica soltó una débil carcajada, dándole la razón.
- A veces eres muy gracioso. – dijo ella. – Por cierto, ¿Dónde piensas pasar las vacaciones?, ¿irás de nuevo con tu amigo Weasley?
- No lo creo, Ron pasará las vacaciones en casa de Hermione, para conocer a sus padres y convivir con ellos.
- ¿Así que su relación va en serio?
- Yo creo que sí.
- ¿Y a donde irás entonces?
- Pues tenía pensado ir a la antigua casa de mi padrino, pero también quiero visitar el Valle de Godric. Aunque presiento que Dumbledor no me dejará ir solo. ¿Tú, adonde irás?
- A donde más puedo ir que no sea con mi padre.
- ¿O sea?
- Me la pasaré en Alemania estas dos semanas, sin posibilidad alguna de salir. Será aburridísimo.
- Tal vez te visite.
- Ja, claro. Cuando logres dar con mi casa, invitaré a mi madre a comer junto con Voldemort y tener una bonita velada los cuatro.
- ¿Por qué lo dices?
- Ni siquiera yo sé en donde está. Mi padre la tiene resguardada bajo el encantamiento fidelio. Solo me dirá la contraseña hasta estar frente a ella, no le gusta tomar riesgos con mi madre.
- Vaya, pues se lo preguntaré directamente a tu padre entonces.
- Definitivamente eres gracioso – respondió ella con sarcasmo. – Pero mejor levantémonos, creo que ya es hora de regresar, porque ya está amaneciendo y si no nos encuentran, comenzarán a hacer preguntas que no creo que se conveniente y que queramos responder.
- Tienes razón, iré por Buckbeak.

Los dos se levantaron y comenzaron a vestirse. Harry ya estaba buscando al hipogrifo cuando escuchó un ruido tras los árboles.
- ¿Que pasa, Harry? – preguntó Anny al ver que éste se había detenido en seco.
- ¿Escuchaste?
Anny dejó de recoger sus cosas y agudizó su oído. Algo sí se movía entre los árboles. Harry tomó inmediatamente su varita y se puso en guardia, vigilando cada movimiento de las hojas por el viento. Anny también tenía su varita en la mano, buscando en dirección opuesta. Entonces…
- Vaya, vaya. Conque aquí te encontrabas, Potter. – exclamó con desprecio Snape, saliendo detrás de un gran tronco. – ¿Se puede saber que haces aquí?
En ese momento Snape se percató también de la presencia de Veranna, que asomó la cabeza detrás de Harry.
- Srta. Waller, que sorpresa… - agregó, con verdadera sorpresa. Por varios segundos pasó la vista de Harry a Anny y viceversa, como tratando de entender qué hacía los dos ahí y porqué estaban juntos.
Por su parte, Harry evitaba todo lo que podía la mirada de Snape, ya que tenía el terrible presentimiento de que no podría ocultar en su mente lo que había sucedido la pasada noche, menos ante un maestro de occlumancia como lo era Severus Snape.
- ¡Harry! - se escuchó una nueva voz, y Tonks hizo su aparición - Gracias al cielo que estás bien, pero, ¿que haces aquí?
- Es muy buena pregunta, Nynphadora, ¿qué hacen, o hacían aquí? - preguntó Snape enfatizando la pregunta con sagacidad y ponzoña.
Harry y Anny se miraron de soslayo, buscando a ver quien de los dos se atrevía a hablar primero, mientras Snape y Tonks continuaban expectantes de la magnífica explicación que les darían de porqué estaban ahí y qué hacían, pero que a ninguno de los dos se les ocurría. Entonces Anny se armó de valor y tomó la palabra.
- Bueno… nosotros… Harry y yo… bien, pues solo salimos a dar un paseo y… bueno… lo que pasó… lo que pasó fue… - Anny miró a Harry pidiéndole más argumentos, así que el chico agregó:
- Que salimos… sí, salimos porque era un día de primavera y… pues… era un día muy bonito y… llegamos aquí y… pues era una hermosa vista, así que nos quedamos hasta que oscureció y…
- Nos quedamos dormidos - concluyó Anny, tajante y desesperada por terminar, rogando que les hubieran creído.
Snape y Tonks se miraron con expresión de entendimiento. Y Tonks fue la que habló.
- Por su bien que así haya sido. Pero no hay excusa alguna para salir del castillo, Harry, en especial tú. Por más seguro que sea el colegio, no debes andar solo.
- Él no está solo.
- Saben a lo que me refiero. Avisaré a Dumbledor que ya los encontramos. – Tonks se marchó.
Snape se quedó observándolos con sumo recelo. En sus penetrantes ojos negros se vislumbraba la incredulidad ante lo que acababa de escuchar. Entonces se acercó lentamente hacia los muchachos.
- Queda de más recalcarles que, estando dentro del colegio, no se permiten comportamientos inapropiados ni escándalos. Desde un principio les advierto que más les vale respetar las normas de la escuela o serán expulsados.
- ¡Pero – se apresuró a alegar Anny – no hemos hecho nada malo, profesor!
- Yo no he dicho nada. – Respondió Snape con una mueca un tanto burlona. Anny enrojeció hasta las orejas. – Además, no tiene por qué ponerse así, si es cierto que no han hecho nada fuera de las reglas, ¿o sí?
La chica bajó la cabeza. Harry pensaba que ya no podría sentir más desprecio por aquel insolente profesor, pero se equivocó.
- He decidido algo, jóvenes. – Dijo Snape con una sonrisa perversa aún más marcada – Después de las vacaciones, ustedes dos ya no volverán a trabajar juntos, ¿quedó claro?
Harry y Anny lo observaron con ojos desorbitados.
- ¡No puede hacer eso! – reclamó la chica.
- Yo puedo hacer lo que mejor me parezca. Y lo que me parece es que ustedes dos, jovencitos, han pasado demasiado tiempo juntos y distrayéndose de sus deberes.
- ¡Pero… - comenzó Harry a alegar pero Snape lo cortó.
- Y no acepto excusas, ni siquiera del famoso y bien ponderado ‘Harry Potter’. – concluyó el profesor de pociones con una malévola sonrisa. – Ahora, ¿nos vamos?
Sin muchos ánimos, Harry y Anny fueron escoltados de nuevo al castillo.

*
- ¡Harry! – exclamó Hermione al ver entrar a su amigo a la sala común a las 8:00 de la mañana, luego de una fastidiosa reunión con el director y la jefa de su casa.
- ¿Dónde rayos te metiste toda la noche? – preguntó Ron.
Pero Harry venía mirando al suelo remembrando los sucesos recién acontecidos (principalmente lo sucedido la noche anterior), que apenas si se dio cuenta de adonde había llegado, mucho menos escuchar que sus amigos le hablaban y hablaban.
- ¡Tierra llamando a Harry, tierra llamando a Harry! – decía Ron casi gritándole en el oído.
- ¿Eh?, ¿Qué?
- ¿Qué te sucede?, pareciera que ni nos escuchas.
- Sí ya sé que es tarde, o temprano, como lo quieran ver.
- Actúas muy raro. – expresó el pelirrojo, pero Hermione lo observaba detenidamente tratando de encontrar en su rostro la razón de su comportamiento, que, al parecer, finalmente encontró.
- Te ves muy contento, Harry. ¿Hiciste las paces con Veranna? – preguntó la chica perspicazmente.
- Eh… - las orejas de Harry no pudieron evitar adquirir un tono granate como el que se acostumbraba en las orejas de Ron cuando se apenaba. –… sí, algo por el estilo.
Su amiga escudriñaba sus ojos cada vez con mayor penetración.
- ¿Estuviste con ella todo este tiempo?
- Pues… sí. – la cara de Harry se tornaba cada vez más roja por la sangre que se le subía a la cabeza. Por todos los medios quería evitar la mirada de su amiga, pero ella lo tenía encadenado a sus ojos avellana.
- No puedo creerlo, Harry, tú… - comenzó a decir con ojos ya desorbitados.
- ¿Qué? – preguntó Ron, sin entender nada.
- No hicimos nada malo. – alegó Harry tratando de alejarse un poco de sus amigos y encaminándose hacia su alcoba. Pero Hermione lo detuvo del brazo.
- ¿Pero fuiste capaz?
El muchacho suspiró al final. Se giró para quedar de frente a la chica. Aunque por unos segundos no dijo nada, su rostro se mostraba serio y decidido, como si ya fuera mucho mayor que ellos.
- Yo la amo, Hermione. – habló al fin con convicción. – Y no me arrepiento de mis actos.
- ¿De qué hablan? – preguntó nuevamente Ron, que no quería darse por enterado.
La chica, poco a poco cambió su expresión y sonrió débilmente, con aceptación.
- Lo entiendo, Harry, de verdad la amas. Es una chica afortunada por tener a alguien como tú a su lado.
Harry guardó silencio y contempló los ojos avellana de su mejor amiga y le agradeció por su incondicional apoyo.
- ¡HARRY! – exclamó Ron casi en un grito.
- ¿Qué? – preguntó el muchacho algo alarmado.
- ¡No puedo creerlo, TÚ Y VERANNA…!
- Vaya, andas a tres horas del desfile.
- Ay, Ronald. – exclamó Hermione con la expresión “no tienes remedio” ya conocida en su rostro.

Ya en su alcoba, Ron observaba a Harry detenidamente mientras éste terminaba de arreglar su equipaje para salir esa misma mañana. El muchacho se sentía algo incómodo al sentir los ojos de su amigo sobre él todo el tiempo, analizando cada uno de sus movimientos. Parecía que lo miraba con terror o algo así, pero también con mucho respeto y curiosidad, como si él ya no fuera el mismo. Aunque en realidad, Harry sí sentía que ya no era el mismo. En tan solo una noche se sintió crecer más que todos los años en el colegio; se hizo mayor, se convirtió en hombre. Y ahora sabía que tenía más responsabilidades, sobre todo con Veranna.

- ¿Qué se siente? – preguntó Ron de pronto.
- ¿Qué cosa?
- Que cosa va a ser, pues ESO. ¿Qué se siente?
- ¿Quieres que sea honesto contigo?
- Sí.
- Es lo mejor del mundo. – respondió el muchacho con entera convicción.
El pelirrojo dio un resoplido y sonrió, entre avergonzado y divertido.
- ¿Cómo la convenciste?
- Yo no la convencí, ella sola quiso hacerlo.
- Vaya. Yo he tratado de convencer a Hermione, pero ella es mucho más difícil. Primero quiere que formalicemos nuestro compromiso.
- ¿Te casarás con ella?
- Si quiero, pero esa palabra y solo pensarlo me aterra, aún soy muy joven para algo así. No sabría cómo mantener a una familia.
- En eso tienes razón.
- Supongo que te casarás con Veranna. No te creo capaz de abandonarla después de esto.
- ¿Pues quien crees que soy?, ¿piensas que solo buscaba diversión con ella después de todo lo que me ha costado?, claro que no. Lo primero será terminar el colegio luego recuerda que tengo una misión pendiente.
- ¿Misión?
- Lord Voldemort. Por eso también quiero ser auror. Aún tengo muchas cosas que hablar con ella, pero creo que será después de las vacaciones, ya que no pudimos hablar mucho estos días pasados, y anoche tampoco conversamos tanto.
- No puedo imaginar por qué. – respondió Ron con sarcasmo y le lanzó un cojín a Harry que le golpeó en la nuca.
Harry comenzó a reír y lanzó un contraataque. Lucharon con sus cojines hasta desplumarlos, pero tuvieron que dejar su pelea cuando Hermione entró a su alcoba a reprenderlos por aún no estar listos para partir. Ya que el tren los esperaba.

Capítulo 17.- Por siempre... tuya.

(NDA: contenido no apto para menores de 18 años)
- Sabía que te encontraría aquí… Harry.
Dijo Anny con voz suave y queda. Harry permaneció en silencio, sin saber que hacer o que decir. La chica se acercó un paso hacia él.
- Sé lo que debes estar pensando. – Agregó ella ante el silencio de Harry. – Yo no he venido a molestarte más.
- Anny…
- Déjame terminar – lo cortó ella, seria - No es… - suspiró unos instantes - …no es sencillo lo que te voy a decir. – Tardó un par de segundos en continuar. Entonces lo miró directo a los ojos – Tú, Harry Potter, siempre has sido muy fuerte, has logrado vencer tantas adversidades en tu vida, has logrado salir adelante pese a todo. Eres uno de los mejores hechiceros que conozco y te admiro. Aunque tu vida haya sido miserable tu jamás te volviste malo, ni cruel o despiadado, siempre has mantenido tu corazón limpio y con deseos de ayudar a los demás. – se detuvo otro instante. – Ahora sé que tú eres el heredero que tanto tiempo estuve buscando. Y no sé si fue una mala jugada del destino, o mi mala suerte, el hecho de que seas precisamente tú aquel a quien menos deseos tenía yo de conocer, porque sabía los peligros que le esperaban, y sabía que tenía un destino por cumplir lejos de todo lo que él más quería; sabía que no quería conocerlo para no darles todas esas terribles noticias y arrancarlo de la posible vida pacífica que pudiera estar viviendo. Fue por eso que, cuando supe que eras tú el dueño del Medallón, no quería creerlo, no quería que fueras tú, porque entonces ya no podría estar contigo por ese destino que tienes siendo el elegido. No quería que por mi culpa te descubrieran y te lastimaran. Deseé jamás haberte conocido ni haberme relacionado contigo para así jamás haberte puesto en riesgo. Pero me di cuenta que conociéndote o no, tu ya estabas en resigo, y en lugar de ayudarte, te estaba perjudicando. – Guardó silencio unos segundos mientras clavaba más la mirada en sus ojos verdes, se acercó otro paso a él. – Ya antes me lo habías dicho, si yo no estaba contigo podrías morir, decías que yo te daba fuerza. Si eso era cierto, lo único que he hecho con mi actitud es hacerte daño. Sé que ya es demasiado tarde para remediar mi error. Sé también que… jamás me perdonaras por no haber sido honesta contigo. Sé que… fui una tonta al alejarme de ti y por haberte hecho sufrir. Tú ya no mereces sufrir, menos por mí culpa.
- ¿A donde quieres llegar?
Anny suspiró profundo nuevamente, lo miró sin pestañear con los ojos más brillantes cada vez.
- Lamento todo que he hecho o he dicho. Lamento… lamento tantas cosas. Y solo quiero que sepas que tú has sido el único que me ha podido salvar del mundo horrible en el que vivía. Yo no soy tan fuerte como tú, Harry. Jamás pensé en conocer a alguien así, como tú, y no me gustaría quedar otra vez atrapada en mis pesadillas sin que supieras que… – su voz se quebró, y unas finas lágrimas surcaron sus mejillas – que ya no soporto ni un minuto más estar sin ti. – Comenzó a llorar amargamente, bajando la cabeza. – Ya nunca podré recuperarte porque sé que te he perdido para siempre… pero sin tan solo tú… – decía entre su llanto.
Entonces Harry lo comprendió. Sin pensarlo, se acercó a ella y le acarició una mejilla, enjugando sus lágrimas, levantó su rostro. En aquel instante Anny se abalanzó sobre él y lo abrazó por el cuello fuertemente. Harry la abrazó también, sintiendo su propio corazón latir de nuevo.
- ¡Perdóname Harry, perdóname por todo!
- Lo sé. – le murmuró Harry al oído.
- Oh, Dios, te extrañé tanto, Harry. - decía mientras lo aferraba con todas sus fuerzas – Jamás… jamás te dejaré ir otra vez. ¡Te amo tanto!
- Yo también te amo. Sentía que moría cada día al no poder hablarte, no poder estar contigo.
Se separaron un poco, se miraron a los ojos y Harry encontró aquella mirada que lo reconfortaba y le daba fuerzas para continuar. Se acercó lentamente a ella y cerrando los ojos, la besó dulce y apasionadamente.

Pasaron un buen rato escondidos tras el arbusto.
- Será mejor que regresemos al castillo, no tarda en oscureces. – Sugirió Harry muy a su pesar.
- No, - respondió Anny, quien se acurrucaba más en sus brazos – quiero estar contigo. Mañana iré a casa de mi padre y no te veré por dos largas semanas.
- Te escribiré.
- No quiero que me escribas, quiero verte, estar contigo. Al menos quedémonos una hora más.
- De acuerdo.
Repentinamente algo se movió a escasos metros de ellos, dentro del bosque prohibido.
- ¿Qué es eso? - preguntó Anny, mientras miraba en el bosque.
Los dos se acercaron para averiguar de lo que se trataba.
- ¡Pero que hermoso! - exclamó ella.
- No puede ser. ¿Qué haces aquí Buckbeak?
- ¿Lo conoces?
- Sí, es el hipogrifo de Hagrid. Debió haberse escapado, creo.
- Es muy bello. ¿Crees que se deje montar?
- Claro, ¿por qué?
La chica le sonrió y le dirigió una mirada de complicidad. Harry sabía que tramaba algo.
- ¿Qué te parece si damos un paseo?
- ¿Qué?
- Sí. Vamos, será divertido.
- Eh… bueno.
Anny hizo una elegante reverencia que Buckbeak respondió inmediatamente, entonces se dejó montar por ella de un salto y Harry la siguió, sentándose detrás de ella.
- Muy bien, Buckbeak, vamos a pasear. - dijo la chica.
El hipogrifo despegó magistralmente, llevándolos por un paseo sobre el bosque prohibido. Pasaron el castillo y lago. Poco a poco se fueron alejando del colegio. Entonces Harry sintió algo extraño, como si una barrera invisible se les aproximara.
- ¿Te das cuenta Harry, puedes sentirlo?, Dumbledor sí que tiene protegida la escuela.
- Sí tienes razón.
- ¡Mira, ahí, abajo, un claro! - exclamó Anny, olvidando campos de fuerza y protecciones.
En unos instantes descendieron a ese lugar. Desde ese claro, que estaba en la cima de una alta colina, podía verse la totalidad de lago que rodeaba al castillo. El cielo despejado de un tono rojizo comenzaba a ennegrecerse y la luna se dibujaba en el agua, acompañada por un creciente número de estrellas titilantes. Harry y Anny se sentaron bajo un gran árbol, para contemplar la vista.
- Hermoso, ¿no? - dijo la chica, mientras miraba a lo lejos. Harry en cambio, la miraba a ella.
- Es lo más bello que he visto. – contestó, sin apartar sus ojos de la chica. Anny volteó hacia él y se dio cuenta que la estaba mirando.
- Ni siquiera estás viendo el paisaje. - le dijo.
- ¿Quién está hablando del paisaje? - le respondió.
Anny le sonrió y empezó a sonrojarse un poco por el comentario.
- ¿Desde cuando eres tan romántico? - preguntó la chica aparentando seriedad.
- Desde que recuperé a mi novia. - contestó el chico con una sonrisa.
- Vaya. - dijo la chica mirándolo con la cejas alzadas en seña de incredulidad. - Solo dime desde cuando lo preparaste y me sentiré satisfecha.
- ¡¿Pero que dices?, esto ha sido espontáneo! - alegó Harry con aparente indignación. Anny lo miró con una serenidad que dejaba evidente su pensar. - Está bien, - agregó Harry, derrotado - Lo preparé durante el vuelo hasta aquí. Nunca se me ocurre nada romántico que decirle a una chica, así que…
Bajó la cabeza, avergonzado. Anny lo tomó de la barbilla y lo hizo fijar la vista en sus ojos.
- No necesitas preparar nada, me gustas tal como eres, aún y cuando olvides nuestros aniversarios y hables de otras chicas conmigo. Incluso con tu mal genio. Me gusta más tu charla casual y espontánea, ya sea de deportes o de lo que fuera, no importa el tema. Pero, si te hace sentir mejor, me gustó lo que dijiste, algo cursi, pero lindo.
- Por eso me encantas, porque no eres como las demás.
- Para que veas, eso sí es un cumplido. Y créeme que ya los extrañaba.
Ambos sonrieron. Harry se le acercó despacio y la besó en los labios de una forma dulce. Poco a poco, se dejaron llevar, hasta que terminaron recostados a la sombra de ese gran árbol. Harry sentía su corazón acelerado y ese calor, ya conocido, invadió todo su cuerpo. Quería hacerlo, estaba listo, pero, aún no estaba muy seguro, no quería presionar a Anny, ya que ese era un gran paso, sobre todo para ella. El chico comenzaba a besarle el cuello cuando, de pronto, se detuvo. Se enderezó un poco y la miró directo a los ojos.
- ¿Estás segura que quieres hacer esto? - preguntó.
Ella calló por un momento, luego dijo.
- Jamás he estado más segura en toda mi vida. - respondió, mirándolo a los ojos. - No me importa lo que pasó, o lo que vaya a suceder mañana, lo único que me importa eres tú y este momento, que estoy contigo. Estoy dispuesta a aceptar todas las consecuencias de mis actos, ya no soy una niña y sé lo que hago. Además, jamás había sido tan feliz y no quiero perderlo, quiero que dure para siempre.
Harry la besó y luego se separó otra vez.
- Hay otra cosa - dijo, algo nervioso, - yo…bueno, tu sabes que nunca he hecho esto antes.
- Lo sé, yo tampoco. No te preocupes, se que lo harás muy bien. Y más te vale. - dijo Anny, en broma. Harry se puso rojo, pero sonrió, mirando fijamente aquellos ojos café oscuros que tanto le enloquecían.
Pasó una mano acariciando sus cabellos y lentamente se recostó sobre ella otra vez, sus brazos la sostenían con fuerza contra su pecho; sus manos, como enredaderas, comenzaron a recorrer su cuerpo, con la ternura y delicadeza de alguien que acaricia una flor en primavera, tratando de despojarla del suave rocío de la mañana que la cubre. La sensación de escucharlo, de sentirlo tan cerca, la hizo estremecer y perderse aún más entre sus brazos. El ligero contacto de su piel… la brisa suave de su aliento deslizándose por su cuello… la delicada caricia de sus cabellos rozando su rostro, desataron en ella el deseo de un beso, un beso de aquellos exquisitos labios que tanto le gustaba probar, dulces como el néctar de las frutas y frescos como el agua de manantial; buscando la boca de Harry, la chica encontró aquellos complacientes labios acariciando su mejilla y, entregándose a ellos, se fundieron los dos en un profundo beso del alma.
Con una habilidad nunca antes probada, Harry fue bajando sus manos por el cuerpo de Anny, tentando sus brazos lentamente y pasando al interior. Poco a poco, fue abriendo su blusa hasta descubrir su pecho, acariciando con suavidad aquella región nunca antes explorada por mano ajena. Aventurando su boca y recorriendo con ella cada centímetro de su piel tersa, besó su cuello, sus hombros, su pecho; regresando de súbito a su boca, quitándole la respiración, mientras sus manos buscaban ahora más allá de sus piernas por debajo de su falda, y con suaves caricias, solo obedecía a su impulso animal.
Despacio, se fueron despojando de sus vestiduras el uno al otro, hasta quedar sin nada más sobre ellos que las túnicas del colegio, que jugaban el papel de gruesas sabanas, resguardándolos del mundo exterior, y la copa de ese árbol que los escondía a los ojos del cielo nocturno.
(Esos espíritus ardientes sabían lo que se avecinaba, un mar de emociones dentro de su ser comenzaba a despertar en una estruendosa tormenta que los ahogaba de excitación. La noche vestida de estrellas les dio rienda suelta a su más grande pasión y, con sus voluntades conectadas, no hizo falta decir nada más…)
Ella sentía el peso de él sobre su cuerpo, firmemente ajustado entre sus piernas, fuerte y viril, estaba listo… Él sentía la delicadeza de su fina figura debajo, vibrando de vez en vez entre sus brazos, olvidando el miedo y la timidez, estaba lista…
Anny lo abrazó silenciosa y abandonó su voluntad, mientras Harry se abrigó en ella con fuerza y, en medio de la noche, se fundió en su cuerpo, suave y fuerte a la vez, como la hoja fría de una espada que penetra lentamente la carne viva del enemigo, rasgando sus tejidos hasta hacerlos sangrar; hundiéndose cada vez más, como alguien que clava profundo los dientes en el fruto prohibido, adentrándose en su ser y en su vida como nadie lo había hecho antes, llevándola hasta la más sublime de las emociones jamás experimentadas por una mujer, formando parte de ella ahora y para siempre…
Luego de ese instante, los segundos comenzaron lentos y suaves, como su movimiento de vaivén sobre ella, quien se aferraba a él con todas sus fuerzas al sentir desgarrarse desde el interior. En sus ojos comenzaron a brillar más las estrellas cuando Harry la embistió enérgicamente, haciendo de ese movimiento compulsivo y salvaje de sus caderas un sacudimiento aún más vehemente, mientras su respiración se hacía cada vez más honda y su corazón acelerado aumentó aún más la velocidad, haciéndolo jadear… gemir. Su sangre caliente corría tan rápido por sus venas que lo hacía arder, sus músculos estaba en total tensión y su piel erizada y sudorosa.
Mientras tanto, la respiración de Anny era más profunda y ahogada a cada segundo, al mismo tiempo que todo su cuerpo temblaba cual tierra virgen a punto de explotar, un volcán en erupción al sentirlo hundirse con mayor fuerza cada vez. Su rostro expresaba muecas de dolor y delicia entremezclados, como un grito contenido apunto de desbordarse en un gemido de dolor y éxtasis. De pronto, de sus labios escapó un débil sollozo pueril al tenerlo dentro, y finas lágrimas resbalaron por sus mejillas, mientras se atrapaba en su cuerpo, ahogando el llanto contra su pecho.
Harry la sintió sacudir tan violentamente debajo de él, que se vio forzado a parar por un instante.
- ¿Quieres… que… me detenga? - dijo entre jadeos.
- No… no te detengas… no ahora. - contestó Anny con voz sofocada y respiración agitada, mientras se asía más fuerte a él para soportar el dolor.
Harry la besó dulce y profundamente antes de continuar, elevando un poco más su ritmo. Entretanto Anny, sumergida en ese océano tormentoso de éxtasis, arqueaba su espalda con cada ataque, que hacía parecer que todo su cuerpo estuviera a punto de romperse, cada fibra de su organismo se quemaba al contacto de su calor creciente y que la consumía. Ella lo sentía tocar el punto más hondo de su ser, lo sentía sobre ella, a su alrededor y dentro de ella una y otra vez, llevándola más allá de la razón y la locura.
En el clímax de la pasión, cuando ya no pudo contenerse más, Anny estalló en un grito amortiguado, aprisionando a Harry entre sus brazos y piernas con fuerza tal para sobrellevar aquel tornado de impetuoso placer y sufrimiento, dejando escapar luego un largo y agotado suspiro, al soltar su cuerpo, cual navío que se deja llevar a la deriva por la suave calma de la marea después de la tormenta…

Pasada ya la tempestad llegó la calma, y después de aquella oleada de brío y férvida pasión, Harry, que lucía exhausto, respiró profundamente y recostó un momento su cabeza sobre el pecho de Anny, antes de tenderse a su lado. Como su naturaleza se lo indicaba, tenía la necesidad de alejarse, pero no lo hizo, se quedó junto a ella, que aún seguía sumergida en un mar de emociones y sensaciones. Harry la abrazó tiernamente, para que se sintiera protegida y acompañada. Anny se lo agradeció intensamente con una simple mirada y sonrisa que decían más de lo que con palabras se pudiera expresar. Poco a poco, bajo la luz titilante de las estrellas, se fueron quedando dormidos, abrazados. Y Harry sabía que ahora nada podía separarlos, de ahí en adelante ella sería… por siempre suya.

Capítulo 16.- Trsite soledad.

Harry salió al aguacero torrencial y sintió como miles de gruesas y frías gotas comenzaban a empapar sus ropas y mojar su cuerpo. Gritó inútilmente su nombre, pero ella ya no contestó, gritó nuevamente y la respuesta fue la misma, el silencio; ella se había ido, había desaparecido entre la gruesa y pesada cortina de agua. Harry permaneció buscándola por la montaña un buen rato, pero sin mucho éxito. Ya estaba helado hasta los huesos cuando se resignó a que ahí no la iba a encontrar, así que no encontró mejor cosa que hacer que ir de regreso con el grupo, esperando que Anny se hubiera regresado también. Corrió hasta llegar a las Tres Escobas, donde se encontraba el resto de los alumnos. Al entrar la buscó con la mirada, esperanzado de verla, pero no la encontró, en cambio sí se percató de los numerosos cuchicheos y conversaciones privadas en cada mesa del lugar. Según pudo escuchar, todas tenían el mismo tema principal: Parvati y Lavander, y su escandalosa exhibición. Todos estaban tan metidos en sus pláticas que fue poca la atención que le pusieron a Harry cuando entró al local todo empapado.

- ¡Aquí! – lo llamó Hermione a una mesa, la más alejada de la muchedumbre murmuradora. Harry alcanzó a sus amigos y se sentó frente a ellos, tiritando.
- Mira nada más cómo vienes. – exclamó su amiga, y con un elegante movimiento de su varita y sin pronunciar palabra alguna, Harry quedó completamente seco.
- ¿Cómo te fue? – Preguntó Ron - ¿Ya te dijo porqué se comportaba así?
- Bueno, sí, pero pasaron muchas cosas también. – dijo Harry. – Sí me dijo porque se comportaba así conmigo, pero…
- ¿Pero? – indagó Hermione.
- Ahora sí se acabó definitivamente. – exclamó con un dejo de tristeza y resignación.
- ¡¿Qué?! – Dijeron sus amigos - ¿Por qué?
- Pues, es complicado, y no creo poder decírselos aquí, pero la cosa es más grave de lo que imaginaba.
- ¿Tiene que ver con… Voldemort? – preguntó en un susurro Hermione.
- No necesariamente, pero sí con Velda y Winslow.
Ron y Hermione se petrificaron al escuchar la declaración.
- Mejor esperemos a regresar al colegio. – Sugirió el muchacho – Por cierto, ¿han visto a Anny por aquí de casualidad?, lo que sucede es que se salió corriendo después de que hablamos y ya no la he visto.
- ¿Se salió con este aguacero?
- Sí. Créeme, ella quería alejarse de mí lo más rápido posible.
- Pues aquí no ha venido.
Harry suspiró como derrotado y con la cabeza gacha. El resto de la tarde se la pasó mirando la muchedumbre entrar y salir del local hasta que llegó la hora de regresar al colegio nuevamente. Incluso cuando ya venían con el grupo, buscó por todos lados por Anny, pero no venía con ellos. Harry se acercó a la profesora McGonagall para preguntar sobre su paradero.
- La Srta. Waller – contestó la maestra ante la interrogativa del muchacho – se marchó al castillo hace un buen rato, no se sentía muy bien y el Sr. Filch la llevó de vuelta.
- Ya veo – respondió Harry con resignación – gracias profesora. – Y se marchó de nuevo con sus amigos para contarles lo sucedido.

Ya una vez que llegaron y estuvieron en su sala común, esperaron a que todos se fueran a dormir para que Harry pudiera desahogarse con sus dos mejores amigos.

- Entonces… - Hermione fue la primera en hablar - ¿explícanos que fue lo que sucedió?
- Sí – agregó Ron - ¿Por qué se portaba tan arisca contigo, si no le hiciste nada?, ¿y porque ahora ya no quiere nada de nada contigo?
- Bueno, - comenzó a explicar Harry – la razón por la que no me había dicho nada, a mí ni a nadie más fue porque hizo una promesa inquebrantable de no revelar nada a nadie, más que a la persona correcta.
- ¡¿Una promesa inquebrantable?! – Exclamó Hermione, asombrada – Eso lo explica todo. Por eso no te había dicho nada.
- ¿Es muy grave romper esa promesa? – preguntó Harry.
- Mucho, – respondió Ron – puedes pagarlo con tu vida.
- Bueno, – continuó el muchacho – yo le pedí que no me dijera nada, pero ella insistió, me dijo que ya había roto su promesa y que no podía echarse para atrás. Anny buscaba en secreto a un perdido heredero al que debía entregarle algo de mucho valor y poder, toda su familia por generaciones lo han buscado.
- ¿A quien buscaba?
- Al heredero de Naráva.
- O sea… - dijo Hermione mirando a su amigo, entendiéndolo todo.
- Sí, a mí.
Ron y Hermione quedaron estupefactos ante la revelación.
- Anny me buscaba a mí sin saberlo, además ha tenido con ella desde siempre la parte que me faltaba del Medallón de Naráva. Ella no quería encontrarlo porque sabía que le daría malas noticias. Le diría que él tendría un gran poder que muchos deseaban y que lo podrían llegar a matar para obtenerlo. Durante mucho tiempo grandes y poderosos enemigos la estuvieron acosando para quitarle ese poder que le pertenecía al heredero, pero ella se resistía. En estos últimos meses, sus fuerzas menguaron de tal forma que ya no lograba detenerlos, la acosaban en sueños y la amenazaban de muerte. Ella quería mi ayuda para encontrarlo, pero jamás pensó que yo era aquel a quien tanto buscaba pero que no deseaba conocer. – se detuvo un instante. – Cuando se enteró que yo poseía la otra mitad del medallón y que era el heredero, se puso histérica, diciéndome que ya jamás podríamos estar juntos, y fue cuando me dio la otra mitad del Medallón de Naráva y se marchó corriendo. Intenté detenerla, pero ya no la encontré.
- Vaya – exclamó Ron.
- Pero también mencionaste a Winslow. – agregó Hermione. – ¿Qué tiene que ver él con todo esto?
- Bueno, solo creo que también él tiene algo que ver. Hace unos meses, antes de las vacaciones, Winslow me propuso que le ayudara en una misión, para esto, Anny ya me había hablado de él, me dijo que era un poderoso nigromante y que había sido, hace años, aliado de su madre.
- ¡¿Qué, qué?! – exclamaron casi en un grito Ron y Hermione.
- ¡Sshh! – intervino Harry – Van a despertar a alguien.
- Es que… no lo puedo creer, ¡Winslow aliado de esa horrible bruja!
- ¿Y Dumbledor lo sabe?
- Anny me dijo que sí, que ella misma se lo contó.
- ¿Para qué misión te necesitaba?
- No me lo dijo claramente, pero sí me dijo que a cambio me enseñaría cosas muy poderosas en la magia antigua.
- ¿Aceptaste?
- Claro que no. Anny me había hecho prometer que no me le acercaría siquiera, y de cualquier forma, me dio mala espina aquella proposición. Cuando regresamos de las vacaciones y hable con Anny, me dijo que Winslow, cuando fue amigo de Velda, fue con ella a una misión importante, muy secreta, y que luego de ella, desapareció sin dejar ningún rastro. Velda estaba furiosa y lo quería muerto. Me dijo también que Winslow encontró la llave de la inmortalidad y que por eso desapareció, hasta ahora.
- ¿La… llave de la inmortalidad?
- Velda la quiera ahora para dársela a Voldemort. Además creo que Winslow sabe que ella tenía el medallón y pienso que también lo quiere para poder acceder a ese poder porque, según Anny, necesita de algo muy poderoso para poder conseguir esa inmortalidad. Pienso que el Medallón puede ser esa llave.
Al final del relato Ron y Hermione no sabían no que decir.
- Es, simplemente increíble lo que nos acabas de contar.
- Bueno, - dijo Ron - al menos ambos se ahorraron un buen montón de problemas. Tú querías la otra mitad del medallón y a ella le urgía encontrar el heredero.
- ¡Que insensible eres Ronald!, no ves que Veranna ya no quiere estar con Harry por eso. Además es una nueva carga para Harry. – Entonces se dirigió al muchacho – Si a ella le pesa tanto que tu seas ese heredero es por que te ama de veras. Ahora solo debes convencerla de que tu condición no te impide estar con ella. Ser ese heredero no puede ser peor que el único con el poder de derrotar al señor tenebroso, ¿o sí?
- Pues no, pero ya no importa que trate de hablar con ella. Cuando se le mete una idea en la cabeza, nadie la saca de ahí. La creo capaz hasta de dejar el colegio con tal de alejarse de mí.
Ron y Hermione intercambiaron miradas de tristeza ante la declaración de su amigo.
- Bueno, bueno – dijo Ron de repente – solo por esta ocasión.
- Por esta ocasión ¿Qué? – preguntó Hermione.
- Solo por esta ocasión ayudaremos a Harry
- ¿Ayudarme? – preguntó, confuso.
- Sí. Hablaremos con ella y la convenceremos. No te puede dejar así como así.
A Harry se le iluminó el rostro. Les agradeció a sus amigos por todo ese apoyo. Ya eran casi las 2:00 de la mañana cuando los tres decidieron irse a dormir, Harry con una nueva esperanza de recuperar a su novia.

Al pasar de los días, la situación no iba cambiando para nada. Ron lo intentó una semana y por todos los medios, pero rápidamente se hartó de la actitud de la chica, quien ni siquiera le prestaba atención a lo que decía. Hermione también lo intentó, pero Anny siempre se le escapaba o no la dejaba hablar. Con el tiempo, Harry fue perdiendo las esperanzas. Cada vez que se acercaba a ella, Anny hacía todo lo posible por alejarse, incluso acepto la molesta compañía de Malfoy, quien la acompañaba a todos lados y no paraba de alzarse el cuello diciendo que le había robado la novia a Harry Potter, cosa que al pobre muchacho lo destrozaba sin piedad.
La mayor parte del tiempo Harry se la pasaba triste y melancólico. Sus amigos querían animarlo, pero él se resistía, prefería estar sumido en una triste soledad, vagando por los corredores sin mayor compañía que sus propios pensamientos. Las clases eran incomprensibles, los recesos aburridos, la vida misma se mostraba tediosas. Asistir casi todos los días con ella a las mismas clases lo aniquilaba lenta y dolorosamente, sobre todo cuando ella se sentaba a su lado, estando tan cerca de él y a la vez dejando su corazón tan lejos. Pero, a pesar se esa terrible situación, en esos desesperados momentos, aún había pequeños instantes en los que Harry encontró los ojos de la chica que lo observaban como antes, cuando nada malo ocurría entre los dos y con solo la mirada podía entender sus pensamientos, pero esos escasos segundos siempre se desvanecían en la expresión decidida e inexorable de la chica de no hablarle más.

Así pasaron semanas hasta que llegó marzo, y con él la primavera. Y, aunque en el colegio la mayor parte de los alumnos se mantenían tranquilos en el agradable clima y distraídos por la carga de deberes que les imponían, no podía evitarse del todo enterarse de lo que ocurra fuera. Matanzas, desapariciones, torturas, más y más familiares de alumnos eran victimas de las atrocidades de Voldemort y Velda. Todos deseaban que las vacaciones de pascua llegaran ya para poder regresar a ver a sus familias.

Dentro de todas aquellas terribles cosas hubo una que llamó la atención de Harry y lo distrajo momentáneamente de su aguda melancolía.
- ¿Qué dice el diario?
- ¿Quién desapareció esta vez?
- No desaparecieron, sino que fueron encontrados, miren. – la chica comenzó a leer.

“Remulo Duhnan, importante miembro del Departamento de Cooperación Mágica Internacional y del Wizengamont, fue encontrado muerto en las afueras del Galstonbury, al sur del país, junto con su esposa media sangre, Magda Duhnan. Al parecer fueron victimas de la maldición de muerte, porque no se encontraron marcas o lesiones físicas, pero no se descarta que hayan sido torturados por otras maldiciones y/o pociones para obtener información de ellos. Esta pareja había sido secuestrada hacía varios meses y no se tenía idea de su paradero. También los familiares muggles de la familia habían sido asesinados hace casi dos años. Aparentemente, la importancia de esta familia radica en la información que éste hombre guardaba acerca del Departamento de Misterios, información que se tiene celosamente resguardada en el ministerio de magia y no se nos ha querido revelar a los medios de comunicación…”

- ¿Qué opinan?
- Que el pobre ya chupó faros – Ron.
- Que gracioso Ron, Harry, ¿tú que dices?
- Glastonbury. – Dijo, meditando – Anny mencionó ese lugar, creo que lo conoce, de su infancia. Le trae malos recuerdos. Su abuelo nació ahí.
- Es un lugar con muchos antecedentes mágicos, como la Isla de Ávalon. – explicó Hermione.
- ¿”La Islas de Ávalon”? – preguntaron los muchachos al unísono.
- Sí, de verdad, no puedo creer que a estas alturas no se pongan a leer algo de historia de la magia, aunque ya no lleven la materia.
- Discúlpame la vida – exclamó Ron exasperado por el sermón – pero piensas explicarnos o nos dejarás con la duda.
- Debería dejarlos con la duda para que se pusieran a buscar ustedes mismos. – pero la chica recapacitó al ver la expresión del pelirrojo que le decía claramente “ni lo sueñes”, entonces decidió decirles. – Es una leyenda muy antigua que habla del mundo de los muertos, se supone que ahí se encontraba, pero obviamente el lugar no es una isla.
- ¿Lugar de los muertos?
- Sí, y que tiene una entrada secreta, pero numerosos magos expertos la han buscado y no existe. Es un lugar mágico por su historia, ya que ahí habitaron por mucho tiempo la civilización celta, que tenía grandes y poderosos magos-sacerdotes que practicaban magia antigua.
- Pues me gustaría conocer ese lugar. – dijo Ron con convicción.
Harry no comentó nada, solo se quedó meditando en las palabras de su amiga con respecto al lugar. Algo había en esa historia que podría ser cierto.

Continuaron avanzando los días entre tareas y ejercicios. Los de 7° no tenían ni un instante de descanso por los EXTASIS que se avecinaban. Si a eso le sumamos los entrenamientos de Quidditch y tareas extras, no había tiempo a veces ni para comer. Al menos toda aquella carga de trabajo hacía que Harry no tuviera tiempo ni energía para sentirse abatido. Finalmente ya se acercaban las vacaciones de pascua y con ellas la excitación se salir y ver a sus familias.

El día previo a que salieran, el clima primaveral era cálido y agradable, perfecto para que todos aquellos enamorados, como Ron y Hermione, salieran del castillo y dieran un largo paseo por los jardines, algunos para despedirse de su pareja que no verían en dos semanas, otros, como Ron Weasley, para prepararse psicológicamente para lo que serían sus más difíciles vacaciones hasta el momento, ya que Hermione lo había convencido de pasar esas dos semanas en su casa, para conocer a sus padres, para Ron eso solo significaba una cosa: compromiso, y eso le aterraba.
Todos parecían estar felices y contentos, con mariposas volando a su alrededor y la brisa suave cantando en sus oídos, todos disfrutaban el ambiente romántico menos una persona: Harry. El pobre muchacho pensaba que ya no podía sentirse más miserable que en ese momento. Él también se encontraba fuera del castillo. Adentro parejas despidiéndose, afuera también, él jamás imaginó ver tanto amor a su alrededor y él, como grinch. Hacía semanas que no hablaba con Anny. La extrañaba demasiado que ya no soportaba ir a las mismas clases que ella sin dirigirle la palabra.
Harry caminó por los jardines, ya que era tarde para regresar al castillo. Caminando, finalmente llegó a la orilla del lago más cercana al bosque prohibido y se escondió detrás de un arbusto. Desde ese punto podía ver como Hermione animaba a Ron al otro lado del lago, el pelirrojo tenía un tinte verdoso que se agravaba conforme se acercaba la hora de partir. Harry sintió tanta envidia de ellos.
Pasó un buen rato, faltaba poco para el atardecer y Harry decidió regresar de nuevo al castillo, triste y melancólico, a pasar otras vacaciones alejado de Anny, quien creía haber perdido para siempre. Pero en ese momento, al levantarse y comenzar a caminar hacia el castillo, alguien ya se encontraba bloqueándole el paso.
- Sabía que te encontraría aquí…

Capítulo 15.- El secreto de Anny.

Finalmente ya iban de vuelta al colegio. Harry buscó en el tren, pero ella no lo abordó. Al llegar al castillo, esperaba impaciente porque ella se apareciera en el Gran Comedor, pero eso nunca ocurrió. Aquello solo significaba una cosa: Anny no había vuelto al colegio con el resto de los alumnos.

Llegó la mañana siguiente. Harry permanecía frente a su plato de cereal moviéndolo con la cuchara pero sin probar bocado. Su mano izquierda sostenía con descuido su cabeza, que oscilaba sutilmente para distraerse, mientras la avena se mezclaba más y más hasta quedar como una pasta amorfa parecida al pegamento. Sin más por que seguir moliendo su desayuno, Harry decidió abandonar el comedor y dirigirse a su primera clase. El chico venía tan absorto en sus zapatos y sus pensamientos, que no se dio cuenta de quien cruzo su camino. Solo fue hasta que percibió su aroma y su esencia, que se percató de que Anny había regresado. Ella se dirigía a la misma aula que Harry y, como de costumbre, iba sola. Harry corrió y la alcanzó en un vacío corredor, bloqueándole el paso. Ella lo miró sorprendida y abstraída al mismo tiempo. El chico quiso hablar, pero en lugar de eso la abrazó fuertemente. Inesperadamente para Harry, ella se aferró a él con tal fuerza que la sintió temblar. Entonces comenzó a sollozar.
- Tranquila. - susurró Harry. Y la condujo fuera de la vista de los alumnos que comenzaban a llegar, logrando entrar en el baño de chicas del segundo piso, Harry sabía que nadie los vería ahí, siendo aquel lugar un sitio que nadie visitaba por su peculiar y estruendosa habitante, que en aquel momento parecía no encontrarse ahí.
- Está bien - le murmuraba Harry al oído - ya estoy aquí, tranquila.
La chica terminó sentándose en el suelo con Harry a su lado. Pasó un buen rato antes de que ella pudiera pronunciar palabra. Harry solo había estado en silencio haciéndole compañía.
- ¿Ya estás mejor?
- Sí.
- Anny…
- Perdón, Harry. Yo no quería preocuparte, pero… ya no puedo más… tengo miedo. - su voz sonaba como él nunca la había escuchado, llena de verdadero terror.
- ¿Miedo de qué? - preguntó el, asustado por el tono de sus palabras.
- De perder el control y que todo se salga de mis manos.
- ¿De qué hablas?
La chica suspiró profundamente.
- Sé que no tengo cara para decirte que me cuentes todo si yo nunca he sido honesta contigo, no completamente. Pero existe de verdad una razón muy poderosa para no haberte involucrado antes. Ahora ya no puedo sola y tengo miedo, sobre todo desde que Winslow llego a Hogwarts.
- ¿Qué tiene que ver él aquí?, ¿Es por lo de la dichosa misión?
- No. Él tiene más que ver de lo que te imaginas. - La chica contuvo un segundo la respiración antes de comenzar. - Él fue un gran aliado de mi madre por mucho tiempo, eso ya lo sabes, lo que no sabes es que luego de una misión, que no sé cual fue, desapareció sin dejar rastro, como si se lo hubiera tragado la tierra. Mi madre estaba furiosa con él y lo buscó durante mucho tiempo con la plena intención de matarlo. Pero nunca lo encontró, y no apareció sino hasta ahora. Él no es un mago cualquiera, es más poderoso de lo que te puedas imaginar, él ha descubierto la verdadera llave de la inmortalidad.
- ¡¿Qué?!
- Sí, sabe como conseguir la inmortalidad, pero también sabe que no está a su alcance, sabe que necesita otra cosa que ha tratado de encontrar desde siempre para ser infinitamente poderoso. Yo creo que por eso desapareció sin dejar rastro, y por eso mi madre lo quería muerto.
- ¿Sabes lo que busca?
La chica se quedó callada. Harry lo interpretó como un 'sí'.
- Prométeme que aceptarás solo lo que te pueda decir, por el momento. - Harry miró atentamente a la chica - ¡Promételo! - insistió ella.
- De acuerdo. Pero primero que nada, quiero saber algo, dime ¿Por qué te lanzaste al lago antes de las vacaciones?
- ¿Me lancé al lago? - preguntó extrañada.
- ¿No lo recuerdas?
- Pues creo que no. Recuerdo mi pesadilla, pero no que me lancé al lago. De lo último que tengo noción es de haber despertado en una sala de San Mugo un día después de que saliéramos, y mi padre ya me esperaba pare llevarme a casa.
- ¿En serio?
- Sí.
- Es extraño que no lo recuerdes. Tal vez todavía estabas dormida y eras sonámbula. ¿Que fue lo que soñaste?
- No quisiera hablar de ello, pero tengo que hacerlo. Ahora tengo que ser honesta contigo. Cada noche que me voy a dormir sueño que me encuentro frente al lago, a punto de meterme en el agua mientras escucho la voz de una mujer que me llama desde lo más profundo. Tú estas a mis espaldas y tratas de detenerme, pero no logras alcanzarme y yo caigo en un abismo negro, terminando en un lugar oscuro y frío. Extrañas figuras de humo me comienzan a rodear y una de ellas intenta entrar en mi cuerpo por mi nariz, como si yo la respirara, pero comienza a ahogarme hasta que caigo derrotada y… muerta. Suena loco, pero si Aradia no me despierta a en una de aquellas ocasiones, siento que ya no estaría aquí.
- Pero, ¿cómo puede ser eso?
- Me han sucedido sueños raros desde aquella ocasión que entré al Valle de las Sombras por ti, pero ahora es mucho peor, mis sueños parecen realidad. Temo que algo haya salido mal y ahora esté pagando las consecuencias.
- Claro que no. Nada pudo salir mal.
- No lo sé, pero me aterra el pensarlo siquiera. Me aterran esos sueños. Me aterra… me aterra…
La chica ya no continuó. Fijó su mirada al espacio como recordando algo muy lejano; luego de unos segundos se cubrió la cara con las manos, como si tratase de protegerse. Harry la abrazó sin siquiera pensarlo, haciéndola sentir segura.
- Aquí no puedo decirte nada. Tenemos que salir del colegio.
- Pero los mortífagos siguen haciendo estragos en todos lados, las familias han comenzado a sacar a los demás alumnos del colegio, creen que ya ni Hogwarts es seguro. Además, en la ciudad todo se ha convertido en un caos completo.
- No es ni la mitad del caos que se hará cuando todo comience de veras.
- Bien, lo hablaremos en Hogsmead, este fin de semana. Pero ahora debemos ir a la clase, sino nos ganaremos un castigo.



Habían pasado varios días desde que regresaron al colegio y Harry no podía estar más ansioso por que llegara aquel fin de semana, ya que aquella nublada y fresca tarde de enero, y pese a las grandes mediadas de seguridad que los acompañarían a la villa de Hogsmead, él y Anny habían quedado en separarse de su grupo y buscar un lugar tranquilo donde pudieran hablar sin restricciones acerca de aquello que mantuvo a la chica tan lejos de Harry por tanto tiempo.
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- Les advertimos – decía McGonagall al grupo reducido de alumnos que se encaminaban ala villa – que al menor indicio de comportamientos sospechosos TODOS regresaremos al castillo inmediatamente, así que les sugiero que se queden en grupos grandes y no se separen, también acudan a las tiendas concurridas, aquellas que aún están abiertas. Bien, ¡vamonos!

Harry y Anny caminaban al final del grupo. Ron y Hermione les ayudarías a encontrar el mejor momento y lugar en el que pudieran desaparecer. Finalmente, todos los alumnos se conglomeraron en las Tres Escobas, Harry cargaba su capa de invisibilidad en una mochila, pero gracias a Parvati y Lavander y su escandalosa discusión por un chico de Ravenclaw, ni siquiera hubo necesidad de sacarla, tranquilamente lograron salir del local sin ser vistos.

Harry llevó a Anny a una cueva en la montaña, misma en la que alguna vez se encontrara con Sirius en 4° grado. Al llegar, encontraron gran cantidad de rocas por doquier y varios derrumbes, entonces Harry recordó que Grawp, el hermano menor de Hagrid, había pasado ahí algún tiempo. Inesperadamente comenzó a llover fuertemente, cosa que no los sorprendió, ya que el día había estado cargado de grandes y pesadas nubes negras que presagiaban casi una tormenta. Entonces, mientras el muchacho encontraba lugares donde sentarse, Anny deambulaba cerca de la entrada, observando la lluvia caer. Ella estaba inusualmente silenciosa y pensativa con sus ojos fijos afuera.
- Esto servirá para sentarnos – dijo Harry a Anny acercando un par de rocas no tan escarpadas. La chica volteó y se acercó, para sentarse frente a él.
Harry encendió una pequeña fogata con su varita y comentó algo para romper aquel silencio.
- Vaya, lugar destrozado. ¿Sabías que Hagrid trajo aquí a su hermano, un gigante sin muy buenos modales?, mira como dejó el lugar…
- No lo sabía, Harry – exclamó ella, mirándolo directo a los ojos. – Lo único que sé es que ya es hora de ser sincera contigo de una vez por todas.
A Harry le sorprendió que ella iniciara la conversación de aquella forma, tan rápida.
- Estoy poniéndote en un riego terrible, – agregó – al igual que a mí, pero lo tienes que saber. Tal vez esto provoque mi muerte prematuramente, pero aún así te diré la verdad, ya que ahora necesito de tu ayuda más que nunca.
Harry se asustó al escuchar aquellas palabras.
- ¿Qué quieres decir con tu 'muerte prematuramente'?
- Que hice un juramento, una promesa inquebrantable, de no revelar a nadie lo que estoy a punto de decirte, aunque mi vida dependiera de ello. Por magia estoy atada a no decir absolutamente nada, solo a la persona correcta, que aún no he encontrado. Por eso no podía decírtelo antes.
- Si es así, no quiero saber nada. Si vas pagar con tu vida revelar ese secreto, no quiero saberlo. - respondió Harry, inquieto, pero ella lo miraba decidida.
- Ya es tarde Harry, ya he roto mi promesa, ahora tendrás que escucharme.
Anny se detuvo un instante. Respiró profundo y comenzó.
- Primero debo comenzar por el origen de todo.
- ¿El… origen de todo?
- Sí. Fue hace más de 1500 años, cuando existió un hechicero aprendiz llamado Merobe, él conoció a un gran mago, de habilidades casi perfectas y gran conocimiento de la magia antigua, ese mago se hacia llamar Cathba Naráva, el "León de Fuego".
Harry quedó sorprendido al escuchar aquel nombre.
- Ese mago - prosiguió Anny - accedió a enseñar a Merobe todo lo que sabía, así que este chico se convirtió rápidamente en un gran hechicero, casi tan hábil como su maestro. Naráva siempre cargaba consigo un hermoso Medallón de oro puro hecho por él mismo, el cual era inmensamente poderoso. A Merobe siempre le pareció muy bello y muchas veces tuvo la tentación de tenerlo, pero nunca se atrevió a quitárselo a su maestro, por cariño y respeto hacia éste. Naráva sabía que lo deseaba, al igual que muchos otros magos, la mayoría tenebrosos. Entonces, uno de esos magos llamado Vercingeth, logró encontrar la forma de arrebatarle el Medallón a su legítimo dueño. Pero fue Merobe el que alertó a su maestro y lograron evitar que lo robara, pero Vercingeth atacó a Naráva cuando dejaba su casa al lado de su familia, una muggle y su hijo. Vercingeth atacó a Naráva con un poderoso maleficio que chocó contra el Medallón, partiendo por la mitad y rebotando hacia él, matándolo al instante. Ese medallón logró que Naráva no muriera al instante, pero sí lo dejó herido de gravedad. Antes de desfallecer, Naráva decidió que ese Medallón sería demasiado peligroso si caía en manos equivocadas, y ya no tenía fuerzas para restaurarlo y esconderlo él mismo, así que pensó que sería mejor dejar las piezas separadas, ya que así no sería tan grande su poder y sería más difícil encontrarlo. Le entregó una mitad a su hermano menor para que la resguardara bajo poderosa magia y sortilegios. La otra mitad se la entregó a su hijo de 10 años para que lo protegiera, y dejó a su hijo a cargo de Merobe, para que lo cuidara y tratara de enseñarle un poco de magia, ya que el muchacho era un squib. Entonces Naráva cayó en un sueño muy profundo, como si estuviera muerto, pero aún no, porque su corazón latía con fuerza. Aquel sueño era tan poderoso que ni siquiera Merobe fue capaz de despertarlo. Por muchos días lo cuidaron esperando a que abriera los ojos, pero nunca pasó. Fue en una noche, cuando todos dormían que Naráva desapareció. Nadie sabe si despertó y se fue, o si se lo llevaron, simplemente desapareció. Con el paso de los años el hijo de Naráva creció, mas nunca aprendió ni una pizca de magia, así que pensó que él era presa fácil para que le quitaran su mitad del medallón, entonces se la dejó a Merobe pidiéndole que la guardara hasta que alguno de su descendencia tuviera el poder de manejarlo, aquel que heredara la magia de su padre. Pasó el tiempo y ninguno de sus hijos tenía habilidades mágicas, así que Merobe pasó el medallón a sus propios descendientes, que han buscado a ese heredero desde entonces. - paró un instante - Por línea directa, mi abuelo es heredero de Merobe, al igual que mi madre y yo. Pero mi madre desde niña quería tener ese medallón tan poderoso, así que mi abuelo nunca le reveló donde lo escondía. Cuado cumplí los 11 años, antes de que me llevara mi padre con él, mi abuelo me reveló ese secreto, haciendo una promesa inquebrantable y me dijo que, cuando llegara el momento, me daría el Medallón. En la noche previa a que Velda y Voldemort atacaran mi colegio, mi abuelo me entregó la mitad del Medallón de Naráva. Ahora lo conservo en mi poder, y solo al legítimo dueño le puedo decir esto, a él y a nadie más, ya que si lo divulgo, me quitarán esa mitad y encontrarán a ese mago. Además existen poderosos enemigos que lo quieren encontrar para eliminarlo y obtener su gran poder. Ese Medallón esconde algo que ni mi abuelo, ni siquiera Merobe y el hijo de Naráva conocían, un secreto importante. Por eso, hay terribles enemigos que lo quieren, no solo por su poder, sino por ese secreto. Esos enemigos ya saben que yo lo tengo y me han atacado en sueños, me persiguen y amenazan. Están acabando con mis fuerzas para poder quitarme el medallón.
- ¿Qué enemigos?
- Mi madre. La única razón por la que no me ha asesinado es porque no le he revelado donde lo tengo, o cómo puede obtenerlo. Ahora le ha prometido a Voldemort que se lo entregaría para hacerlo infinitamente poderoso y poder conseguir la inmortalidad y… matarte. Necesito encontrar a ese heredero pero ya, antes de que de que ellos acaben conmigo. Por eso necesito de tu ayuda. Aún no tengo herederos a quien dejarles el medallón y tú eres el único en quien confío. Sé que te pido demasiado, tú tienes tus propios problemas, pero si no estuviera desesperada, no te lo pediría. Necesito encontrar al Heredero de Naráva cuanto antes para entregarle lo que es suyo por derecho, antes de que sea demasiado tarde. ¿Entiendes lo que te digo?
- Sí, te entiendo.
Harry permanecía en shok. No podía creer lo que acababa de escuchar. Anny se alejó un poco de él, yendo hacia la entrada de la cueva, mientras afuera continuaba el fuerte aguacerazo.
- ¿Qué harás cuando encuentres al heredero? – preguntó Harry.
- Entregarle lo que le pertenece y advertirle que corre un gran peligro.
- ¿Traes ahora el Medallón contigo?
La chicha introdujo su mano al interior del cuello de su túnica y sacó una cadena de la que pendía increíblemente la otra mitad del Medallón que tanto Harry deseaba encontrar. Entonces Harry sacó de bajo su túnica su propia mitad del Medallón de Naráva. Anny quedó petrificada por la impresión.
- No, - dijo con un hilo de voz - no puedes ser… tú…
Harry no sabía que decir, nunca le habló a Anny de sus sueños con el Medallón y estaban peleados cuando él lo encontró. Con el paso del tiempo nunca se imaginó que así lo iba a encontrar.
- Creo que te debo una explicación. Yo he tenido esto desde antes de salir a vacaciones el año pasado y…
- NO - exclamó inesperadamente alterada - no puedes ser tú, porque tú, no debes ser tú…
- ¿Que te pasa? - preguntó Harry, preocupado, intentando acercarse a ella, pero la chica se alejó bruscamente de él.
- No, Harry, ¿porque tenías que ser tú?
- Siento no habértelo dicho antes pero…
- No lo entiendes – exclamó Anny, llorando - ahora jamás podremos estar juntos.
- ¿Que?
- Yo no puedo estar contigo… nunca más.
- Pero, ¿porque?
- Lo siento, Harry, no te imaginas cuanto lo siento.
Anny tomó la mano de Harry y le colocó su mitad del Medallón, le cerró la mano, lo miró unos instantes y luego salió corriendo a la lluvia.
- ¡Anny! - gritó Harry, pero fue inútil, ella se había ido.