domingo, 27 de enero de 2008

Capítulo 11.- Quidditch.

Harry abrió los ojos y se levantó de inmediato. Su respiración era rápida y entrecortada. ¿Qué había sido ese sueño?, ¿Cómo había logrado incursionar así en el pasado de Anny? Estaba confundido y temeroso, él jamás se imaginó que tan mala pudo haber sido la vida de su novia al lado de su madre, siendo ella tan pequeña. Sentía un terrible odio hacia Velda.

Al día siguiente Harry llegó con Anny a la biblioteca vacía. Ella lucía cansada, como si no hubiera dormido bien.
- Hola.
- Hey - respondió sin ganas, casi dormida sobre el papiro en el que escribía.
- ¿Te puedo hacer una pregunta? – Harry no se quedaría en paz si no sabía que fue lo que realmente pasó aquella noche.
- Claro. – contestó la chica.
- ¿Quien es Markus?
La punta del lápiz se quebró por la presión que su dueña ejerció sobre él al escuchar aquel nombre. Anny palideció y comenzó a ponerse muy nerviosa. Miró directo a Harry.
- ¿Que has dicho?
- Que si conoces a…
- ¡Calla!, no digas ese nombre.
- Ssshhh… - los calló la bibliotecaria.
Harry se acercó más a Anny para hablarle en un susurro.
- Entonces lo conoces.
- ¿Para qué quieres saberlo?
- Es mera curiosidad.
- No te creo. ¿Donde escuchaste su nombre?
Harry le entregó la carta que ella misma dejó la noche anterior en la torre de astronomía. La chica la tomó y le dio un rápido vistazo.
- ¿Donde la encontraste?
- La dejaste tirada en la torre de astronomía anoche. ¿Me dirás quien es?
Ella calló un largo rato. Luego suspiró.
- Fue alguien que conocí de niña y que, francamente, no quiero recordar.
- ¿Te hizo daño o algo? - preguntó Harry sin poder contenerse.
Anny lo miró con recelo.
- ¿Porqué crees que me hizo daño?
- Por tu reacción al escuchar su nombre y por…
- ¿Por…?
- Por un sueño que tuve anoche.
La chica se puso furiosa.
- ¿Eras tú?, ¡¿Cómo te atreviste a meterte en mis sueños?!
- Tranquila, no fue mi intención, no sé lo que pasó.
- ¿Quieren bajar la voz? – exclamó la bibliotecaria al escuchar a Anny casi gritar.
Anny tomó sus cosas y se levantó de su lugar para marcharse.
- ¡Espera! – Harry la tomó del brazo para detenerla.
- Estás entrometiéndote donde no debes, Potter. – dijo más preocupada que enojada – Tú no eres nigromante, no puedes ni debes meterte en los sueños de los demás. En los únicos que puedes incursionar son los de Voldemort y eso por su estúpida conexión. Ahora solo porque crees que eres el elegido no quiere decir que tú puedas manejar cualquier tipo de magia. Si continúas con esa arrogancia de querer saberlo todo o resolverlo todo tu solo, será la magia la que te controle a ti y no tú a ella.
- ¿Porque me dices esto? – preguntó él más confundido que enfadado. - ¿De que hablas?
Anny lo miró como si apenas se hubiera dado cuenta de todo lo que le dijo. Abrió la boca pero no dijo nada. Zafó su brazo de la mano de Harry, se encaminó hacia la salida.
- Estás jugando un juego muy peligroso, Potter – dijo con tono serio – será mejor que lo dejes ahora… que puedes hacerlo.
Y se marchó, dejando a Harry más confundido de lo que pudo haber estado alguna vez en su vida.

El muchacho abandonó la biblioteca momentos más tarde por petición de la bibliotecaria, pero aún seguía preocupado. Salió buscando a Anny, quien misteriosamente había desaparecido de su camino, ni siquiera se presentó a la hora de la comida ni la cena. ¿Por qué se había comportado así con él?, después de todo, no había sido su culpa haber entrado en sus sueños, ¿o sí?
*

Al día siguiente comenzaría la temporada de quidditch, y el primer partido sería entre Gryffindor contra Slytherin. Para ese juego Harry ya tenía completo a su equipo, no era el mejor equipo que había tenido, ya que había problemas con algunos para obedecer sus órdenes, pero creyó que, al menos, podrían salir bien librados del primer partido contra Malfoy y su casa.
Y finalmente llegó el día del partido, un fresco sábado de primeros de Noviembre. Los equipos permanecían en los vestidores, alistándose para el juego. Harry se veía nervioso, hasta ese momento se lamentó de veras de haber perdido jugadores de la talla de Ginny y Ron, pero ya era demasiado tarde.
Los jugadores salieron al campo y el partido comenzó y Harry sabía que Anny no le daría oportunidad, ni aunque fuera su novio.
- ¡Y comienza el juego! – gritó el nuevo comentarista, que resultó ser Dennis Creevy. – Gryffindor contra Slytherin, en lo personal, espero que ganen los leones, ya que son los mejores, aunque ya no tanto luego de perder a dos de sus mejores elementos por problemas personales con el capitán.
Harry no pudo evitar que sus orejas se pusieran coloradas de coraje y vergüenza ante lo que escuchaba, ya que él tenía razón.
- ¡Dennis!, concrétate a narrar el juego – exclamó la profesora McGonagall a su lado.
La quaffle ya se encontraba en movimiento, las bludgers volaban en todas direcciones, pero no había ni rastro de la snitch dorada, la escurridiza pelotita que se supone él debía atrapar a toda costa. Como era su costumbre en todos los partidos, Anny comenzó volando muy cerca de sus aros de gol de Slytherin sin hacer mucho por su equipo, mientras Malfoy solo seguía a Harry, pero el muchacho sabía que en cualquier momento ella comenzaría a jugar en serio, así que él debía coger la snith justo antes de que eso sucediera. Para infortunio de Harry, el nuevo guardián, McLeegan, hacía de todo menos cuidar los aros como era su obligación. En más de una ocasión abandonó su puesto para "enseñar" al resto del equipo como hacer su trabajo, permitiendo que les anotaran 9 goles en tan solo 30 minutos. Ellos solo habían logrado meter un solo gol.
- ¡Oye, Harry, ¿y si la buscas por las gradas?! - gritó al capitán del equipo. Harry, enfurecido que el tipo le dijera que hacer gritó:
- ¡CÁLLATE Y PONTE A HACER BIEN TU TRABAJO, PORQUE VAMOS PERDIENDO!
- Ahora el capitán discute con su guardián, así no lograrán ganar. – decía Dennis. - ¡Y Slytherin tienen la quaffle, pero Limura se las arrebata, está decidida a anotar otro tanto!
Pasaron otros 10 minutos y el peor temor de Harry se hizo realidad.
- ¡Y allá va…! – exclamó Dennis.
Harry solo sintió como una fuerte corriente de aire pasó por su lado derecho mientras buscaba por los aros de Slytherin, y apenas vio por el rabillo del ojo cómo un bólido lo pasó como un rayo… Anny comenzó a jugar en serio.
- ¡La mejor cazadora de Slytherin, y del colegio, creo yo, avanza como un relámpago, le arrebata la quaffle a Limura, esquiva uno, y otro, al guardián y ANOTA! McLeegan despeja, pero Waller se la quita otra vez, los golpeadores no puedes hacer nada ante su velocidad, ANOTA NUEVAMENTE.
En menos de 10 minutos, la chica anotó sola otros 9 goles, dejando el marcador en 180 a 10 favor Slytherin. Harry se hallaba desesperado por encontrar la pequeña pelota dorada, que no aparecía por ningún lado. Mientras buscaba ya por sus aros escucho a McLeegan gritar a uno de los golpeadores:
- ¡Sloper, no sabes usar ese bat, te enseñaré como!
- ¡REGRESA A TU PUESTO! - bramó Harry al momento que un destello se dejó ver por sobre la cabeza del guardián.
Inmediatamente se lanzó hacia ella tan rápido que el sonido quedó tras de él y el estadio cayó en silencio. De pronto, justo cuando sus dedos acariciaban las alas de la pequeña rebelde escuchó otra vez:
- ¡Préstame ese bat, se hace así!
Harry apretó su mano fuerte y volteó. En una fracción de segundo todo quedó en la oscuridad. Lo último que recordó Harry fue haber despertado en la ya conocida ala de la enfermería, con un apretado vendaje en la cabeza.

Al día siguiente Harry salió de la enfermería aún dolorido, pero bien, sin fractura alguna. El muchacho caminó sin rumbo por los jardines hasta llegar a lago. Hacía bastante frío afuera, por lo que la mayoría de los alumnos permanecían dentro del castillo, en las acogedoras salas comunes de sus respectivas casas. Pero Harry no deseaba estar adentro, pese a que el fresco del viento golpeaba la cara y enrojecía sus mejillas, haciéndolo estornudar más de un par de ocasiones.
Repentinamente una mano lo tocó en el hombro. Harry giró y se encontró frente a Anny. Ambos se sentaron junto al lago, escondidos por el tronco de un árbol.
- ¿Cómo estás? – preguntó ella.
- Bien, no me fracturé el cráneo.
- Ay Harry, no tienes remedio.
- ¿Ya no estás enojada conmigo?
- ¿Contigo?
- Sí, por lo del sueño.
- Ah, eso. Creo que te debo una disculpa. No fue tu culpa lo que pasó, tú nuca habrías podido entrar en mis sueños si yo no lo hubiera permitido desde un principio. No sé en realidad como fue, pero ahí estabas, aunque no te reconocí.
- ¿Por qué?
- Porque lucías muy diferente. Pero ya no importa, solo exageré en mi reacción.
- Pero…
- Ya no hablemos de eso, por favor. Dime, ¿ya arreglaste las cosas con los Weasley? Creo que los necesitarás para el siguiente partido.
- No, y creo que nunca se arreglarán.
- Vamos, no seas pesimista. Ellos han sido como tu familia desde hace mucho tiempo, no debes permitir que contratiempos tan infantiles como este acabe con su buena relación.
- Ya me cansé de ser paciente y esperar a que Ron se disculpe.
- Discúlpate tú.
- Ya lo hice, y me golpeó. Y no pienso suplicarle.
- ¿Me dejarías hablar con la hermana de Ron?
- ¿Qué?
- Con esa tal Ginny, ¿me dejarías que le dijera un par de cosas?
- ¿Qué le dirías?
- Es un secreto que no te puedo decir. Digamos que solo voy a persuadirla para que piense mejor las cosas antes de hacer que los dos mejores amigos terminen peor que enemigos.
- No sé si será una buena idea.
- Te quité a Parvati de encima, ¿no?
- Bueno, pero ten cuidado, es muy buena hechicera, sobre todo con la maldición del moco-murciélago.
- Descuida, no es por mí por quien tienes que preocuparte.
- Tienes razón. Sé buena con ella.
- Trataré.
- ¿Irás a hablar con ella ahora?
- Claro. Además, aquí hace un frío terrible y me estoy congelando.
Los dos se encaminaron hacia el castillo. Ya en él, Harry se fue a la biblioteca mientras Anny se dispuso a buscar a la pelirroja de la discordia.

*

Dos días después de aquella conversación junto al lago, Harry notó como Ginny trataba de buscar un momento con él, a solas, pero no se atrevía a pedírselo abiertamente, pues aún se notaba dolida, con una lucha interna que aún no tenía ganador.

Había pasado una semana del partido de Gryffindor contra Slytherin y el equipo de los leones se encontraba bastante desanimado, aquella derrota sí que les había afectado, en especial a Harry, que era el capitán y se sentía responsable de todo. Aquella tarde Harry estaba en la sala común, solo, terminando su tarea de pociones cuando de pronto se abrió la puerta del retrato de la Sra. Gorda y en el umbral apareció Ginny Weasley. La pelirroja caminó y se detuvo frente a él, haciéndolo voltear hacia arriba.
- ¿Puedo hablar contigo un momento? - dijo en tono serio.
- Claro. Siéntate.
Harry le señaló el asiento frente a él. La chica se acomodó bien antes de comenzar a hablar.
- Quiero… bueno, solo quiero pedirte una disculpa por lo que pasó en el andén, y los días después. También por lo del equipo, por mi culpa tuviste que buscar a ese papa-natas para reemplazar a Ron y por eso perdieron.
- Bueno, eso ya pasó, no me gusta recordar ese partido, en realidad. Pero esta bien, no te preocupes. - respondió este tratando de evitar sus ojos.
- Ya… ya he hablado con Ron. - agregó - No es justo que ustedes ya no se dirijan la palabra solo por mi culpa.
- No fue solo tu culpa, él no me quiso escuchar, pero ya no importa, yo estoy dispuesto para arreglar las cosas con él siempre y cuando él lo quiera así.
- Sí, bien, eso espero.
La chica se levantó para marchar pero de pronto se volvió a sentar. Su rostro lucía angustiado.
- ¿Por qué, Harry?
- Por qué, ¿qué?
- ¿Porqué me ilusionaste de aquella forma? - parecía estar a punto de llorar.
- Yo no te ilusioné. - dijo Harry mirándola a la cara. - Desde un principio te dije que aún amaba a Anny y, a pesar de que se iría, no me sería fácil olvidarla. Pero no se fue, así que…
- Es solo que… esa última semana había sido tan feliz, que no quería que terminara. Yo pensé que tú… que realmente sentías algo por mí.
- Yo siento algo por ti, el cariño de un hermano mayor. Eres la hermana pequeña de mi mejor amigo, o del que fue mi mejor amigo, yo te quiero, pero no de la forma que tú quisieras. Lamento en serio que hayas visto algo que en realidad no existía.
La chica suspiró profundo y se levantó de nuevo, lista para irse, pero Harry la detuvo tomándola de la mano y poniéndose también de pie, frente a ella.
- Eres una buena chica, inteligente y hermosa, sé que encontraras a alguien que realmente te aprecie y te ame como te mereces.
Ella estuvo apunto de llorar. Entonces Harry la besó en la frente y le dio un fuerte abrazo por unos segundos. Cuando se separaron ella parecía estar mejor. Harry la miró otro momento a los ojos.
- Entonces… ¿amigos?
- Amigos. - murmuró ella con una amarga pero sincera sonrisa de aceptación.
Justo en aquel instante Parvati y Lavander hicieron su gran aparición en la sala común. Las dos quedaron un instante como estatuas, analizando la situación. Harry no se molestó en mirarlas así que se volvió a sentar, entretanto Ginny retomaba su camino hacia el dormitorio de las chicas.
- Parece que ya volvieron a ser amigos, ¿no? - comento Parvati pero Harry no contestó.
- Oye, Parvati, ¿no querías decirle algo a Harry, algo acerca de su novia? – agregó Lavander.
- Déjalo así.
- Digan lo que quieran - exclamó Harry - no me importan sus chismes.
- Pues debería importarte. ¿Sabías que tu novia es una…
- ¡¿Una qué?!
- No… - dijo Parvati - ya no quiero problemas con ella.
- Claro que no tendrás problemas, ella no será capaz de hacer lo mismo.
- ¿De que están hablando?
- De lo que tu noviecita le hizo a mi amiga.
- No te preocupes por decirme, ya lo sé. Ella te dijo que me dejaras en paz y ya no inventaras chismes.
- ¿Eso crees?
- Eso fue lo que hizo.
- Eso solo tú te lo tragas, Potter. Espera Parvati, ¿a donde vas?
- Te dije que no hablaré de eso, me voy a dormir.
La chica avanzó decidida hacia el dormitorio de mujeres. Lavander se dispuso a seguirla cuando Harry la tomó del brazo.
- Quieres saberlo, ¿verdad? – le dijo ella.
- Sí.
- Pues tu linda noviecita amenazó a mi amiga, no sé exactamente que le dijo, pero cuando regresó del baño de chicas venía tan pálida como Martyl, y toda empapada, temblando de pies a cabeza y no de frío, si no de temor. Lo único que me dijo fue que ella la hizo volar por el techo hasta que le prometió que no volvería hablar de ti. Además la interrogó sobre algo más, pero ya no me lo dijo porque le prohibió hablar de ello.
- Creo que debió haber sido divertido verla.
- ¡¿Divertido?!, ¡Es sádico!, Tu novia es sádica.
- Divertido o no, esa fue la única forma de que me dejara en paz.
- ¡¿Cómo te atreves?!
Lavander se marchó indignada. A Harry no le importó.

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