martes, 22 de enero de 2008

Capítulo 2.- La carta.

Al llegar a su casa Harry subió a su habitación rápidamente, pero en ese instante se escuchó el teléfono sonar y tío Vernon contestar.
- ¿Hola?, ¿Quién es? Un momento por favor. ¡Muchacho, tienes llamada! – llamó tío Vernon a Harry.
- ¿Llamada? – se preguntó Harry, bastante confundido. - ¿Quién es? – preguntó a su tío cuando bajó a contestar.
- Una tal Hermione o algo así. Será mejor que no tardes.
Harry tomó el auricular y contestó con una amplia sonrisa en sus labios.
- Hola Harry, que tal.
- Hola, que sorpresa, no creí posible que mi tío no te colgara.
- Solo era cuestión de saber cómo tratarlo. Y, ¿cómo te fue en Londres?
- Me fue muy bien, sin problemas.
- Y, ¿el examen de Snape?
- Más difícil que de costumbre, pero pasé con buena nota. Me sirvió mucho tu libro y los apuntes de Ron.
- Me da gusto. – dijo su amiga. Luego preguntó un tanto extraña. – Y… ¿cómo has estado?
- Bien. – respondió Harry.
- ¿Seguro? – continuó ella, como tanteándolo – ¿No has tenido noticias de Veranna?
Harry guardó silencio unos segundos antes de contestar.
- No… no tendría porque. – respondió al fin. - ¿Por qué la pregunta?
- Simple curiosidad. Solo quería saber como lo has pasado sin ella.
- La he pasado, que ya es ventaja.
- ¿La extrañas mucho?
- Que quieres que te diga. – comentó el muchacho con tristeza. – Si, la extraño mucho pero que puedo hacer si no es seguir adelante con mi vida. Fue muy bonito lo que viví con ella pero ya se acabó, no voy a pasar el resto de mi existencia lamentándome por lo estúpido que fui, ya bastante me lamenté por lo de Sirius y no pienso pasar por lo mismo otra vez.
- Ron dice que es lo mejor.
- ¿Ron está contigo?
- Sí, justo a mi lado.
- Hola Harry. – se oyó decir al pelirrojo tomando el auricular. – Me parece muy bien eso que dijiste. Pero no te preocupes, aún queda mi hermanita.
- Ron, tu sabes mejor que nadie que no voy a salir con tu hermana, no sería correcto.
- ¿Quién dice que no? Además creo que aún le gustas, aunque lleva todas las vacaciones saliendo con Colin Creevey. Imagina, serías parte de la familia.
- Lo siento Ron, pero para mí, Ginny sigue siendo tu hermana menor.
- Es que no la has visto últimamente.
- Es cierto, Harry. – agregó Hermione, recuperando el auricular – Te sugiero que primero la veas y luego la juzgues.
- Los dos se han puesto de acuerdo, ¿verdad? – Comentó Harry – No se preocupen por mí, estoy bien. Es más, me tomaré un tiempo para mí, lejos de las chicas y el amor.
- Bueno, pero Ginny quiere saludarte, te la paso.
- No Ron, en serio… ¡Hola Ginny!
- Hola Harry, ¿qué tal?
- ¿Cómo has estado?
- Muy bien. Te tengo una sorpresa, he diseñado un sinnúmero de estrategias para los partidos, unas son muy buenas, según Fred y Goerge, pero me gustaría que tú, que eres el capitán, les diera el visto bueno.
- Está bien, me las puedes mostrar cuando nos veamos en el colegio.
- ¿Por qué no antes? En tres semanas iremos a Londres al Callejón Diagón por el material de la escuela, ahí podemos vernos, ¿qué te parece?
- Bueno, nos vemos en tres semanas en el Callejón Diagón entonces.
La chica colgó y Harry también. << 'Ron y Hermione están locos, jamás saldré con Ginny, no sería correcto' >>, pensó Harry antes de regresar a su alcoba.

*
Los días iban pasando rápido hasta convertirse en semanas, donde no ocurría nada especial, más que los mismos reportes de disturbios en la ciudad.
Era ya su último día en casa de los Dursley cuando Harry se disponía a arreglar el jardín de tía Petunia. Un par de días atrás recibió la carta de Ron diciéndole que pasarían por él para ir al callejón Diagón y después a pasar el resto de las vacaciones (una semana) en su casa, Harry ya era mayor de edad, por lo tanto ya no tendría que regresar a casa de sus tíos al terminar el colegio, por lo que estaba sumamente feliz. En realidad, desde que regresó de su visita a Londres, hacía tres semanas, sus tíos se comportaban indiferentes con él, casi no le pedían hacer los quehaceres de la casa y no lo reprendían si llegaba tarde de la calle, solo le pedían que arreglara las plantas del jardín, ya que era un experto en eso. Harry pensó que aquello era porque le tenía miedo, ya que era libre de hacer magia sin la preocupación de ser expulsado. También notó que tía Petunia llevaba varios días tratando de hablar con él, pero como que se arrepentía y nunca le decía nada. Fue hasta ese día, el último que Harry pasaría con ellos, cuando su tía por fin se decidió a hablarle.
- Harry, ¿estás ahí? – llamó tía Petunia desde fuera de la habitación del muchacho.
- Sí, aquí estoy. – respondió el chico, un tanto extrañado de la forma en que le habló, ya que nunca lo llamaba con tanta amabilidad.
- Necesito hablar contigo. – dijo en tono serio.
Tía Petunia entró a la habitación, cerrando la puerta tras de sí. Se acercó al muchacho y lo miró un instante directo a los ojos de una forma extraña, como nunca lo había hecho antes. Era una mirada no de odio o repulsión, sino de afecto. Tía Petunia desvió su mirada y se sentó al borde de la cama, parecía realmente no saber por donde comenzar. Nuevamente miró a Harry, quien estaba bastante confundido por la actitud rara de su tía.
- ¿Puedes sentarte aquí? – invitó tía Petunia señalado la cama junto a ella. Harry se acercó lentamente y se sentó.
- ¿Estas bien, tía? – preguntó Harry, que verdaderamente estaba preocupado por ella.
Tía Petunia lo miró fijamente un largo rato, luego respiró profundo y comenzó a hablar.
- Tus ojos son tan parecidos a los de Lily, que a veces creo que es ella quien me mira a través de ti. Sé que nunca fuimos las mejores hermanas y que muchas veces yo le hice la vida imposible pero, tú eres el único recuerdo que me queda de ella. A pesar de lo diferentes que fuimos, era mi hermana y nunca pude darle la espalda del todo. – Harry casi no creía lo que estaba escuchado. – Tu madre, cuando naciste, vino aquí para que te conociera. – continuó tía Petunia. – En ese momento me dijo que se irían porque corrían peligro, pero antes de irse me dejó esto. – Y del bolsillo de su delantal sacó una vieja carta sin remitente, la que entregó a Harry. – Es de tu madre… para ti. – Harry tomó la carta con manos temblorosas. – Lily me pidió que por favor te entregara esta carta en el momento en que cumplieras la mayoría de edad, si es que crecías con nosotros. Ella sabía que tal vez no sobrevivirían para verte crecer y me pidió que, si llegaba el momento, no te dejara desamparado. Y no lo hice, auque en algún momento hubiera pensado que sí, pero eras lo único que me quedaba de mi hermana y yo le hice la promesa. – Harry, por primera vez en su vida, miraba a su tía como la verdadera hermana de su madre. – Lamento todos los años miserables que te causé por culpa de mi resentimiento, sé que tú no tienes la culpa de lo que pasó, eras un bebé apenas. Ya mañana te irás para siempre, supongo, ya eres mayor y puedes escoger el lugar a donde vivirás. Nunca fue realmente malo que vivieras con nosotros. Pero aún así, perdón por todos esos años que seguro quieres olvidar.
Entonces tía Petunia hizo algo que nunca había hecho en su vida, abrazó a Harry. El muchacho sintió extraño aquel abrazo, viniendo de su tía y con un poco de cariño, lo máximo que podía mostrar su tía hacia él. De repente ella se separó y trató de esconder su rostro del muchacho. Se levantó de la cama y se dirigió hacia la puerta de la habitación.
- Termina de recoger tus cosas para que bajes a terminar de arreglar el jardín. – ordenó, luego se marchó rápido ya sin mirar atrás.
Harry quedó conmovido por su tía. Tal vez nunca le había demostrado cariño, pero nunca lo rechazó del todo. El muchacho miró detenidamente la carta que tenía entre sus manos. << 'Mi madre' >>, se decía mientras la admiraba, << 'escrita por mi madre' >>. Con pulso trémulo y el corazón acelerado se dispuso a leer el contenido de esa carta.

“Querido hijo:

Si estás leyendo esto es que, por desgracia, ya no estamos contigo, además que ya debes ser un joven adulto que sabe de sus responsabilidades y deberes. Creo que ya debes estar al tanto de todo, de porque estás con tus tíos y no con nosotros; debes conocer tu destino ahora. Mientras escribo estas líneas mi corazón llora por dentro al pensar que existe la posibilidad de ya no poder estrecharte entre mis brazos. En estos momentos te veo tranquilamente dormido en los brazos de tu padre, que se quedó dormido contigo después de una larga lucha por que te terminaras tu cena. Sé que ahora solo tienes el poder para jugar con una escoba de juguete, pero algún día, seguro que serás un extraordinario jugador de quidditch y un excelente hechicero, como tu padre, lo sé por que lo llevas en la sangre. Mi niño, te quiero tanto, te queremos tanto. La razón de esta carta es, principalmente, que sepas que te amamos y que estamos dispuestos a dar la vida por ti, y que jamás te dejaremos solo. Lo segundo es que nosotros, tu padre y yo, sabemos el probable destino que te depara el futuro, por eso, he aquí mis consejos para ti: nunca te separes de aquellos a quien amas, nunca dejes de ayudar a tus amigos en su tiempo de necesidad, si llegases a amar a alguna chica (que yo espero que sí), nunca te des por vencido, aunque ella te odie, nunca te rindas (este consejo es de tu padre.)Y el consejo más importante que te doy es éste: CREE, hay poderes más allá del conocimiento, lugares más allá de la imaginación, fuerzas incluso más allá del entendimiento mágico, el creer te dará la llave para enfrentar tu destino.
Mi pequeño, quisiera retenerte conmigo para siempre, que esta felicidad y tranquilidad que me embarga al tener a mi familia completa no se terminara jamás.
Por último, solo quiero que sepas que tu tía no es mala, solo es algo roñosa y sé que te quiere, muy en el fondo de su corazón.
Hijo, jamás estarás solo porque nosotros siempre estaremos contigo, dándote fortaleza. Te amamos hijo, eres el mejor regalo que nos ha dado la vida, nunca nos olvides.

Con cariño, mamá y papá.

PD: Solo para que lo sepas y lo tengas en cuenta, no importa cuento lo intentes ni cuanto luches, JAMÁS lograrás peinar ese cabello rebelde, si es como el de tu padre. Créeme que yo he intentado peinarte muchas veces pero no le he conseguido aún y creo que nunca lo conseguiré.

Harry terminó de leer con un nudo en la garganta, pero también una sonrisa en sus labios por el último comentario de su madre. Tenía tantas emociones que no sabía a cual hacerle caso; había tristeza, por la palabras de despedida de su madre, pero también felicidad al leer cuanto lo quería, aunque eso ya lo sabía, el haberlo leído del puño y letra de su madre lo hizo sentir más feliz y querido. Aunque no entendió muy bien eso de ‘creer’, los demás consejos los llevaría a la practica, sobre todo el de no darse por vencido. Harry guardó la carta cuidadosamente en su baúl antes de bajar por las herramientas para arreglar el jardín.
Al llegar a la cocina por los guantes y las tijeras de podar, Harry vio que en el comedor se encontraban varias personas. Los amigos de Dudley fueron a visitarlo; Piers, Gordon y Malcolm estaban con él, pero no venían solos, también había cuatro chicas, todas con vestidos de verano y muy arregladas. Harry los miró a todos por un momento, reconociendo a las chicas, todas ellas habían estado en su colegio, antes de ir a Hogwarts y todas ellas siempre andaban detrás de la banda de Dudley desde entonces. Los muchachos observaron a Harry con temor, hasta dejaron de hablar de lo que fuera que estaban hablando por miedo; en cambio las chicas, que también observaban a Harry, lo hicieron de forma diferente, no con miedo sino con bastante interés, luego comenzaron a murmurar entre ellas sin dejar de observarlo. Una en especial, siguió a Harry con la mirada desde que entró a la cocina hasta que la abandonó. El muchacho hizo caso omiso de aquellas miradas y se salió a cumplir con su trabajo.
Harry llevaba ya un buen rato arreglando el jardín cuando de la casa de sus tíos salió una de las chicas amiga de Dudley. Harry recordó que se llamaba Arlet y que era, como decirlo, demasiado fresca con los chicos, incluso desde el colegio. Ella se acercó lentamente a Harry, como examinándolo, mientras él la miraba por el rabillo del ojo pero sin prestarle atención.
- ¿Qué haces? – le preguntó la chica con melosa curiosidad.
- ¿Qué te parece que hago? – alegó Harry con fastidio.
- Pues parece que arreglas el jardín.
- ¡¿Nooo?!, ¿en serio lo crees? – le contestó con sarcasmo.
- Sí – contestó ella en el mismo tono.
Entonces Harry se levantó para quedar frente a ella.
- ¿Qué quieres? – preguntó sin rodeos.
La chica le miró con sus ojos claros bien abiertos con bastante interés. Harry notó que ella no estaba mal, es decir, no era miss universo pero tampoco el jorobado de nothre dame, y menos con su vestido rosa de tirantes que no dejaba mucho a la imaginación.
- He… bueno… solo me preguntaba si tienes ganas de platicar. – dijo un tanto nerviosa.
- ¿Platicar… contigo? – preguntó Harry bastante desconcertado e incrédulo.
- No te molesta, ¿verdad?
- Mmm… pues… no.
Los dos se alejaron un poco del jardín y se sentaron en la acera frente a la casa. Harry no supo porqué aceptó platicar con ella si no tenían tema de conversación en común, solo se sentaron a admirar los pocos autos que pasaban por la calle.
- ¿Te acuerdas de mí? – preguntó la chica de repente.
- Claro, como olvidarte, – respondió Harry y la chica sonrió – si tú fuiste la que le dio a Dudley la idea de poner pintura en lugar de agua a los globos que me lanzaron en tercer grado.
- ¡Ah, aún lo recuerdas! – rió nerviosa. – Fue solo una bromita.
- Sí, claro. Ustedes y sus bromitas me costaron muchos castigos.
- Y, ¿qué has hecho estos años? – Harry solo se encogió de hombros. – Dudley me ha contado que vas a San Bruto, ¿es cierto?
- Si él lo dice… Y no entiendo porqué te lo dijo, si él nunca habla de mí.
- Pues porque yo le pregunté.
- ¿Por qué te interesaría a TI saber de mí?
- Es que te vi hace unas semanas en Londres, estabas afuera de la estación del metro con un hombre muy extraño. Pasaron rápido, pero me di cuanta que eras tú y me pareció que te veías… no sé, diferente. Aunque nunca me pareciste tan malo como para ir a ese lugar, he de admitir que te ha cambiado bastante.
- ¿A sí? – inquirió incrédulo. – ¿En que aspecto?
- Ya eres bastante alto y no tan delgado como antes, tu espalda es más ancha y tus brazos más fuertes, – comentó, acercándose a Harry y palpando su brazo izquierdo, como si quisiera comprobar su fuerza, – los rasgos de tu cara ya no son infantiles y tu cabello rebelde pues… te queda. – continuó con una expresión de admiración, mientras seguía “probando” la fuerza de su brazo. – Pareciera que el maltrato de ese lugar te ha cambiado, como decirlo, te han moldeado. Ahora te ves… bastante bien diría yo.
Harry la observó un momento muy detenidamente y se dio cuenta que su mirada era como la de Parvati, algo obsesiva y clavada.
- Pues…Gracias, eso creo. – respondió el muchacho con algo de recelo y tratando de zafarse. – Y tú vas con Dudley, ¿cierto?
- Sí. Pero no hablemos de mí, ¿qué más hay de ti?
- ¿Qué es lo que quieres saber?
- Pues me gustaría conocerte mejor. – dijo la chica con un tono muy sugerente que Harry captó inmediatamente.
- Tú eres amiga de mi primo y creo que a él no le va a gustar la idea.
- Duders es simpático pero no me llama la atención.
- Ah… ¿Y yo sí?
- Ahora que te veo mejor, sí.
Mientras hablaban, Arlet se fue aproximando aún más hasta quedar casi encima de él, sin apartar sus ojos de los de Harry. El pobre chico comenzó a sentir la presión de esa muchacha.
- Creo que te estás apresurando. Ni siquiera me conoces.
- Sí te conozco tonto, del colegio ¿recuerdas?
- Obviamente que sí, pero he cambiado mucho, tú lo dijiste.
- Me doy cuenta, por eso quiero CONOCERTE mejor – la chica se aproximó tanto a Harry que él podía sentir su respiración. El muchacho notó claramente que ella quería besarlo. Y más cuando la chica puso la mano sobre su pierna y se le apoyó hasta que sus labios quedaron a un centímetro de su boca. Entonces…
- ¿Interrumpo algo?
Se escuchó una voz conocida por sobre sus cabezas. Harry y Arlet voltearon hacia arriba para ver a la persona propietaria de esa voz.
- Creo que sí. – continuó la dueña de la voz.
Harry se levantó inmediatamente, quitándose bruscamente a la chica de encima y chocado por la impresión. Justo ahí, en Privet Drive, llegó Anny, la chica que más amaba en el mundo, a visitarlo.

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