martes, 22 de enero de 2008

Capítulo 3.- La despedida.

Ahí estaba Anny, con unos jeans de color azul oscuro y una blusa de tirantes muy liviana de color negro; su cabello, ahora más largo, llegaba a la mitad de su espalda y estaba delicadamente trenzado con un listón azul. Harry se quedó boquiabierto al verla, ya que se veía muy bien.
- Imagino que estás muy ocupado. – dijo secamente la chica, mirándolo a través de los cristales de sus lentes. – Te veo después. – agregó, y sin más, giró sobre sus talones y comenzó a alejarse del lugar.
- ¿Quién era esa? – preguntó Arlet con una mueca de desdeño.
Pero Harry ni siquiera la escuchó. Salió corriendo tras Anny, a quien alcanzó llegando al final de la calle.
- ¡Espera, espera! – exclamó Harry, rebasándola y bloqueando su camino. La chica se detuvo y lo miró detenidamente sin decir nada. – ¿Quieres… caminar? – invitó el chico.
Anny asintió con un movimiento de cabeza y los dos comenzaron a avanzar sin rumbo fijo. Cuando se acercaron al parque cerca de la calle Magnolia, Harry dirigió su caminar hacia los columpios casi destruidos del parque, afortunadamente encontraron dos que aún servían y se sentaron en ellos. Pasó un buen rato en el que los dos solo permanecían en silencio, contemplando el caer de la tarde y la poca gente que pasaba por ahí.
- Me da gusto verte. – dijo Harry, rompiendo el hielo.
- Se nota. – contestó Anny con algo de sarcasmo.
- Es en serio, – dijo Harry con firmeza – me da mucho gusto que estés aquí.
- ¿En serio? – preguntó la chica un tanto suspicaz, luego esbozó una débil sonrisa y continuó. – A mí también me da gusto.
Harry también le esbozó una sonrisa y callaron otro momento.
- Y… ¿Cómo has estado? – preguntó el chico.
Anny solo se encogió de hombros, mientras miraba al horizonte.
- Aunque… – comenzó a decir segundos después, sin mirarlo, – no tan bien como tú.
- No es lo que tu crees… – se apresuró a decir Harry.
- Por favor Harry, no empieces. – atajó ella.
- Pero solo quiero…
- He venido a despedirme. – lo volvió a interrumpir. Harry quedó enmudecido por unos instantes, olvidando completamente lo que iba a decir.
- ¿Qué? – preguntó confuso segundos después.
- Que he venido a despedirme, Harry. – reafirmó la chica.
- ¿Despedirte? – volvió a preguntar.
- Sí, despedirme, ¿cuántas veces quieres que te lo repita? – exclamó ella con aspereza. – A mi padre lo han enviado a la embajada mágica del parlamento Alemán, así que nos iremos a vivir allá.
- ¿Alemania?
- Sí, Alemania. Estaré en el colegio “Harz” de Berlín. Mi padre no quiere dejarme en Hogwarts porque Alan ya no estará conmigo.
- ¿Te iras?
- Sí, me iré… en un par de días.
- Y… ¿Tú te quieres ir? – preguntó él, esperanzado de que dijera que no.
- Creo que es lo mejor, para los dos… – respondió la chica evitando su mirada.
- Y ¿tú te quieres ir? – insistió Harry buscando sus ojos.
- No tiene caso que me quede…
- Pero, ¿TÚ te quieres ir?
- Sí. – contestó firme, mirándole a los ojos, aunque no había mucha convicción en sus palabras.
- No te creo. – rebatió Harry la respuesta.
Ella guardó silencio un largo rato, con la vista en él. Lo miraba directo a los ojos de una forma decidida, como queriendo decir mucho y, a la vez, nada.
- Cree lo que quieras. – respondió al fin. – Yo sí quiero olvidar muchas cosas. – y bajó la mirada.
- Anny… – la llamó él, pero ella seguía evitándolo. – Anny, mírame – suplicó Harry. La chica alzó la vista y la clavó en él nuevamente, y él pudo distinguir la tristeza que invadía su corazón tras un rostro frío y grave. – Sé que fui un estúpido por todo lo que hice, – continuó – pero no quiero que te vayas. Nunca es tarde para enmendar un error.
- No Harry, a veces sí es muy tarde. – contestó Anny. – El daño fue mayor de lo que imaginaba. Lo hecho, hecho está y no lo puedes cambiar.
- ¿Entonces no me darás una segunda oportunidad?
- Te dije que estoy aquí solo para despedirme. – la chica se levantó del columpio para marcharse, pero antes volteó hacia Harry y le dijo. – Fue un verdadero placer haberte conocido, Harry Potter, en serio. Gracias por todo. Siento mucho que terminara así, pero… a veces no puedes ir en contra de las circunstancias. Adiós, Harry y gracias por todo.
Luego extendió su mano para estrechar la de Harry. Pero él se moría no solo por estrechar su mano, sino por abrazarla y besarla. Al fin, el chico apretó su mano con fuerza, luego ella lo soltó, giró sobre sus talones y comenzó a alejarse. Pero en ese instante Harry corrió tras ella, la detuvo tomándola del brazo sutilmente y la hizo voltear hacia él.
- Quédate conmigo. – le dijo con voz débil, mientras tomaba sus manos entre las suyas.
- No puedo. – respondió la chica con voz contenida.
- Por favor… quédate conmigo. – insistía el muchacho, casi en una súplica.
- Yo… no… Harry no… - Anny bajó la cabeza, haciendo un esfuerzo sobrehumano por no derrumbarse ante él.
Harry se acercó a ella un poco más y la chica instintivamente lo abrazó. Sin poderse contener más, dejó escapar un sollozo y delicadas lagrimas se deslizaron por su tenso rostro. Él la aferró con fuerza contra su pecho, sintiendo como ella lo sujetaba también.
- Sé que no hay palabras para resarcir el daño que te hice y merezco que te vayas. Lo último que quiero es lastimarte más de lo que ya he hecho pero, si te vas… moriré.
Anny se separó un poco de él para verlo a la cara.
- Tú eres mi mayor fuerza, – continuó el chico – y me ha costado muy caro darme cuenta de eso. Contigo siento que puedo enfrentar cualquier cosa. Si te vas… si me dejas, Voldemort me matará.
Harry seguía mirándola a los ojos y con su mano derecha enjugó las finas lágrimas que resbalaban por sus mejillas. Ella lo abrazó nuevamente, durando así un buen rato, hasta que empezó a oscurecer. Entonces alguien se les acercó. Harry alzó la vista y se encontró con la mirada escudriñadora de Alan. Anny se separó de Harry y se volvió para quedar frente a su hermano.
- ¿Nos vamos? – dijo el joven, impaciente.
- En un momento. – contestó la chica.
- Papá nos espera, sabes que no le gusta esperar.
- Ya lo sé. Voy en un momento. – repicó la chica ante la presión de su hermano. – Adiós Harry, de verdad me dio gusto verte otra vez.
- Por favor, piénsalo, no te vayas. – insistía Harry. – Aunque no me des una segunda oportunidad, no quiero perder tampoco lo que queda de nuestra amistad, porque, aún somos amigos, ¿verdad?
- Sí, creo que aún lo somos. – contestó la chica con una leve sonrisa. Harry no apartaba su mirada de ella, quería retenerla con él para siempre pero ella parecía estar decidida. – Debo irme, Harry – la muchacha se separó más de él y le tendió su mano nuevamente, pero esta vez Harry no la aceptó, dio tres pasos hacia atrás y la chica lo comprendió.
- Bien, entiendo. – dijo Anny en voz baja y con tristeza. Bajó su mano, se dio la vuelta y se alejó, ya sin mirar atrás.
Harry no quería verla marchar porque sentía que jamás volvería a verla y eso lo destrozaba. Así que hizo lo mismo, se volvió y comenzó a caminar en dirección contraria, hacia la casa de sus tíos.
Aún no llegaba al final de la plaza cuando alguien lo jaló del brazo haciéndolo voltear bruscamente. Anny llegó corriendo hasta él para plantarle un dulce y rápido beso en los labios que duró apenas unos segundos. Al momento de separarse, ella le dijo:
- Si no hubiera querido darte una segunda oportunidad, no habría viajado hasta aquí. Es cierto que me iré a Alemania, pero no me quería ir sin decirte esto: Tú eres lo mejor que me ha pasado en la vida y jamás olvidaré lo que vivimos juntos. Aunque mi orgullo me hubiera hecho pensar que podía olvidarte, que podía sacarte de mi mente y de mi corazón, no lo logré y me equivoqué al intentarlo. Si una vez estuve dispuesta a dártelo todo, aún lo estoy y daría lo que fuera por estar contigo, pero ya no puedo. Te amo Harry Potter, te amo como no he amado a nadie en el mundo y solo quería que lo supieras… Adiós.
La chica lo besó nuevamente y regresó corriendo con su hermano, que la esperaba al otro lado del parque, luego desaparecieron al final de la calle oscura. Harry permaneció un rato parado en la calle hasta que la entrada tarde se convirtió en la joven noche. Escuchaba el débil latido de su corazón y el suave murmullo de su respiración que le avisaban que aún seguía con vida. Sin pensar siquiera, llevó su mano a su boca para recordar su último beso y suspiró profundamente. Entonces inició su camino de regreso.

Harry caminó a casa de sus tíos casi automáticamente. En su cabeza aún tenía la imagen de Anny diciéndole que lo amaba y luego se marchaba para tal vez nunca más volver. En sus labios todavía quedaba el dulce sabor de su beso de despedida y esa última mirada que le dirigió aún no se borraba de su memoria. Nuevamente tenía sentimientos encontrados, por un lado estaba feliz de que Anny lo perdonara y porque le dijo que aún lo amaba mucho, pero también estaba triste porque regresaría solo al colegio. <<>> pensaba entristecido en su caminar.
Al estar a escasos 10 metros de la casa, Harry vislumbró a un par de personal que le esperaban en la entrada. Para sorpresa del muchacho se trataba de Arlet y Dudley. Se veía que ella había obligado al otro a invitarla a cenar.
- ¿Ya se fue tu ‘amiga’? – preguntó Arlet áspera y despectiva.
- ¿Qué haces aún aquí? – alegó Harry en el mismo tono que ella ya que le molestó la forma en que se refería a Anny.
- Dudley me ha invitado a cenar, ¿verdad Dud?
El chico solo asintió débilmente y sin mirar a Harry.
- Pues me parece muy bien… – exclamó Harry con sarcasmo. – con permiso.
Harry los atravesó y entró en la casa. Ya estaba con un pie sobre el primer escalón hacia su habitación cuando Arlet lo alcanzó.
- ¿No piensas acompañarnos?
- No tengo hambre. – dijo con hastío.
- Por favor, insisto, por eso me quedé.
- Entonces no debiste quedarte.
En ese momento salió tía Petunia de la cocina para llamarlos a cenar. Se sorprendió mucho cuando encontró a la chica hablando con Harry.
- Si gustas pasar al comedor, querida, la cena está lista. – dijo tía Petunia a Arlet.
- Sra. Dursley, ¿acaso su sobrino Harry nunca cena con ustedes o solo no quiere cenar conmigo?
Tía Petunia obviamente no tenía una respuesta adecuada para aquella impertinente pregunta, pero aún así se aventuró a contestar, entonces Harry se le adelantó y respondió por ella.
- Está bien, cenaré. – dijo cansino. – No quería porque no tengo hambre en realidad, pero si tanto quieres mi compañía…
- Excelente, Harry, gracias por ser tan caballero.
Por primera vez en la vida Harry se sentó a la mesa como un verdadero integrante de la familia y todo gracias a Arlet. Sus tíos apenas si comieron por el temor de que Harry estuviera ahí y se descubriera su calidad de mago ante una de las chicas más habladoras de todo Surrey. Dudley se debatía entre el miedo y el coraje, ya que le gustaba Arlet y no soportaba que Harry acaparara toda la atención de ella. Por su lado, Harry ya quería levantarse de la mesa y largarse lo más lejos posible, pero ella no se lo permitía, hablaba y hablaba, le hacía preguntas, le contaba chistes sin gracia, trataba por todos los medios de simpatizar con Harry, pero lejos de agradarle, lo estaba volviendo loco. Cada vez que Harry hacía cualquier ademán de irse, ella lo retenía diciendo “es muy temprano, no te vayas aún” y lo sentaba de nuevo (sobre todo para tratar de tocar su pierna por debajo de la mesa.) Así pasaron más de una hora en la cena hasta que tía Petunia le dijo a Harry que le ayudara con los platos de la forma más amable que pudo, mientras tío Vernon se ofrecía para llevar a Arlet a su casa acompañado de Dudley.
- Ya es tarde, vamos, te llevamos a tu casa. – dijo Dudley a la chica.
- Esta bien, pero primero me despido de tu mamá, espérame en el coche, ¿sí? – (pretexto.)
- De acuerdo.
La chica se encaminó hacia la cocina. Al llegar vio a tía Petunia tirando las sobras mientras Harry terminaba de lavar los trastes.
- Hasta luego, Sra. Dursley, estuvo deliciosa la cena. Harry, ¿puedo hablar contigo un momento?
- No – respondió éste sin pensar, tía Petunia casi lo asesina con la mirada por su falta de cortesía – es decir, ¿para qué? – corrigió antes de acrecentar el incidente.
- Ven, es un secreto.
Lo tomó de la mano y lo condujo hasta el vacío comedor.
- ¿Qué quier…
Harry no pudo terminar la frase porque Arlet lo besó en los labios impulsivamente, luego rodeó con sus brazos el cuello del chico y se le pegó como goma.
- ¡¿Pero que te pasa?! – reclamó Harry apartando bruscamente a la chica.
- No te asustes, es solo un beso. – respondió ella con melosa simpleza y volvió a acercarse a él para besarlo de nuevo, pero Harry la detuvo.
- Ni se te ocurra pensarlo. – amenazó.
- ¿Es por esa chica que vino en la tarde? – preguntó Arlet, enfadada.
- Es porque tú no me gustas. Entiéndelo, NO voy a salir contigo, así que deja de hacerme perder el tiempo. – respondió Harry bastante directo y molesto también.
- Ahora veo que SÍ mereces estar en San Bruto, ¡porque eres un idiota!
Y dando media vuelta, salió del comedor para luego irse con Dudley y su padre. Harry regresó a la cocina enojado con esa chica loca que lo acosó.
- Ya he terminado con esto. – Dijo tía Petunia al verlo entrar – Será mejor que te vayas a dormir, te irás mañana temprano. – agregó sin mirarle.
- Esta bien, tía – contestó Harry y, antes de salir, agregó – Gracias. – su tía lo miró con recelo, como si no creyera lo que escuchaba. – No sé porqué, – continuó él – pero gracias.
Y salió. Harry subió a su alcoba y se recostó en su cama. Su maleta ya estaba hecha, su lechuza descansaba placidamente en su jaula, solo le quedaba esperar a que en unas horas los Weasley llegaran por él y abandonaría para siempre la casa de sus tíos.

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