domingo, 27 de enero de 2008

Capítulo 4.- La pequeña Ginny.

Eran las 8:00 de la mañana y Harry ya se encontraba levantado revisando los últimos detalles de su equipaje. Ya había empacado toda su ropa y pertenencias en el baúl (gracias a un útil hechizo acomodador), ahora solo esperaba que no se le olvidara nada, ahora que nunca más regresaría a esa habitación. Cuando Harry bajó a desayunar los tres Dursley ya se encontraban sentados y, por primera vez, no habían comenzado sin él. Los cuatro tomaron su desayuno en silencio, cosa inusual. Luego de terminar, Harry se levantó para ir a su alcoba justo cuando tío Vernon lo detuvo.
- Espera un momento, muchacho. – dijo con su habitual gruñido. – En vista de que ya no regresarás aquí nunca más, cosa que me hace muy feliz, nosotros hemos decidido darte algo, como un regalo de despedida. – tío Vernon sacó un paquete pequeño envuelto en papel café sin la menor apariencia de regalo. – Aquí tienes. – dijo al entregárselo. – Más te vale que lo aprecies, porque nos costó mucho trabajo elegirlo.
Harry abrió el paquete un tanto desconfiado de lo que pudiera ser. Entonces trató de contener una sonora carcajada al ver que era un par de calcetines cafés de una talla enorme lo que tenía entre sus manos, pero eso sí, eran totalmente nuevos. El chico trató de agradecerles a sus tíos el gran gesto de generosidad que mostraron para él en su último día con ellos.
- Gracias. – respondió con una leve sonrisa que satisfizo las expectativas de sus tíos. Luego subió a su alcoba para esperar los pocos minutos que faltaban para su partida.
Pasada media hora, se escuchó el melodioso timbre de la entrada de la casa. Bajó a abrir apresuradamente, presintiendo quien se encontraría al girar el picaporte de la puerta. Y no estuvo equivocado, en el umbral ya estaban Ron y el Sr. Weasley, vistiendo extrañas ropas muggles y con una amplia sonrisa.
- ¡Harry! - exclamó el pelirrojo al verlo, – ¡me da tanto gusto verte!
Harry sonrió de igual forma.
- ¿Listo? – preguntó el Sr. Weasley.
- Sí – respondió Harry. Subió por su maleta y el resto de sus cosas. Las acomodó en la cajuela de un nuevo Frod anguila, ahora de color verde, que traía a su amigo y al padre de éste.
- Bien - dijo Harry a sus tíos y primo. – No puedo decir que fue un placer porque en realidad no lo fue, pero aún así, quiero agradecerles el hecho de no haberme enviado a un orfanato y recibirme durante las vacaciones.
Sus tíos solo asintieron con un movimiento de cabeza antes de entrar de nuevo a su hogar, mientras Harry ya estaba a bordo del nuevo auto de la familia Weasley. En un momento, Harry volvió la vista por el cristal trasero del auto para observar la casa de sus tíos cómo se empequeñecía en la lejanía, hasta perderse en el bien arreglado suburbio lleno de jardines y casas perfectas, para luego regresar la vista el frente y sonreír con éste pensamiento en su cabeza: jamás tendría que regresar a ese lugar nunca más.

- ¿Por qué tan callado, Harry? – comentó Ron después de un largo rato que pasaron en silencio.
- ¿Qué? – respondió un abstraído Harry.
- Que, ¿por qué tan callado?, ¿Qué acaso no estás contento?, ya no tendrás que regresar con tus horribles tíos.
- Sí estoy contento, lo que pasa es que…
- ¿Qué?
Harry suspiró antes de responder.
- Ella vino a visitarme.
- ¿Ella?
- Anny.
- ¡Ah! … ella. – comentó el pelirrojo con un extraño tono de desdén. – Y… ¿qué quería?
- Vino a despedirse.
- ¿Sigue enojada contigo?
- Ya no, pero se irá y ya no la veré más.
- Y eso te entristece. No te preocupes por ello, ya verás que encontrarás a alguien más.
- Lo dudo bastante.
- No seas pesimista. Es más, hasta soy capaz de dejarte salir con mi hermana.
- No empieces Ron, que no estoy de humor para esos comentarios. Por cierto, ¿dónde está el resto de tu familia?
- Nos esperan en el Caldero Chorreante. Hoy iremos de compras.

El camino siguió sin mayores altercados, solo los comentarios del Sr. Weasley sobre lo loco que estaba el ministerio de magia tratando de ocultar extraños incidentes que alteraban a los muggles. Por fin llegaron al lugar que, como siempre, estaba repleto de raros personajes para todos, pero que en el mundo de Harry eran completamente normales. En una de las mesas de la orilla, opuesta a la entrada, estaba un montón de gente, la mayoría con cabellera de u n rojo intenso y solo una era castaña. Harry, Ron y el Sr. Weasley se les acercaron atravesando la multitud como pudieron.
- ¡Hola, Harry! – saludó Hermione alegremente.
- ¡Harry, querido! – habló la Sra. Weasley. – Que bueno que ya no tendrás que regresar a esa horrible casa, de ahora en adelante tendrás un lugar en nuestro hogar.
- Gracias, Sra. Weasley.
- Hey Harry, tenemos nuevas bromas para probar contigo. – dijeron los gemelos al unísono como saludo.
- Hola Harry. – escuchó un dulce voz a sus espaldas.
Volteó para encontrarse frente a Ginny Weasley, ahora mucho más grande que la última vez que la había visto. Su primera reacción fue de increíble sorpresa, ya que la pelirroja se veía muy diferente de aquel entonces. Traía un vestido claro que combinaba con su ojos y un nuevo corte de cabello que hacía resaltar su rostro juvenil lleno de pecas. Ya no parecía la pequeña tímida niña que conoció en segundo grado.
- Hola, Ginny. – saludó él, aún impresionado.
- ¿Qué te parece ahora mi hermanita? – preguntó Ron, colgándose de la espalda de su amigo.
- ¡Ron, cállate! – dijo Ginny, que se sonrojó al grado de tomate. Pero Harry no comentó nada, ya que la chica sí se veía muy bien.
- ¿Qué les parece si vamos ya por los libros? – dijo la Sra. Weasley.
- Bien, nosotros iremos por más bombas fétidas. – dijeron los gemelos.
Después de una breve visita al banco de Gringots, visitaron Flourish & Blotts, donde compraron los libros para su nuevo curso, los cuales incluían “Transformaciones Humanas y demás” de Lorena Coleman, “Pociones y brebajes prohibidos” de Smith Hans, entre otros muchos. Luego de ahí, la familia se separó, los señores Weasley fueron al Caldero Chorreante mientras los chicos daban un paseo por todo el callejón.
Ya se acercaba la tarde cuando Harry, Ron, Hermione y Ginny estaban sentados descansando en la heladería de Florean Frotesceut disfrutando de un delicioso helado de chocolate y vainilla con chispas de colores. La pareja de tórtolos, Ron y Hermione, se compartían de sus respectivos helados de una forma bastante melosa para ser ellos. Harry y Ginny compartían de vez en cuando miradas de complicidad burlándose de ellos. Hubo un momento en el que Harry se quedó pensativo observando a Ginny. Él realmente estaba muy sorprendido por el cambio de la pelirroja, pero aún así no se convencía de que salir con ella fuera lo correcto. Increíblemente fue Ron quien primero se percató de hacia donde se dirigía la mirada de su amigo.
- ¡Ouch Ron!, me pisaste. – exclamó Hermione al sentir el pisotón bajo la mesa.
- Lo siento – se disculpó el pelirrojo, luego agregó. – Ahora recuerdo que Fred y Goerge me pidieron que comprara bombas fétidas para sus nuevos experimentos, ¿me acompañas a comprarlos Hermione?
- ¿Qué no se supone que ellos están comprándolos en este momento? – preguntó la chica, confundida.
- NO, ellos me pidieron que fuera yo. – respondió un tanto exasperado y obvio de forma que a Hermione no se le hizo nada difícil adivinar el motivo para irse. Desafortunadamente Harry también se dio cuenta.
- ¡Ah!, es cierto… bueno, en un momento regresamos.
- Vamos con ustedes. – dijo Harry.
- ¡No es necesario, en serio! – Ron.
- Está bien, pero más les vale no tardarse demasiado.
La pareja se fue muy contenta en intercambiando secretos comentarios que Harry supuso de qué podrían tratarse.
Harry y Ginny permanecieron un buen rato en silencio terminando sus helados. De vez en cuando sus miradas se cruzaban y ambos esbozaban una débil sonrisa para luego fijar la atención en otra cosa, tratando de no hacer evidente cierta incomodidad que sentían al estar en aquella situación. Durante esos momentos un pensamiento asaltó la mente de Harry, << ¿Qué tan malo sería salir con la hermana de su mejor amigo? >>. Entonces una vocecita conocida en su cabeza comenzó a hablar:
<< ¿Porqué no? >>, Preguntó esa vocecita imprudente que siempre le hacía dudar.
<< ¡Es la hermana de mi mejor amigo! >>, Contestó escandalizada la conciencia de Harry.
<< 'Y ¿eso qué? – Insistía la vocecita – Ya está bastante crecidita la niña. Hay que admitir que ahora está muy guapa y es muy divertida y una gran hechicera. De éstas no se encuentran todos los días' >>.
<< 'Ya lo sé, pero… mejor no' >>.
<< 'Vamos, el recuerdo de Anny no se irá a ningún lado, pero ella sí. La chica te ama pero las relaciones a larga distancia no más no funcionan, y lo sabes. Mejor olvídate de ella y busca nuevos horizontes' >>.
- ¿Harry?
- ¿Qué?, ¿sí? – el chico regresó a la realidad. Por un momento su vista se perdió en el plato vacío de helado que yacía ente él.
- ¿Estas bien? – preguntó Ginny.
- Sí, sí, estoy bien, muy bien. – entonces pensó otra vez, << ¿por qué no? >>.
Harry le sonrió a Ginny y ella le devolvió la sonrisa. Pasaron otro rato callados.
- ¿En qué piensas? – preguntó la pelirroja para romper el silencio que tanto la incomodaba.
- En nada, solo en la inmortalidad del cangrejo.
La chica rió con el comentario.
- Yo nunca me había puesto a pensar en algo así, debe ser demasiado filosófico.
- No mucho.
- Has estado muy callado todo el día, ¿tanto te preocupa su inmortalidad o te pasa algo?
- No me pasa nada. – sonrió un tanto fingido.
- Ron me habló de Veranna. – comentó como no queriendo.
- ¿A sí?, ¿qué te dijo?
- Que eran buenos amigos. – respondió. Harry le miró como si supiera que estaba mintiendo. – Bueno – agregó – me habló de su relación y me dijo que terminaron mal. No irás a reclamarle a Ron, ¿verdad?
- No, no te preocupes. Ya lo he superado.
- Entonces… ¿definitivamente se acabó todo entre ustedes?
- Sí, se acabó. – respondió Harry algo entristecido. – Aunque todavía siente algo por mí, ella se marchará a Alemania con su familia y no la veré otra vez.
- ¿Cómo lo sabes?
- Ella misma me lo dijo. Ayer fue a casa de los Dursley a despedirse.
- Ya veo. Y tú… ¿aún la quieres?
Harry solo asintió con la cabeza, y mirando nuevamente su plato vacío evitó encarar a Ginny.
- Al menos te correspondió. – comentó la pelirroja con voz compresiva.
- A veces no sé que hubiera sido mejor, que pasara lo que pasó o nunca haberla conocido.
- Nunca debes despreciar este tipo de experiencias, a veces son buenas, a veces son malas, pero siempre aprendes algo.
Harry observó a Ginny detenidamente y le pareció ver ya no a una niña, sino a una bonita adolescente bastante madura para su edad, o al menos, más de lo que él hubiera esperado. Entonces Ginny acercó su mano al la de Harry y la posó sobre la ésta. Él miró un instante la piel blanca de la chica sobre su mano y, sin saber porqué, la tomó de una forma tierna y volvió su vista a los ojos de ella. Ginny sonrió tímidamente y se ruborizó ante la acción de Harry, quien le devolvió la sonrisa.
- Buenas tardes. – saludó una insidiosa y melosa voz de mujer.
Inmediatamente Harry soltó a Ginny y alejó su mano hasta esconderla por debajo del borde de la mesa. La chica se sorprendió un poco por aquella reacción, mirándolo confusa por un par de segundos para luego fijar la vista en Parvati y Lavander, que se encontraban frente a ellos, llevando muchos paquetes y bolsas de compras.
- Buenas tardes. – contestó la pelirroja con algo de sarcasmo.
- ¿Tú no nos saludas, Harry?
- Hola. – dijo adusto.
- Veo que los interrumpimos.
- Sí, nos interrumpieron. – contestó Ginny.
- Pues ya nos vamos entonces – dijo Parvati, pero antes de marcharse le dijo a Ginny – Solo le dices a tu hermano que Padme le manda saludos y que espera verlo en el colegio.
- Pues yo dudo que ella se salga con la suya, sabe que Ron está con Hermione.
- Tú no conoces a mi hermanita. – respondió la chica con desdén y burla.
- Y tú no me conoces a mí. – le contestó Ginny con el mismo tono.
- Nos veremos en el colegio.
- Me muero de ganas.
- ¿Ahora en que problemas está metido Ron?
- Padme Patil le estuvo escribiendo casi todo el verano, no lo deja en paz, él ya está desesperado, no sabe cómo quitársela de encima. Me preguntó si debía decírselo a Hermione y yo le dije que sí, antes de que se entere por otro lado y se le arme más en grande con ella.
- Quien lo diría, Ron asediado por las mujeres.
- Lo sé.
Ambos rieron y siguieron hablando amenamente.
- Estos niños no llegan. – comentó Harry luego de unos minutos de plática.
- ¿Quieres ir a buscarlos?
- Buena idea.
Los dos se levantaron, pagaron los helados y comenzaron a caminar sin rumbo fijo. Después de andar examinando los escaparates de las tiendas, Harry sintió que algo llamaba su atención y se vio obligado a voltear hacia su derecha. El chico se paró justo frente a la entrada del callejón Knockturn, un lugar sombrío y tenebroso que solo era visitado por los magos que practicaba artes oscuras, aunque Harry ya había tenido la oportunidad de conocerlo con anterioridad.
- ¿Qué pasa, Harry? – preguntó Ginny al ver que éste no la seguía. Pero Harry no contestó, seguía mirando fijamente al callejón. – No pensarás entrar ahí, ¿o sí? – inquirió la chica.
Harry volvió la mirada a Ginny con una expresión de complicidad.
- ¿Te gustaría entrar? – preguntó sin rodeos.
- No. – contestó la pelirroja no muy convencida.
- Ven, vamos, será interesante. Además no tardaremos. – dijo Harry ofreciéndole su mano para animarla a acompañarlo. La chica lo miró un tanto temerosa pero al final accedió.
- Esta bien, pero no debemos tardar, ese lugar me da escalofrío.
- No te preocupes, yo te cuidaré.
La chica tomó su mano y los dos entraron al callejón. El lugar no había cambiado mucho desde la última vez que Harry lo visitó por accidente, en segundo grado. Las tiendas seguían oscuras y lúgubres, la gente que rondaba el lugar seguían siendo magos encapuchados y misteriosos con la apariencia de brujos perversos, y muchos sí que lo eran. La mayoría de los que ahí se encontraban evitaron cruzarse en el paso de Harry, a diferencia de la última vez, cuando no lo dejaban salir. El chico iba en guardia, aunque Ginny ni lo notara, de ahí que nadie se les acercara. Harry caminó con un rumbo definido, como si supiera exactamente a donde se dirigía y qué estaba buscando. Ginny lo aferraba del brazo con fuerza y no se le despegaba para nada, a pesar de que él iba casi corriendo. Por fin, Harry de detuvo frente a un establecimiento antiguo, destartalado y abandonado. Lo observó por unos minutos, algo del interior casi gritaba su nombre.
- ¿Harry…? - comenzó Ginny, pero el muchacho no la escuchó, entró al lugar con decisión y ella no tuvo más que seguirlo.
Una vez dentro, se dieron cuenta que el lugar era una especia de bodega, donde se guardaban un montón de aparentes inofensivas cajas, pero también había estatuas y gárgolas de piedra que daban miedo y varios estantes de cristal empolvados con extraños objetos en su interior.
- ¿Qué buscamos aquí, Harry? – preguntó una asustada Ginny.
- Aún no lo sé. – respondió él, mientras examinaba cada una de las estatuas y estantes que ahí se encontraban.
Por fin, llegó frente a un gran escaparate que protegía un antiguo pergamino escrito en una desconocida lengua y que tenía el dibujo de un manzano sobre una colina, alrededor tenía la imagen de 9 mujeres muy hermosas que parecían ser hadas y volaban alrededor. Había una en especial que traía en su mano una piedra, como un diamante. El chico tocó con las yemas de los dedos el cristal, como si lo que quisiera tocar fuera el pergamino en su interior.
- ‘Avalonia’. – Murmuró Harry para sí, - ‘Tiur na n’Og’, Tir Inna m Beo’.
- ¿Qué dices Harry? – preguntó Ginny al escucharlo.
- Nada, – respondió él – solo leía la inscripción del pergamino.
Ginny observó detenidamente el papel, al igual que Harry, y descubrió la inscripción de la que él comentaba justo en el encabezado.
- Pareciera que describe algún lugar muy especial. – continuó Harry, que seguía con la vista atenta al escrito.
- No me agrada este lugar, mejor vamonos. – insistió la pelirroja al sentir un extraño viento proveniente de ningún lugar azotar suavemente su cabellera.
- Está bien. – contestó él, que también lo sintió, pero no le preocupó.
Los dos se encaminaban hacia la salida cuando Harry de detuvo otra vez al ver la pintura de una mujer joven muy bella. Sus ojos eran grises y sus cabellos negros, con piel muy blanca y tersa. En su cuello colgaba un pequeño cristal de Annon, en su mano derecha albergaba una pequeña cajita de cristal y oro y en su mano izquierda una pequeña esfera como la que albergaba la profecía.
- Harry, vamonos. – insistió Ginny, halando al muchacho del brazo para hacerlo continuar. Él salió del lugar y juntos se apresuraron a abandonar el callejón.
- Interesante lugar, ¿no lo crees? – comentó Harry una vez que se dirigieron al Caldero Chorreante.
- Muy interesante. – respondió Ginny con sarcasmo. – si quieres que te metan a Azkaban.
- No seas exagerada. Sí, es magia oscura, pero es mejor estar al tanto de ella que fingir no conocerla, así no te tomará por sorpresa.
- Si tú lo dices. ¿Qué era lo que buscabas?
- Nada en especial.
- No parecía. Sabías exactamente a donde dirigirte y que querías encontrar.
- Es cierto, no buscaba nada en especial. Pero algo me llamó la atención de ahí. ¿Nunca te ha pasado que sientes que algo te llama pero no sabes qué es? Eso mismo fue lo que pasó, no me sentí tranquilo hasta que entré.
- ¿Tú crees que eso tenga algo que ver con ya-sabes-quien?
- No, definitivamente no, estoy plenamente seguro.
- Y, ¿al menos conocías a las hadas del pergamino o la bruja de la pintura?
- No, nunca las había visto.

Los chicos caminaron hasta llegar al Caldero Chorreante, donde toda la familia Weasley ya los esperaba impacientes.
- ¡Ya los descubrimos, pillines! – comentó Goerge.
- “Sí, vamos a buscar a Ron y Hermione.” – los imitaba Fred.
- ¿Pero qué les pasa? – preguntó Ginny, molesta pero hecha un tomate.
- Sabían que estábamos en Zonko, pero nunca llegaron. – dijo Ron. – Claramente su intención no era encontrarnos.
- Déjense de tonterías y suban al auto, que se nos hace tarde. – regañó la Sra. Weasley, que tenía una rara expresión en su rostro, mezcla de alegría y desconfianza.
Todos abordaron el coche con sus bolsas y maletas. Hermione, al igual que Harry, también pasaría la última semana de vacaciones en la madriguera.

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