domingo, 27 de enero de 2008

Capítulo 20.- La huída de los Cuervos.

A la mañana siguiente (que era sábado), Harry salió temprano de la torre de Gryffindor. Hacía dos semanas que habían llegado al colegio y la idea de Anny de descansar un día apenas se ponía en práctica. Aún era temprano para el desayuno, así que se encaminó hacia los jardines. Entonces pasó por el pasillo que conducía a las mazmorras y a la sala común de Slytherin y tuvo el impulso de entrar ahí a ver si se topaba con su novia. Pero mejor lo pensó. No era conveniente que lo llegara a encontrar algún Slytherin por ahí, merodeando.
Ya había alcanzado la gran puerta de madera cuando una mano detrás de él tomo la suya suavemente y lo hizo detenerse.
- Buenos días – dijo Anny con una sonrisa.
- Buenos días – contentó Harry, mientras se le iluminaba el rostro.
- ¿A dónde te dirigías?
- A los jardines, a caminar un rato en lo que sirven el desayuno. ¿Vienes conmigo?
- Hoy es nuestro día libre… creo que sí.
Y, sonriendo, los dos caminaron por los terrenos del colegio mientras el sol se iba poniendo alto en el cielo. Mientras andaban, los dos iban muy callados, aunque no era un silencio incómodo. Harry recordó lo que le había preguntado Ron la noche anterior, y realmente se preguntaba si Anny pensaría en lo mismo también. Los dos alcanzaron un lugar escondido entre arbustos, a orillas del lago y del bosque prohibido. Casualmente, aquel era el lugar donde ella lo encontró y se reconciliaron, el lugar donde se habían encontrado al hipogrifo que los había llevado tan lejos a donde todo ocurrió. Harry comenzó a sentirse nervioso con la perspectiva de tratar el tema de lo ocurrido aquel día, pero sabía que debía hacerlo. Se volvió hacia Anny y abrió la boca, pero inmediatamente se quedó completamente mudo al observar su expresión. Anny miraba el lago sin verlo en realidad, como si observara algo que era invisible para Harry, algo lejano en insondable como los pensamientos de la chica en es momento. Su mirada era dulce y tierna, llena de compasión y un extraño deseo, era una mirada de amor que Harry nunca había visto en ella, una mirada hermosa y cálida, pero que no era dedicada para él.
- ¿Anny? – habló Harry con voz queda. La chica apartó la vista del lago y su mirada regresó a ser la de antes.
- ¿Qué pasa Harry?
- Nada, solo que… creo que debemos hablar de algo importante.
- ¿Te refieres a lo que sucedió la última vez que nos vimos? – preguntó la chica, ruborizándose un poco y mirando sus manos para evitar los ojos de Harry.
- Eh… sí… eso.
- ¿Quieres saber si me arrepiento de haberlo hecho?
Harry tardó un par de segundos más en contestar.
- Pues… sí.
Anny levantó la vista y la fijó en el horizonte mientras meditaba, pensando qué responder, escogiendo muy bien las palabras. Luego de lo que parecieron días, la chica miró a Harry a la cara.
- Te dije que estaba segura de lo que hacía. No, no me arrepiento… y lo volvería a hacer.
Se acercó a Harry y lo besó en los labios. Poco a poco, ese beso se fue haciendo cada vez más intenso, haciendo que las manos del muchacho divagaran por la espalda de la chica acercándola más hacia él. Lentamente quedaron recostados en la hierba fresca, abrazados fuertemente. El lejano murmullo de los alumnos que salían a tomar un poco de aire fresco los hizo regresar a la realidad. Se sonrieron el uno a l otro.
- Creo que lo dejaremos para la próxima – dijo Anny y los dos fueron a desayunar.

-0-

Los días pasaron rápidamente hasta que finalmente llegó junio, y con él, los terribles exámenes. Para los de 7° grado, que estaban al borde del colapso total, la semana de exámenes que se avecinaba no les vaticinaba nada bueno, les hacía sentir que era su última semana de vida. La terapia de Anny de pasar 6 días de estrés y uno de total y competa relajación, hizo que Harry, tanto Ron como Hermione, lograran sobrevivir sin terminar en San Mugo. Aunque para Hermione era extremadamente difícil hacer completamente nada durante todo un día con los exámenes a la vuelta de la esquina, el bueno de Ron la mantenía bastante entretenida y le hacía olvidar que estaban a punto de presentar los EXTASIS. Por su lado, Harry no encontraba difícil olvidar que estaba en el colegio, sino todo lo contrario, le costaba más trabajo RECORDAR que aún estaba en el colegio y que no todos los días podía perderse en el bosque con su novia los días que tenía de descanso. El hecho de haber avanzado un paso más en la relación con Anny, había provocado que el muchacho encontrara más difícil contener sus impulsos cuando estaba con ella a solas y, en ocasiones, Anny no le ayudaba mucho que digamos, sobre todo cuando lo acorralaba en algún pasadizo secreto para besarlo rápida y apasionadamente antes de entrar a clase, o con las fugaces caricias disimulas que compartían por debajo de la mesa aún estando en la biblioteca, sin decir una palabra.

Un par de semanas después de haber empezado Junio Harry, a pesar de encontrarse agobiado por los inminentes exámenes, se sentía feliz de estar con su novia, tanto que casi nuevamente había olvidado el Medallón que aún conservaba Dumbledor. De hecho, no había tenido noticias de su director durante un buen tiempo. Harry pensó que aún estaba buscando la forma de unir los trozos. Por su lado, él no le había comentado nada a Anny de que no tenía el Medallón, hasta que Dumbledor le resolviera algo nuevo, de todos modos, la chica no lo había mencionado tampoco. Al pasar los días, la presión se incrementaba, y Harry y Anny debían concentrarse más. Harry avanzaba muy rápido en los más complejos maleficios de la magia antigua que veían, pero Anny se estaba retrasando cada vez más, algo extraño que el muchacho comenzó a notar en ella. Con más frecuencia que antes, Anny se perdía en sus más profundos pensamientos, y que para él eran inescrutables, dejando a veces de lado las tareas y lecturas. A veces Harry la veía preocupada, pálida y cansada; otras, de buen humor y llena de energía. Pero, de esos días en adelante, cuando Anny pensaba que estaba sola o que Harry no la veía perdida en sus pensamientos, el muchacho podía distinguir en los ojos de la chica aquella dulce mirada que vio cuando contemplaba el lago y, por primera vez, Harry se preguntaba, en qué o quién estaría ella pensando, mas no podía encontrar la forma de preguntarle qué cruzaba por su cabeza.

-0-

- Hoy es nuestra noche libre, ¿Qué quieres hacer, Hermy? Digo, para deshacernos de Potter, que lo hemos tenido pegado con nosotros todo el día – preguntó un muy perezoso Ron, que se había pasado el día jugando ajedrez mágico con Harry toda la tarde, a su novia, Hermione, mientras ésta le echaba porras cada vez que derrotaba a su amigo (o sea, en cada partida jugada)
- ¿Qué te parece si visitamos a Dobby en las cocinas para que nos de algo rico de cenar?
- Sí, no me dan ganas de ir al gran comedor. Luego podemos hacer nuestra ronda nocturna por los corredores – exclamó con un dejo pícaro muy evidente. Hermione se sonrojó un poco y asintió con la cabeza.
- ¿Tú que harás, Harry? – preguntó la chica a su amigo.
- Tiene que irse a ver a Veranna. No en vano se han reconciliado – exclamó Ron, nuevamente con su tono picaresco.
- Es cierto, ¿Por qué no la has visto en todo el día?
- No ha salido de su sala común y no tengo forma de comunicarme con ella.
- Eso no es cierto. Fácilmente puedes enviarle una lechuza.
- Lo hice y dijo que me vería esta noche, pero que no la molestara durante el día.
- Y, ¿en dónde se encontrarán?
- En el Gran Comedor, a la hora de la cena.
- Me parece bien – dijo Ron. – Solo te recuerdo que estaremos vigilando los pasillos y las aulas vacías, así que no quiero encontrarme con ninguna sorpresita.
- Vaya que estarán vigilando las aulas vacías. Solo no olviden cerrar con llave y poner un encantamiento silenciador.

Harry bajó al Gran Comedor a cenar. Inconscientemente vislumbró la mesa de Slytherin en busca de su novia, pero no la vio ahí. Luego de la cena (a la cual Ron y Hermione volvieron a faltar) Harry se encaminaba hacia la torre de Gryffindor, un poco decepcionado de no ver a Anny. Pero justo cuando daba el suspiro de resignación, al pie de la escalinata de mármol, se encontraba la chica, esperándolo. Tal vez era la luz de la luna que se filtraba por las ventanas, o el hecho de que tenía muchos deseos de verla, el caso es que ella se veía preciosa, como si brillara. Con una amplia sonrisa le indicó que la acompañara escaleras arriba. Sin decir una sola palabra, la siguió. Cuando alcanzaron un corredor del sexto piso completamente vacío, Anny se volvió hacia él y lo besó de una forma salvaje y apasionada. Fue tanto el entusiasmo que ella le puso, que Harry contestó casi de la misma forma, abrazándola fuerte por la cintura y acercándola hacia él para sentir el calor de su cuerpo, incluso a través de sus túnicas. Abrazados el uno del otro, se tambalearon hasta chocar con una puerta de madera, Harry presionando con su cuerpo a Anny contra ella. Ahora besaba impetuosamente su cuello mientras ella dejaba ir de sus labios un gemido de placer, con su respiración cada vez más agitada.
- El armario de escobas - murmuró con un resuello.
- Deberíamos entrar - respondió Harry con la respiración excitada, mientras sus labios extendía más caricias por el cuello de ella y sus manos bajaban más allá de sus caderas hasta su suave trasero. La hizo estremecer.
- A Filch le dará un infarto.
- Mejor… así nos desharemos de él.
Con un movimiento rápido Harry giró el picaporte y abrió la puerta. No era el armario de escobas, sino la sala de menesteres, que ya los esperaba bien preparada. Condujo a Anny hasta el centro, donde una cama aguardaba por ellos. Se recostaron. Harry se quitó la túnica y la camisa, y comenzó a hacer lo mismo con ella. El calor de su cuerpo iba aumentado con rapidez. Sus labios ya no solo acariciaban su cuello, sino también su pecho desnudo. Anny lo abrazaba con fuerza gimiendo de vez en cuando, al sentir sus dedos acariciarla por debajo de su falda. Harry sentía que ya no podía detenerse cuando…
- Tal vez no deberíamos hacerlo…
Las palabras de Anny, aunque las dijo en un susurro apenas audible, resonaron en los oídos de Harry como si hubieran sido amplificadas 100 veces. El muchacho se separó de ella y la miró a los ojos, claramente desconcertado. Ella lo observaba entre temerosa y avergonzada, y difícilmente le mantenía la mirada.
- ¿Qué sucede? – preguntó Harry.
Anny desvió sus ojos y se levantó. Sentándose en el borde de la cama, comenzó a vestirse.
- Solo creo que… no debemos hacerlo.
- ¿Por qué no? – inquirió Harry, y no pudo evitar que el enfado se notara en aquellas palabras.
- Pues… porque no – contestó ella tajante y evitando su mirada.
Harry no lo entendía, un momento antes estaba ansiosa y aceptando sus caricias, y al siguiente le dada la fría espalda y ni siquiera lo miraba a los ojos. Una furia incomprensible se apoderó de él. Estaba enojado con ella por haberlo provocado y luego haberle dicho que no. Tomó su camisa y su túnica y comenzó a vestirse él también. Un tenso silencio cayó entre los dos. Ella seguía sentada en la cama mirando al suelo, un tanto encogida, pero a Harry no le importaba, estaba furioso. Sin mirarla, se encaminó a la puerta y tomó el picaporte.
- Harry… - habló ella con voz débil.
Pero en su coraje, Harry la ignoró, abrió la puerta y salió de la habitación. Caminó por los pasillos deprisa, deseando no llegar pronto a la torre de Gryffindor para no ver a nadie, pero al mismo tiempo, llegar a su cuarto donde podía desahogarse con tranquilidad. Tomó uno de los tantos pasadizos que conocía para evitar a unos alumnos que apenas regresaban de la cena. Llegó a un corredor vacío y se metió en la primera aula abierta y vacía que encontró. Comenzó a andar entre las bancas como bestia enjaulada, respirando muy rápidamente. Con su puño derecho golpeó el escritorio más cercano que tuvo y se lastimó los nudillos, provocándose un intenso dolor. Por algún motivo, su ira se incrementaba a cada segundo. El solo pensar en Anny hacía que apretara los dientes y los puños deseando golpear lo que se le pusiera enfrente. << '¿Qué se cree? – Comenzó a decir Harry en su cabeza – primero empieza todo y luego quiere que me detenga, como si fuera tan sencillo' >>, << 'tal vez – comenzó una vocecita en su cerebro – no fue honesta y sí se arrepintió de haberlo hecho contigo' >>, << 'me lo hubiera dicho' >> alegó Harry ante la voz de su conciencia. << 'Tal vez, conoció a alguien más y no sabe como terminar contigo ahora' >>, << ¡NO! >> respondió el muchacho. Pero entonces, recordó aquella dulce mirada que nunca había sido para él, y aquellos pequeños y escasos momentos en los que ella se portaba evasiva con él. Se paró en seco mirando el aula vacía. Un frío recorrió su espalda. Desde hacía varios días Anny tenía esa mirada y nunca la había dirigido hacia él. También desde hacía días evitaba contestarle preguntas o no lo buscaba como lo hacía. << ¿Será cierto que ya no me quiere como antes? >> pensó. Y, por primera vez, Harry dudó de Anny.
Pasos se escucharon al otro lado de la puerta. Unas risas comenzaron a acercarse. Harry pensó que ya era tiempo de regresar a su sala común. Las risas ya estaban frente a él cuando abrió la puerta. Ron y Hermione se detuvieron en seco al verlo salir del aula.
- Oh, perdón – exclamó Ron - ¿Estás bien? – agregó al ver la expresión de su amigo.
- Sí… no… no lo sé.
- ¿Está Veranna contigo? – preguntó Hermione.
- No se donde está ella y no me la menciones.
Ron y Hermione se miraron el uno al otro al ver como la expresión de Harry se endureció de aquella forma al escuchar el nombre de su novia.
- ¿Se han peleado?
- Ron, no quiero hablar ahora de ello. Esta aula está vacía, pueden usarla para lo que quieran, yo me voy a la sala común.
Y sin esperar respuesta de sus amigos, se marchó.

Al día siguiente, Harry se despertó muy temprano. Se sentía muy avergonzado por la reacción que tuvo ante la negativa de Anny porque, no fue sino hasta muchas horas después, que se le ocurrió que ella pudo haberse sentido mal o tal vez él la había presionado de alguna forma. La había culpado a ella de su propia falta de control ante la situación, sabiendo que debía haber una explicación. Pero su día de descanso había terminado y los exámenes estaban a escasos 7 días. Durante el desayuno se encontró con Ron y Hermione, y volvieron a interrogarlo, tratando siempre de ayudarlo, pero él no les quiso contar nada. Acudió a sus clases de la mañana. Cuando llegó al aula de Pociones encontró a Anny, sentada en su lugar, junto a Malfoy. Snape había hecho válida su promesa de separarlos en su clase, ahora él trabajaba con Pansy, lo que sí era un infierno, y Anny con Malfoy, que para el chico rubio, era un deleite. Al cruzar la mirada con ella, la chica inmediatamente bajó la vista. No parecía enojada, sino más bien triste y avergonzada. Y Harry supo que había llorado, porque sus ojos estaban un tanto rojos. Entonces sintió una horrible punzada de culpa en el estómago por haberla tratado tan mal la noche anterior. Al terminar la clase. Harry se acercó a Anny mientras ella recogía sus cosas.
- Hola – saludó Harry quedamente.
- Hola – respondió Anny con voz ronca, que confirmaba la sospecha de Harry del prolongado llanto. Ella evitaba su mirada.
- Anny, quiero…
- No, Harry – lo interrumpió mirándolo a los ojos. – Perdóname, sé que fue mi culpa… sé que es mi culpa… no debí… Lo siento.
Tomó su mochila y se marchó. Llegó la hora de la comida y Anny no apareció en el Gran Comedor. Harry salió a buscarla a los terrenos del colegio y la encontró, sentada detrás de un arbusto a orillas del lago, sumergida nuevamente en sus pensamientos.
- Hey.
Esta vez ella lo recibió con una sonrisa, pero todavía tenía sus ojos rojos e hinchados.
- Hola.
- ¿Puedo sentarme?
- Claro.
- ¿Cómo estás?
- Bien.
- Yo se que no estás bien. Has llorado… por mi culpa.
Ella calló un instante mirando al horizonte.
- No, no ha sido tu culpa – contestó finalmente, mirando al suelo.
- Claro que sí. Te presioné.
- Tal vez un poco – reconoció ella con una rara sonrisa y aún la vista lejos de la de él. – Pero no debí haberte incitado. Te puse furioso.
Harry no dijo nada. Anny levantó la vista y la clavó en él. Y ella vio que se sentía avergonzado. Le sonrió y tomó su mano.
- Te quedaste con las ganas. Lo siento.
- ¿Por qué no quisiste? – preguntó, ya mucho más calmado y con deseos de saber la razón – Solo quiero entender.
- Por muchas cosas. No estaba de humor, para empezar… bueno, al principio sí, pero… ya después… no sé… no pude continuar.
- Pero, ¿estás bien?… es decir, ¿no han sido sueños extraños o visiones o que tu madre te atormente?
- No, no es nada de eso. Las mujeres somos un mar de emociones y los hombres solo conocen la superficie. Extremadamente difícil de entender.
- Dímelo a mí. Debemos regresar al castillo, ya va a ser hora de entrar a clases.
- Sí. Oye, ¿no te parece que está muy callado todo? Cuando salí había más gente.
- Es cierto – dijo Harry levantándose para visualizar mejor lo terrenos. – No hay ningún alumno por aquí. ¿Ya será la hora de la clase? – Harry revisó su reloj.
- Aún faltan 10 minutos.
- Bueno, de todos modos deberíamos encaminarnos al castillo para…
Se detuvo de golpe. De entre los arbustos, al otro lado del lago un par de fríos ojos negros destellantes resaltaban en el bosque, parecían pertenecer a una bestia enorme, casi tan grande como el grim. <<>> pensó Harry con el corazón angustiado. La bestia comenzó a salir de entre los árboles, y detrás de ella, más animales de un tamaño descomunal, todos con rumbo hacia ellos. Un brillo asesino despedía cada una de sus miradas. Sin apartar la vista de esas criaturas, Harry buscó a tientas la mano de Anny. Al encontrarla, sintió que ella también se había quedado muy quieta, Harry pensó que había observado aquellas criaturas que ahora rodeaban el borde de lago hacia ellos, pero no. El muchacho volteó hacia Anny y la encontró mirando justo al lado contrario, a sus espaldas, pálida y espantada. Siguió su mirada y encontró, justo a un metro de ellos, a una bestia del tamaño de un oso negro, con ojos claros y perversos, tan parecido al verdadero grim. Antes de que Harry hubiera pensado en hacer algo, Anny ya había levantado su varita y lanzado un ataque hacia la criatura. Aferró a Harry del brazo y lo hizo correr hasta el castillo, sin mirar atrás. Al llegar al vestíbulo dijo casi sin aliento:
- Tienes… que… avisarle a Dumbledor. Ellos están aquí.
- Pero, ¿qué dices?, ¿quiénes son ellos?
- Los secuaces de mi madre, están aquí. Planean atacar la escuela. No me extrañaría que ella también viniera.
- ¿Cómo sabes que son ellos?
- Todos son animagos, y conocen mejor que nadie la trasformación humana con la magia antigua. Creo que han entrado por el bosque prohibido como animales para no ser detectados. Debemos darnos prisa…

Al abrir la puerta del vestíbulo, cual fue la sorpresa de los dos al encontrarse frente a frente con Velda, con sus ojos negros fríos y su sonrisa perversa.
- Buenas noches - dijo cínicamente.
Harry se colocó frente a Anny, protegiéndola, pero entonces, detrás de ellos, todos los animales que vieron aparecer de entre los arbustos, se acercaban. Y conforme lo hacían, se iban transformando en magos con capas negras y miradas frías. Harry y Anny estaban siendo rodeados, mientras levantaban sus varitas.
- No tiene caso que intentes defenderte – dijo Velda. – Ya es muy tarde para ustedes. Justo en aquel momento aparecieron algunos miembros de la orden del fénix. Lupin, Tonks, Ojo Loco y McGonagall, que eran los únicos disponibles al momento en el colegio.
- ¡¿Qué creen que hacen aquí?! – preguntó McGonagall. - ¡Han sido unos tontos por intentar invadir el colegio sin quien-ustedes-saben!
- Nosotros no queremos invadir el colegio – exclamó Velda con calma. – Solo hemos venido a recoger algo que me pertenece.
Y, en ese momento, comenzó el choque entre luces de todas las varitas alzadas. Hechizos y maleficios por doquier lograron un ambiente de confusión que Harry y Anny aprovecharon para entrar en el castillo. Mientras lograban alcanzar el gran comedor, Anny tomó a Harry del brazo y le dijo al oído:
- Mi madre viene por mi parte del medallón, ella no sabe que tú eres el heredero. ¡Por favor, por nada del mundo descubras tu identidad ante ella o todo estará perdido!
- Te prometo que no lo haré – le aseguró Harry.
Los dos chicos entraron en el Gran Comedor y cuan fue su sorpresa al encontrar ahí a todos los demás alumnos, sentados en sus respectivas mesas, pero con cara de asustados, como si estuvieran bajo amenaza.
- Finalmente aparece, Srta. Waller – exclamó el profesor Winslow desde la mesa más alta. Al final de cada una de las mesas de las casa había un hombre que mantenía a los estudiantes sin hacer nada.
- Veo que su madre está haciendo mucho escándalo allá afuera – volvió a decir. Anny no contestó. – Será mejor que me entregue lo que ya sabe, Srta. Waller, a menos que quiera ver a todos sus compañeros muertos como la última vez.
- ¡No sé de que me habla! – gritó Anny.
- Por favor Srta. Waller, no estamos jugando. Sabe que yo puedo ayudarla, a ambos – se corrigió señalando a Harry – si tan solo me deja. Yo puedo sacarlos de aquí antes de que su madre llegue. Solo requiero un poco de cooperación de su parte.
Anny miró a Harry sin saber que hacer, luego a la puerta de madera a sus espaldas que retenía afuera la batalla y por último al profesor Winslow.
- ¡No! – respondió al fin.
- Ha sido su decisión.
Winslow levantó su varita y justo en ese instante Velda irrumpió en gran salón. Por un segundo su vista se fijó en el hombre que permanecía parado en la mesa más alta, luego, volvió a dirigir la mirada hacia Anny y Harry.
- ¿Buscando ayuda con viejos amigos? – le dijo a su hija. – Ya lo veremos.
Winslow estaba pálido y algo tembloroso cuando la bruja levantó su varita y, con una simple estocada, el hombre salió disparado por contra la pared, la cual atravesó y cayó al vacío, perdiéndose de vista. En aquel momento, Dumbledor apareció por el hueco que había quedado, Snape iba a su lado. Pero el anciano director se veía débil y cansado, así que Snape estaba ayudándolo.
- Te has atrevido a entrar en mi colegio sin invitación, Velda – dijo el anciano con esfuerzo.
- ¿Me he atrevido, Dumbledor? Pero por supuesto que sí. Tú no eres nadie para detenerme. Lo que queda de ti es una piltrafa de mago y eso se nota.
- No creas en las apariencias.
- Ja, no es ninguna apariencia y te lo demostraré.
Velda alzó su varita de forma elegante y tajante. Un rayo de luz verde salió y Dumbledor lo bloqueó, pero los rayos se conectaron hasta generar una explosión. El anciano salió disparado y chocó contra la pared, mientras Velda, que también había sido lanzada, caía de pie, como los gatos. Inmediatamente se levantó y lanzó la maldición de muerte, esta vez el viejo no fue capaz de interceptarlo o esquivarlo. Ante la vista de todo el colegio, el rayo de luz verde le dio directo en el pecho, haciéndolo volar tres metros hacia atrás, chocando nuevamente contra un muro. Fracciones de segundo que parecieron años, tardó el cuerpo del anciano director en caer al suelo de piedra del gran comedor, haciendo un ruido sordo. El Gran Comedor se había quedado en silencio al ver el cuerpo roto de aquel gran mago. En el rostro de los estudiantes se veía claramente la incredulidad y el espanto ante lo que acababan de presenciar. Dumbledor, el único mago a quien el-que-no-debe-ser-nombrado temía, había muerto, y con él, muchas de sus esperanzas de sobrevivir a la guerra. Harry estaba en shock, sus ojos lo engañaban, aquel gran maestro no podía haberse ido, no podía abandonarlo ahora, con la terrible misión que yacía delante de sus pies, aún no estaba preparado.
Luego de lo que parecieron siglos, el silencio del salón fue roto por la estridente y fría carcajada de Velda.
- Ahora, - dijo cuando cesó su risa demoníaca – hacer lo que he venido a hacer.
Se abrió paso con sus secuaces entre los estudiantes mientras los miembros de la orden intentaron reanudar el combate. McGonagall intentó, junto con Lupin de sacar a los alumnos del lugar al momento que el resto de la orden luchaba para mantenerlos a salvo. Algunos alumnos, sobre todos los antiguos miembros del ED, habían sacado sus varitas y trataban de luchar incansablemente, pero los magos que venían con la bruja usaron magia desconocida para ellos. Harry, Anny, Ron y Hermione se batían en duelo con un par de magos encapuchados. Uno de ellos, fue alcanzado por un hechizo aturdidor de Harry y cayó al suelo, entonces el otro se quitó la capucha y reveló a un hombre alto, desaliñado y burdo, con despreciables ojos claros de mirada cruel y despiadada. Por un momento, Anny palideció de forma peligrosa y Harry escuchó, como un lejano eco, como la chica caía de rodillas y soltaba su varita, con la vista perdida en aquel hombre. Harry también lo reconoció, el hombre del sueño de Anny, el hombre que no podía olvidar su nombre: Markus.
- Hola, pequeña, ¿me extrañaste?
Dijo Markus con lascivia y perversidad. Harry sintió una oleada de odio como nunca en su vida. Sin pensarlo, se lanzó hacia el sujeto, echándole maleficios a diestra y siniestra, pero no lo tocaban. Él estaba protegido por un escudo de energía que parecía una jaula de cristal, el cual conjuró al ver a Harry aproximársele. Harry tenía tanto empeño en atacarlo que no se dio cuenta, hasta que fue ya muy tarde, que Anny gritaba a sus espaldas. Harry volteó y vio a Ron y Hermione tirados inconscientes, y vio a Velda que sostenía fuertemente a Anny por el cuello, levantándola del piso, y con su varita apuntándole directo al pecho. Harry intentó correr a socorrer a la chica cuando, repentinamente, una soga lo ató y él mismo cayó al suelo. El muchacho observó como Anny dejaba de luchar al recibir el impacto de un rayo color púrpura, quedando completamente inconsciente en los brazos de su madre. Velda arrojó el cuerpo inerte de su hija a los brazos expectantes de Markus, quien parecía no poder esperar para tenerla ya entre sus manos. Harry luchaba ferozmente para librarse de la cuerda. Nadie podía ir a auxiliarlo, ya que un enorme campo de energía lo separaba del resto de los alumnos y de los miembros de la orden, que estaban pálidos de terror.
- No te desesperes tanto, mi joven mago, - dijo Velda con sorna – ya llegara tu momento de morir, así que sé paciente. Tú perteneces al señor tenebroso y será él quien acabe contigo. Por el momento, solo quiero estar con mi hija. Así que disfruta el tiempo que te queda de vida. Por cierto, espero que te hayas despedido de ella apropiadamente, ya que dudo mucho que Markus permita que te le vuelvas a acercar. Ahora ella le pertenece. JA, JA, JA.
Y, levantando su varita una vez más, la ventana principal del Gran Comedor se hizo añicos y todos salieron volando de ahí, transformados en horribles cuervos.

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