domingo, 27 de enero de 2008

Capítulo 14.- Una triste Navidad.

Harry llegó a casa de los Weasley para la hora de la cena. Ahí los esperaba un gran festín. Enormes cantidades de comida y dulces. Los gemelos habían preparado un espectáculo de bromas, casi todas hechas a Ron.

Aquella noche buena se celebró entre abrazos, regalos y cerveza de mantequilla. Lupin y Tonks llegaron también para la velada y sorprendieron a todos con una noticia que nadie se esperaba: comenzaban a salir juntos.
- Si – decía Tonks – me fue muy difícil convencerlo, pero al final logré hacerlo entender que lo amo con todo mi corazón. Él solo decía que era un peligro para mí, pero no pudo ganarme.
- Es que, cuando una mujer se pone necia y terca – agregó Lupin – no hay quien la saque.
Todos rieron, incluso Harry, quien había estado más melancólico que alguien en un funeral durante todo el día. Pasado ya el momento de la euforia, el chico regresó a su expresión triste. Todos lo miraban de vez en cuando de reojo, hasta que finalmente Lupin se le acercó.
- Imagino que no es solo Sirius el que te tiene con esa cara, ¿o sí? – Harry sonrió débil y amargamente por un instante. – Vamos, también fui amigo de tu padre, puedes contarme.
El chico lo miró unos segundos, luego clavó la vista en el fuego.
- Estuve pensando en Sirius, pero no es él quien me tiene así, es una chica.
- Ah, vaya, ya me lo imaginaba. Sabía que había visto esa expresión antes, en el rostro de tu padre.
- ¿A sí?
- Sí, una vez que Lili se enfadó con él por haber hechizado a unos niños de primero que le pusieron una broma en 7° grado. Pero, no sabía que tuvieras novia. ¿Quién es?
- Es una chica de Slytherin, no la conocen, se llama Veranna Waller, aunque no sé si sigue siendo mi novia.
- ¿De Slytherin?, te gustan la cosas prohibidas, ¿he?
- Esa chica llegó a Hogwarts el año pasado. Tiene un carácter muy difícil, pero había sido lo mejor que me había pasado en el colegio.
- ¿Por qué se enojó contigo?
- Ese es el problema, no lo sé. De la nada me dejó de hablar, me oculta un secreto, algo que creo es malo. Estoy preocupado por ella. Hay otra cosa, es hija de Velda, la nueva aliada de Voldemort.
- ¡¿Qué has dicho?!
- El profesor Dumbledor lo sabe, incluso ella le ha sido de ayuda dándole información acerca de los nuevos amigos de Voldemort. Y por eso también me preocupo más. Temo que su cambio de actitud conmigo tenga que ver con ellos. Tal vez su madre la ha obligado a alejarse de mí o la tratan de hechizar o no sé, pero ella ha estado actuando muy extraño. Justo antes de salir de vacaciones, se arrojó al lago casi congelado y tuvo que ser llevada a San Mugo.
- Vaya, y ¿ya hablaste al hospital para saber cómo está?
- Sí, pero no me quisieron dar información.
- Si quieres, yo mañana puedo acompañarte a San Mugo para averiguar algo.
- ¿De verdad me acompañarías?
- Claro. Además sería bueno tratar de averiguar si realmente su madre le está haciendo algo y si la podemos ayudar.
- Muchas gracias, de verdad. No puedo espera para mañana.

Al día siguiente Harry fue el primero en despertar. Él y Lupin salieron muy temprano rumbo a Londres. Al llegar al Hospital, Harry casi corre al mostrador donde estaba la recepcionista y le solicitó la información que tanto deseaba.

- La Srta. Waller – examinó la mujer su lista – sí, se fue ésta mañana. Su padre se la llevó.
- Pero, ¿Cómo estaba?, ¿ya se encontraba bien?
- De salud creo que sí, pero mentalmente…
- ¿Qué quiere decir con eso?
- No se encontraba muy bien. Los sanadores especialistas le sugirieron a su padre que la dejara unos días más para examinarla bien, ya que presentaba un serio caso de paranoia y alucinaciones producto tal vez de un fuerte hechizo o envenenamiento con ciertas pociones prohibidas, aunque también se le pudo congelar el cerebro. Pero pese a las sugerencias de los especialistas, el padre decidió que se la llevaría a casa y que la verían de forma particular, su sanador familiar. Es toda la información que puedo darles.
- ¿Se la llevó?, ¿Por qué se la llevó si no estaba del todo bien?
- Me parece tan extraño como a ti, Harry – agregó Lupin.
- Tengo que verla.
- Pues me temo que tendrás que esperar hasta que regresen los dos al colegio.
- Pero… ¿y qué si le sucedió algo más?, tal vez su madre la hechizó o envenenó, ¡¿y si se muere?!
- Tranquilo, Harry, no te apresures. Ella está ahora con su padre y no su madre, por lo que nos dijo la recepcionista. También tú me dijiste que ella vive con él y que no la deja para nada sola. Además, estando ella en Hogwarts, bajo el cuidado de Dumbledor, sería casi imposible que eso le pudiera ocurrir. Mejor ten un poco de paciencia y espera a que terminen las vacaciones.
Harry ya no rebatió a Lupin. Con un dejo de aceptación y resignación los dos regresaron a la Madriguera.

Aquella noche Harry no pudo dormir nada bien. A cada momento lo atormentaban pesadillas donde Anny era presa de su madre y la torturaba hasta morir o la obligaba a beber extrañas pociones que la enloquecían. Una de aquellas, particularmente desagradable, lo hizo sobresaltarse tanto hasta casi caer de la cama.

- ¿Estás bien? – preguntó Ron al encontrar a Harry sentado al borde de la cama, limpiándose el sudor del rostro.
- Sí, estoy bien, vuelve a dormir.
Ron no esperó a que el chico terminara de hablar cuando ya estaba roncando nuevamente.

Harry observó su reloj y vio que eran las 5:00 de la mañana. Faltaba poco para el amanecer y él ya no podía dormir, así que mejor se levantó de la cama, se dio un buen regaderazo y se alistó para bajar a desayunan, aunque aún faltaban 5 horas para eso. Lo hizo para matar el tiempo fue ponerse a leer la gran cantidad de libros de los que le dejaron deberes. Durante los días que estuvo ahí, no se había preocupado por hacer su tarea.
Tres horas después, Ron apenas comenzaba a asomar la cabeza de entre las cobijas.
- ¿A que hora te levantes? – preguntó.
- Hace un buen rato.
- ¿Estás haciendo la tarea?
- ¿Qué más?, si no le entrego esto bien hecho a Snape me dejará otros dos años en 7°.
En aquel momento se escucho la voz de Sra. Weasley que los llamaba a desayunar.

Pasaron un rato agradable en la cocina, platicando de muchas cosas. Todas las conversaciones estaban encaminadas a distraer a Harry de su ensimismamiento, ya que el muchacho no hacía más que contemplar su desayuno con la mirada más perdida que nada. Luego de una media hora, alguien tocó a la puerta. Todos se extrañaron porque nadie esperaba visitas. La Sra. Weasley salió y se encaminó a la entrada con cautela, mientras sus hijos esperaban en la cocina. Minutos después regresó con el rostro un tanto serio y confuso.

- Harry, hay alguien en la sala que ha venido a verte. – dijo la Sra. Weasley.
Harry, extrañado al igual que el resto, salió de la cocina y fue a la sala. Cual fue su sorpresa al encontrar, de pie frente a él, a Alan, el hermano mayor de Anny. Vestía un grueso abrigo de piel de dragón y unos guantes hechos del mismo material. Su rostro lucia una expresión impasible y determinada, como la de su padre, pero a la vez, un tanto preocupada.
- Alan – exclamó Harry – Sí que es una verdadera sorpresa verte aquí.
- ¿Te sorprende verme aquí?, ¿acaso no sabes que hago yo aquí?
- Me temo que sí lo sé.
- Pues más te vale. Se trata de mi hermana, Veranna.
- ¿Está bien?, ¿le pasó algo malo?
- Curioso – dijo Alan con ironía – es la misma pregunta que vine a hacerte.
- Pues créeme, soy el primero que desea tener la respuesta.
Ambos tomaron asiento, mientras la Sra. Weasley le traía un chocolate caliente para beber.

- Y, ¿no tienes idea?, ¿acaso no te dijo nada? – preguntó Alan, antes de sorber un trago de chocolate caliente.
- Hace semanas que no cruzamos palabra. – respondió Harry, tomando la tasa entre sus manos para calentarlas. – Antes de las vacaciones tuvimos una discusión – continuó. – Es como si ella hubiera dejado de confiar en mí por completo. Pareciera que está aterrada de hablar de ello y lo quisiera ocultar.
- Estoy preocupado, ella nunca se había comportado de esa manera. Antes, no le gustaba salir de su alcoba, pero ahora se encierra a piedra y lodo para que nadie, ni siquiera yo pueda entrar. Casi no come y estoy seguro que ya no duerme.
- El día de navidad fui a San Mugo para tratar de verla, pero me dijeron que se la habían llevado.
Alan puso una expresión un tanto burlona antes de contestar.
- Sí, mi padre no confía en esos sanadores.
- También me dijeron que no iba muy bien… mentalmente.
- Los que no están bien son ellos. Deberían tener más especialistas por ahí. – exclamó con el rostro serio. – Ella no está loca ni se le congeló el cerebro. Su mente no está perturbada y reconoce muy bien las pociones alucinadoras como para evitarlas. Sé que es algo más grave. Ella ha perdido toda su confianza en mí.
- Si no confía en ti o en mí, estará sola completamente, eso no es nada bueno.
- Lo sé. Intentaré una vez más, pero no creo conseguir nada. – calló un instante antes de ponerse de pie.
- Bueno, – dijo, levantándose de su asiento – creo que debo irme, nadie sabe que estoy aquí, ni siquiera ella.
- ¿Le dirás que has venido a verme?
- No, no creo que sea necesario.
Alan se encaminó a la puerta y Harry lo acompañó.
- Bien, me retiro.
Apenas había dado un par de pasos en la nieve cuando a Harry se le ocurrió preguntarle algo que rondaba su cabeza desde hacía rato.
- Alan… ¿Ella volverá al colegio?
- No lo sé. – respondió éste, mirándolo a los ojos. – No sé siquiera si volverá a ser la misma de antes. Bien, adiós.
Alan se marchó dejando a Harry más preocupado que antes.

- ¿Qué quería? – preguntó Ron cuando Harry regresó de nuevo a la cocina.
- Lo mismo que yo… – dijo Harry, y todos pusieron cara de interrogación –… saber que le pasa a Anny.
Se miraron unos a otros sin saber que hacer o que decir.

Las vacaciones se acabaron y solo faltaban un par de días para regresar al colegio. Para ese entonces Harry no estaba seguro si Anny estaría bien, ni siquiera de si la volvería a ver de vuelta en la escuela, cosa que lo preocupaba mucho. Aquella fría mañana todos se levantaron temprano y sin muchos ánimos, ya que regresarían de nuevo al colegio.

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