domingo, 27 de enero de 2008

Capítulo 17.- Por siempre... tuya.

(NDA: contenido no apto para menores de 18 años)
- Sabía que te encontraría aquí… Harry.
Dijo Anny con voz suave y queda. Harry permaneció en silencio, sin saber que hacer o que decir. La chica se acercó un paso hacia él.
- Sé lo que debes estar pensando. – Agregó ella ante el silencio de Harry. – Yo no he venido a molestarte más.
- Anny…
- Déjame terminar – lo cortó ella, seria - No es… - suspiró unos instantes - …no es sencillo lo que te voy a decir. – Tardó un par de segundos en continuar. Entonces lo miró directo a los ojos – Tú, Harry Potter, siempre has sido muy fuerte, has logrado vencer tantas adversidades en tu vida, has logrado salir adelante pese a todo. Eres uno de los mejores hechiceros que conozco y te admiro. Aunque tu vida haya sido miserable tu jamás te volviste malo, ni cruel o despiadado, siempre has mantenido tu corazón limpio y con deseos de ayudar a los demás. – se detuvo otro instante. – Ahora sé que tú eres el heredero que tanto tiempo estuve buscando. Y no sé si fue una mala jugada del destino, o mi mala suerte, el hecho de que seas precisamente tú aquel a quien menos deseos tenía yo de conocer, porque sabía los peligros que le esperaban, y sabía que tenía un destino por cumplir lejos de todo lo que él más quería; sabía que no quería conocerlo para no darles todas esas terribles noticias y arrancarlo de la posible vida pacífica que pudiera estar viviendo. Fue por eso que, cuando supe que eras tú el dueño del Medallón, no quería creerlo, no quería que fueras tú, porque entonces ya no podría estar contigo por ese destino que tienes siendo el elegido. No quería que por mi culpa te descubrieran y te lastimaran. Deseé jamás haberte conocido ni haberme relacionado contigo para así jamás haberte puesto en riesgo. Pero me di cuenta que conociéndote o no, tu ya estabas en resigo, y en lugar de ayudarte, te estaba perjudicando. – Guardó silencio unos segundos mientras clavaba más la mirada en sus ojos verdes, se acercó otro paso a él. – Ya antes me lo habías dicho, si yo no estaba contigo podrías morir, decías que yo te daba fuerza. Si eso era cierto, lo único que he hecho con mi actitud es hacerte daño. Sé que ya es demasiado tarde para remediar mi error. Sé también que… jamás me perdonaras por no haber sido honesta contigo. Sé que… fui una tonta al alejarme de ti y por haberte hecho sufrir. Tú ya no mereces sufrir, menos por mí culpa.
- ¿A donde quieres llegar?
Anny suspiró profundo nuevamente, lo miró sin pestañear con los ojos más brillantes cada vez.
- Lamento todo que he hecho o he dicho. Lamento… lamento tantas cosas. Y solo quiero que sepas que tú has sido el único que me ha podido salvar del mundo horrible en el que vivía. Yo no soy tan fuerte como tú, Harry. Jamás pensé en conocer a alguien así, como tú, y no me gustaría quedar otra vez atrapada en mis pesadillas sin que supieras que… – su voz se quebró, y unas finas lágrimas surcaron sus mejillas – que ya no soporto ni un minuto más estar sin ti. – Comenzó a llorar amargamente, bajando la cabeza. – Ya nunca podré recuperarte porque sé que te he perdido para siempre… pero sin tan solo tú… – decía entre su llanto.
Entonces Harry lo comprendió. Sin pensarlo, se acercó a ella y le acarició una mejilla, enjugando sus lágrimas, levantó su rostro. En aquel instante Anny se abalanzó sobre él y lo abrazó por el cuello fuertemente. Harry la abrazó también, sintiendo su propio corazón latir de nuevo.
- ¡Perdóname Harry, perdóname por todo!
- Lo sé. – le murmuró Harry al oído.
- Oh, Dios, te extrañé tanto, Harry. - decía mientras lo aferraba con todas sus fuerzas – Jamás… jamás te dejaré ir otra vez. ¡Te amo tanto!
- Yo también te amo. Sentía que moría cada día al no poder hablarte, no poder estar contigo.
Se separaron un poco, se miraron a los ojos y Harry encontró aquella mirada que lo reconfortaba y le daba fuerzas para continuar. Se acercó lentamente a ella y cerrando los ojos, la besó dulce y apasionadamente.

Pasaron un buen rato escondidos tras el arbusto.
- Será mejor que regresemos al castillo, no tarda en oscureces. – Sugirió Harry muy a su pesar.
- No, - respondió Anny, quien se acurrucaba más en sus brazos – quiero estar contigo. Mañana iré a casa de mi padre y no te veré por dos largas semanas.
- Te escribiré.
- No quiero que me escribas, quiero verte, estar contigo. Al menos quedémonos una hora más.
- De acuerdo.
Repentinamente algo se movió a escasos metros de ellos, dentro del bosque prohibido.
- ¿Qué es eso? - preguntó Anny, mientras miraba en el bosque.
Los dos se acercaron para averiguar de lo que se trataba.
- ¡Pero que hermoso! - exclamó ella.
- No puede ser. ¿Qué haces aquí Buckbeak?
- ¿Lo conoces?
- Sí, es el hipogrifo de Hagrid. Debió haberse escapado, creo.
- Es muy bello. ¿Crees que se deje montar?
- Claro, ¿por qué?
La chica le sonrió y le dirigió una mirada de complicidad. Harry sabía que tramaba algo.
- ¿Qué te parece si damos un paseo?
- ¿Qué?
- Sí. Vamos, será divertido.
- Eh… bueno.
Anny hizo una elegante reverencia que Buckbeak respondió inmediatamente, entonces se dejó montar por ella de un salto y Harry la siguió, sentándose detrás de ella.
- Muy bien, Buckbeak, vamos a pasear. - dijo la chica.
El hipogrifo despegó magistralmente, llevándolos por un paseo sobre el bosque prohibido. Pasaron el castillo y lago. Poco a poco se fueron alejando del colegio. Entonces Harry sintió algo extraño, como si una barrera invisible se les aproximara.
- ¿Te das cuenta Harry, puedes sentirlo?, Dumbledor sí que tiene protegida la escuela.
- Sí tienes razón.
- ¡Mira, ahí, abajo, un claro! - exclamó Anny, olvidando campos de fuerza y protecciones.
En unos instantes descendieron a ese lugar. Desde ese claro, que estaba en la cima de una alta colina, podía verse la totalidad de lago que rodeaba al castillo. El cielo despejado de un tono rojizo comenzaba a ennegrecerse y la luna se dibujaba en el agua, acompañada por un creciente número de estrellas titilantes. Harry y Anny se sentaron bajo un gran árbol, para contemplar la vista.
- Hermoso, ¿no? - dijo la chica, mientras miraba a lo lejos. Harry en cambio, la miraba a ella.
- Es lo más bello que he visto. – contestó, sin apartar sus ojos de la chica. Anny volteó hacia él y se dio cuenta que la estaba mirando.
- Ni siquiera estás viendo el paisaje. - le dijo.
- ¿Quién está hablando del paisaje? - le respondió.
Anny le sonrió y empezó a sonrojarse un poco por el comentario.
- ¿Desde cuando eres tan romántico? - preguntó la chica aparentando seriedad.
- Desde que recuperé a mi novia. - contestó el chico con una sonrisa.
- Vaya. - dijo la chica mirándolo con la cejas alzadas en seña de incredulidad. - Solo dime desde cuando lo preparaste y me sentiré satisfecha.
- ¡¿Pero que dices?, esto ha sido espontáneo! - alegó Harry con aparente indignación. Anny lo miró con una serenidad que dejaba evidente su pensar. - Está bien, - agregó Harry, derrotado - Lo preparé durante el vuelo hasta aquí. Nunca se me ocurre nada romántico que decirle a una chica, así que…
Bajó la cabeza, avergonzado. Anny lo tomó de la barbilla y lo hizo fijar la vista en sus ojos.
- No necesitas preparar nada, me gustas tal como eres, aún y cuando olvides nuestros aniversarios y hables de otras chicas conmigo. Incluso con tu mal genio. Me gusta más tu charla casual y espontánea, ya sea de deportes o de lo que fuera, no importa el tema. Pero, si te hace sentir mejor, me gustó lo que dijiste, algo cursi, pero lindo.
- Por eso me encantas, porque no eres como las demás.
- Para que veas, eso sí es un cumplido. Y créeme que ya los extrañaba.
Ambos sonrieron. Harry se le acercó despacio y la besó en los labios de una forma dulce. Poco a poco, se dejaron llevar, hasta que terminaron recostados a la sombra de ese gran árbol. Harry sentía su corazón acelerado y ese calor, ya conocido, invadió todo su cuerpo. Quería hacerlo, estaba listo, pero, aún no estaba muy seguro, no quería presionar a Anny, ya que ese era un gran paso, sobre todo para ella. El chico comenzaba a besarle el cuello cuando, de pronto, se detuvo. Se enderezó un poco y la miró directo a los ojos.
- ¿Estás segura que quieres hacer esto? - preguntó.
Ella calló por un momento, luego dijo.
- Jamás he estado más segura en toda mi vida. - respondió, mirándolo a los ojos. - No me importa lo que pasó, o lo que vaya a suceder mañana, lo único que me importa eres tú y este momento, que estoy contigo. Estoy dispuesta a aceptar todas las consecuencias de mis actos, ya no soy una niña y sé lo que hago. Además, jamás había sido tan feliz y no quiero perderlo, quiero que dure para siempre.
Harry la besó y luego se separó otra vez.
- Hay otra cosa - dijo, algo nervioso, - yo…bueno, tu sabes que nunca he hecho esto antes.
- Lo sé, yo tampoco. No te preocupes, se que lo harás muy bien. Y más te vale. - dijo Anny, en broma. Harry se puso rojo, pero sonrió, mirando fijamente aquellos ojos café oscuros que tanto le enloquecían.
Pasó una mano acariciando sus cabellos y lentamente se recostó sobre ella otra vez, sus brazos la sostenían con fuerza contra su pecho; sus manos, como enredaderas, comenzaron a recorrer su cuerpo, con la ternura y delicadeza de alguien que acaricia una flor en primavera, tratando de despojarla del suave rocío de la mañana que la cubre. La sensación de escucharlo, de sentirlo tan cerca, la hizo estremecer y perderse aún más entre sus brazos. El ligero contacto de su piel… la brisa suave de su aliento deslizándose por su cuello… la delicada caricia de sus cabellos rozando su rostro, desataron en ella el deseo de un beso, un beso de aquellos exquisitos labios que tanto le gustaba probar, dulces como el néctar de las frutas y frescos como el agua de manantial; buscando la boca de Harry, la chica encontró aquellos complacientes labios acariciando su mejilla y, entregándose a ellos, se fundieron los dos en un profundo beso del alma.
Con una habilidad nunca antes probada, Harry fue bajando sus manos por el cuerpo de Anny, tentando sus brazos lentamente y pasando al interior. Poco a poco, fue abriendo su blusa hasta descubrir su pecho, acariciando con suavidad aquella región nunca antes explorada por mano ajena. Aventurando su boca y recorriendo con ella cada centímetro de su piel tersa, besó su cuello, sus hombros, su pecho; regresando de súbito a su boca, quitándole la respiración, mientras sus manos buscaban ahora más allá de sus piernas por debajo de su falda, y con suaves caricias, solo obedecía a su impulso animal.
Despacio, se fueron despojando de sus vestiduras el uno al otro, hasta quedar sin nada más sobre ellos que las túnicas del colegio, que jugaban el papel de gruesas sabanas, resguardándolos del mundo exterior, y la copa de ese árbol que los escondía a los ojos del cielo nocturno.
(Esos espíritus ardientes sabían lo que se avecinaba, un mar de emociones dentro de su ser comenzaba a despertar en una estruendosa tormenta que los ahogaba de excitación. La noche vestida de estrellas les dio rienda suelta a su más grande pasión y, con sus voluntades conectadas, no hizo falta decir nada más…)
Ella sentía el peso de él sobre su cuerpo, firmemente ajustado entre sus piernas, fuerte y viril, estaba listo… Él sentía la delicadeza de su fina figura debajo, vibrando de vez en vez entre sus brazos, olvidando el miedo y la timidez, estaba lista…
Anny lo abrazó silenciosa y abandonó su voluntad, mientras Harry se abrigó en ella con fuerza y, en medio de la noche, se fundió en su cuerpo, suave y fuerte a la vez, como la hoja fría de una espada que penetra lentamente la carne viva del enemigo, rasgando sus tejidos hasta hacerlos sangrar; hundiéndose cada vez más, como alguien que clava profundo los dientes en el fruto prohibido, adentrándose en su ser y en su vida como nadie lo había hecho antes, llevándola hasta la más sublime de las emociones jamás experimentadas por una mujer, formando parte de ella ahora y para siempre…
Luego de ese instante, los segundos comenzaron lentos y suaves, como su movimiento de vaivén sobre ella, quien se aferraba a él con todas sus fuerzas al sentir desgarrarse desde el interior. En sus ojos comenzaron a brillar más las estrellas cuando Harry la embistió enérgicamente, haciendo de ese movimiento compulsivo y salvaje de sus caderas un sacudimiento aún más vehemente, mientras su respiración se hacía cada vez más honda y su corazón acelerado aumentó aún más la velocidad, haciéndolo jadear… gemir. Su sangre caliente corría tan rápido por sus venas que lo hacía arder, sus músculos estaba en total tensión y su piel erizada y sudorosa.
Mientras tanto, la respiración de Anny era más profunda y ahogada a cada segundo, al mismo tiempo que todo su cuerpo temblaba cual tierra virgen a punto de explotar, un volcán en erupción al sentirlo hundirse con mayor fuerza cada vez. Su rostro expresaba muecas de dolor y delicia entremezclados, como un grito contenido apunto de desbordarse en un gemido de dolor y éxtasis. De pronto, de sus labios escapó un débil sollozo pueril al tenerlo dentro, y finas lágrimas resbalaron por sus mejillas, mientras se atrapaba en su cuerpo, ahogando el llanto contra su pecho.
Harry la sintió sacudir tan violentamente debajo de él, que se vio forzado a parar por un instante.
- ¿Quieres… que… me detenga? - dijo entre jadeos.
- No… no te detengas… no ahora. - contestó Anny con voz sofocada y respiración agitada, mientras se asía más fuerte a él para soportar el dolor.
Harry la besó dulce y profundamente antes de continuar, elevando un poco más su ritmo. Entretanto Anny, sumergida en ese océano tormentoso de éxtasis, arqueaba su espalda con cada ataque, que hacía parecer que todo su cuerpo estuviera a punto de romperse, cada fibra de su organismo se quemaba al contacto de su calor creciente y que la consumía. Ella lo sentía tocar el punto más hondo de su ser, lo sentía sobre ella, a su alrededor y dentro de ella una y otra vez, llevándola más allá de la razón y la locura.
En el clímax de la pasión, cuando ya no pudo contenerse más, Anny estalló en un grito amortiguado, aprisionando a Harry entre sus brazos y piernas con fuerza tal para sobrellevar aquel tornado de impetuoso placer y sufrimiento, dejando escapar luego un largo y agotado suspiro, al soltar su cuerpo, cual navío que se deja llevar a la deriva por la suave calma de la marea después de la tormenta…

Pasada ya la tempestad llegó la calma, y después de aquella oleada de brío y férvida pasión, Harry, que lucía exhausto, respiró profundamente y recostó un momento su cabeza sobre el pecho de Anny, antes de tenderse a su lado. Como su naturaleza se lo indicaba, tenía la necesidad de alejarse, pero no lo hizo, se quedó junto a ella, que aún seguía sumergida en un mar de emociones y sensaciones. Harry la abrazó tiernamente, para que se sintiera protegida y acompañada. Anny se lo agradeció intensamente con una simple mirada y sonrisa que decían más de lo que con palabras se pudiera expresar. Poco a poco, bajo la luz titilante de las estrellas, se fueron quedando dormidos, abrazados. Y Harry sabía que ahora nada podía separarlos, de ahí en adelante ella sería… por siempre suya.

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