domingo, 27 de enero de 2008

Capítulo 7.- La nueva Magia.

Era el primer día de escuela, y después del escándalo de la noche anterior en el que Harry y Ron, los mejores amigos, llegaron hasta los golpes, la mañana parecía estar demasiado tranquila, al principio. La noticia del porqué esos dos había peleado ya se había extendido por todo el colegio y aún no era el almuerzo. Harry continuaba con la mejilla un poco inflamada y Ron con el rostro molesto, ambos sentados en el gran comedor a la hora del desayuno lo más lejos que pudieron el uno del otro.

Por fin llegaron los horarios. Harry aún continuaría con las mismas materias del año anterior y, al parecer, las seguiría compartiendo con los mismos compañeros.

- ¡Harry! – escuchó el muchacho una voz conocida a sus espaldas mientras se dirigía al aula de Transformaciones, su primer clase del día. – Por fin te alcanzo… ¿qué te pasó? – preguntó un tanto alarmada Anny.
- Nada – respondió Harry – solo que creo que Ron no me perdonará tan fácil.
Y le platicó lo de la pelirroja desaparecida y de la discusión en la alcoba.
- Que obstinado es tu amigo – exclamó la chica al final del relato – Tarde o temprano él se dará cuenta que está cometiendo un error y lo injusto que ha sido contigo.
- Olvídalo, ¿qué no se supone tú deberías estar en clase de Encantamientos con los Ravenclaw’s?.
- Te tengo una sorpresa, mira. – la chica le mostró su horario – No solo compartiremos Pociones.
- ¡¿En serio?!
- Sí. Parece que Gryffindor y Slytherin tomarán más de una clase juntos, y serán Pociones y DCAO.
- ¡Excelente!
- Sabía que te alegrarías. Bien, te veo en una hora en clase. Y ponte algo en esa mejilla que se te está poniendo muy fea.
- Sí, nos vemos.
La chica salió corriendo mientras Harry la observaba alejarse. Pasó el día sin mayores inconvenientes. Desde el primer minuto que empezaron sus clases los maestros no hacían otra cosa que recordarles lo importante de su último año en el colegio, el año de los EXTASIS, los más terribles y difíciles exámenes que debían presentar para aspirar a alguna carrera ‘decente’ en el mundo mágico. Inesperadamente, Harry se dio cuenta que no le importaban mucho esos exámenes, ya que en su cabeza había otras cosas que le preocupaban más. Todo ese día el chico no pudo dejar de meditar en como le iba a hacer para arreglar las cosas con los Weasley, como resolvería el misterio de su medallón y como le diría a Anny que lo tenía, eso sin mencionar que su nuevo maestro de DCAO no le daba mucha más confianza que el mismo Snape, cosa que le parecía muy rara, algo tenía aquel profesor que le daba mala espina.

*

En la segunda mañana de clases su primera materia sería DCAO, a pesar de que no confiaba mucho en el maestro (si bien no sabía exactamente porque) se sentía emocionado de asistir al último curso de la materia en la que era el mejor.
Los alumnos comenzaron a entrar al aula, inusitadamente casi todas las chicas ocupaban los primeros sitios. Harry se encaminaba hacia la mitad del salón cuando sintió un jalón de su túnica.
- Quedémonos atrás. – dijo Anny, que ya se encaminaba hacia el final del aula.
- De acuerdo.
Harry se sentó junto a ella. En ese momento apareció el maestro y una oleada de murmullo, sobre todo mujeres, se esparció por el lugar.
- Buenos días a todos mis nuevos alumnos – comenzó a decir el profesor – , esta es su clase de DCAO. Primero que nada, es mi deber presentarme ante ustedes, – el murmullo cesó – ya que no tengo el gusto de conocerlos, soy el profesor Tobías Winslow, como bien mencionó su director hace dos noches. Antes de comenzar quiero decir que talvez encuentre un poco diferente ésta clase con respecto a la que impartieron profesores anteriores de la materia. Lo que yo planeo para ustedes es mostrarles la verdadera hechicería, ya que para defenderse de las artes oscuras o de cualquier otro tipo de magia, deben conocerla desde sus inicios, no solo en su historia, sino en sus prácticas.
La clase entera estaba fija a lo que el maestro decía, como si fuera una dulce música que los atrajera sin remedio alguno. Harry observaba alrededor, incluso Hermione no apartaba su mirada de él y no quitaba esa expresión de borrego a medio morir, él no había visto esa mirada en su amiga desde que iban en segundo y el profesor Lockhart le impartía la materia. Por alguna extraña razón Harry continuaba sin confiar mucho en ese profesor, parecía conocer tanto de artes oscuras como él de quidditch y, a diferencia de otros, éste no consideraba ese tipo de magia como un grave peligro, sino un suculento arte que todos deberían conocer. Solo Anny parecía compartir su opinión.
- Segundo, – seguía diciendo el profesor – he de decirles que existen muchos tipos de magia en este mundo. Ustedes están aprendiendo la magia convencional, practica y básica. Aquella que necesitan y deben saber para sobrevivir. Pero existe otra magia fuera de lo que conocemos como magia blanca o artes oscuras, es la que las unifica y de donde partieron una y otra. Es la magia más antigua que existe en el mundo y que ha alimentado todos los tipos de artes que ahora existen. Para entender de lo que hablo, primero necesitan comprender bien la magia que ya conocen. A ver, ¿Quién me dice qué necesitan para realizar un hechizo?. Hermione levanto la mano.
- Si señorita…
- Granger. Se necesita ser magos.
- ¿A parte de eso?
- Tener una varita.
- Sí, pero ¿aparte de eso?
Nadie respondió.
- Necesitan expresar un conjuro, pensarlo, tenerlo en su cabeza o decirlo con palabras. De una u otra forma, tienen que estar concientes del hechizo que van a realizar. Ya deben ser expertos en hechizos verbales y no verbales. Ahora bien, ¿alguien sabe cual es la base de los hechizos?. ¿Qué necesitan para conjurar un boggart?
- Imaginar a nuestro pero temor y hacerlo gracioso. – respondió nuevamente Hermione.
- Muy bien, la risa, eso es lo que lo destruye. ¿Para defenderse de un dementor?.
- Un recuerdo feliz. – Hermione.
- Sí, y ¿para torturar o matar a alguien?
- Desear de verdad que ese alguien sufra y muera. – respondió Harry casi sin pensarlo. Todos lo miraron.
- Correcto. Y ¿qué es todo esto? – todos guardaron silencio. – Emociones, sentimientos. Son los elementos que nos hacen humanos y que, para usarlos en nuestro beneficio, tenemos que hacerlos concientes, racionalizarlos, sacarlos del corazón y ponerlos en la cabeza. ¿Quiénes son hijos de magos? – La mayoría levantó la mano. – Ustedes fueron educados en este mundo mágico, así que cualquier expresión de poder no era extraña para sus padres. En cambio, los hijos de muggles, que ni siquiera sabían de la existencia de la magia, todo en torno a sus habilidades parecía extraño. Pero, ¿cuándo expresaban estos niños su magia?. Cuando tenían miedo, cuando estaban aterrados o enfadados, cuando tenían emociones fuertes era cuando expresaban su magia, sin saber que era la magia más pura que existe. Cuando llegaron aquí, hace 6 años, comenzaron a enseñarles como controlar su magia, eso es lo que aprenden aquí, a controlar y dirigir su magia. Por eso necesitan una varita. La principal función de una varita es canalizar la magia, conjurar un hechizo determinado y específico. Aunque ya no necesiten decir los hechizos en voz alta, aún así necesitan de su varita o estarán desarmados. Y como parte de esta magia también existen otras que son lo contrario. ¿Saben lo que es Occlumancia y Legirimancia?
- Se usan para leer la mente. – respondió Harry nuevamente.
- Algo así. No es la mejor forma de expresarlo, pero a groso modo eso es. Legirimancia es el arte de indagar en la mente de alguien, conocer sus recuerdos y sus más profundos secretos. Occlumancia es el arte de cerrar la mente, bloquear toda emoción y sentimiento, evitando que otro tenga acceso por medio de la legirimancia. Aquel que practique estos dos hechizos a la perfección puede ser frío y despiadado, mentir, sin inmutarse. Es capaz de cerrar su corazón a toda emoción, capaz de ver a los ojos de alguien y saber todos sus secretos. Es un tipo de magia racional, fría y calculadora, que bloquea el corazón y deja solo a la mente, a diferencia de lo anterior en la que son las emociones hechas concientes la que provoca la magia. Ahora, existe la magia que yo les enseñaré.
Fijó su mirada en Harry mientras las luces de la habitación chispearon por unos segundos, y un onda de frío recorrió a todos los presentes, que comenzaron a inquietarse y mirar en todas direcciones, como su una presencia desconocida los hubiera invadido. Harry seguía mirando fijamente al profesor, que sonreía de una forma extraña. De pronto todo cesó.
- Esto es la magia más antigua que existe, también es la más poderosa. No racionaliza las emociones, ni usa la mente para bloquear los sentimientos; simple y sencillamente deja fluir lo que hay en tu ser, el corazón, lo que su cuerpo emana todo el tiempo y se les enseña a contener. No necesitan una varita, tan solo les hace falta estar dispuesto. Pero así como es de poderosa, así no cualquiera puede realizarla, hay quienes ni siquiera llegan a entenderla.
- ¿Qué magia es?
- Es la energía del alma. Entre más completa y pura sea al alma, más fuertes serán los hechizos que hagan con ella. Existe, dentro de esta magia, una que es la más importante y poderosa, maravillosa, misteriosa y, a veces, hasta terrible, que otorga la mayor protección y fortaleza conocida, o ser más aterrador incluso que la muerte si no se sabe controlar.
- ¿Cuál es? – preguntó Seamus.
- Simple, es el…
- Amor. – concluyó la frase Harry. Todos lo miraron desconcertados. El chico mantenía los ojos en el maestro, como esperando ver su reacción.
- Cierto. Es el amor. – confirmó el profesor. – El principal representante de éste tipo de magia. Un sacrificio de amor puede romper el más cruel maleficio, un sacrificio de amor puede bloquear la más terrible maldición… es el amor lo que puede destruir lo indestructible y mantener en pie lo más frágil; es el amor lo que te da fuerza y, que si no controlas, te puede matar de las formas más dolorosas, aquellas que no puedes combatir. El señor Potter tiene razón, y cero que él es el más claro ejemplo de lo que digo, ¿no es así? – Winslow se detuvo frente al muchacho. – Imagino que fueron tus padres los responsables de que aún sigas aquí, ¿o no?. Fue su sacrificio lo que te salvó.
- Sí. – respondió Harry fríamente.
Un montón de murmullos comenzaron a surgir en el salón, susurros que acompañaban recelosas miradas hacia Harry.
- ¡Silencio todos! – habló el maestro con voz fuerte regresando al frente de la clase. – Es hora de comenzar. Espero que de verdad ya dominen los hechizos no verbales, porque su práctica es una gran ayuda si se quiere aprender la magia antigua.
- ¿Qué pasa si no los dominamos? – preguntó temerosa Parvati.
- Pues, jamás lograrán conjurar nada en este curso.
- ¿Podríamos hacer un repaso?
- No lo creo necesario, su maestra anterior es una poderosa bruja y una excelente maestra, confío en que los haya dejado bien preparados.
Casi todos los alumnos se miraron unos a otros con preocupación.
- Pero bueno, pensándolo bien, creo que un buen repaso sería conveniente, teniendo en cuanta que las vacaciones siempre les borra la memoria.
Todos dieron un suspiro de alivio, eso de comenzar con algo que ni conocen les pareció preocupante, pero ahora se sentían mejor.
Comenzando por las maldiciones imperdonables, el profesor Winslow inició su curso de Defensa Contra las Artes Oscuras. La mayoría de los alumnos estaban hechizados y asombrados por las habilidades y conocimientos de su nuevo profesor. Todos, excepto Anny, quien lo observaba fijamente, sin pestañear, escudriñando cada movimiento de su cuerpo, cada gesto de su rostro, cada dirección de su mirada. Incluso parecía analizar letra por letra las palabras que salían de la boca del maestro, con una suspicacia y un recelo que Harry no conocía en ella hasta aquel momento. Harry quedó desconcertado.

- Interesante clase, ¿no te parece? – preguntó Harry, un rato más tarde, cuando salieron del aula, para hacer conversación con Anny, llevando en secreto la curiosidad de conocer el porqué de la actitud de su novia.
- Demasiado interesante, diría yo. – respondió Anny mirando al espacio vacío.
- ¿Por qué?
- Por nada, no me hagas caso. Te veo en la cena.
Y sin decir nada más, se alejó de Harry casi corriendo y sin darle la cara. El muchacho se quedó muy extrañado por esa reacción, generalmente ella no se comportaba así.
Harry siguió caminando con esos pensamientos en su cabeza cuando alguien más lo alcanzó. Era Neville.
- Hey Harry, que bueno que te alcanzo, tengo un mensaje para ti. El director te espera en su oficina hoy al terminar las clases del día, antes de la cena. Me dijo que es importante que seas puntual porque tiene algo importante que decirte.
- He, gracias Neville. ¿Te dijo de que podría tratarse?
- No, solo me dijo que es muy importante.
- Bueno, esta bien, gracias por el recado.

Aquella tarde, luego de salir de Encantamientos, Harry se encaminó solo hacia la oficina del director con numerosas preguntas en su mente. ¿De que se tratará aquello tan importante que quiere hablar con él?. ¿Será de la profecía?, o ¿será del medallón?. ¿Voldemort tendrá que ver? (bueno, él siempre tiene que ver). Realmente no importaba mucho, ya que sin darse cuenta, Harry se detuvo frente a la estatua de águila de piedra, entrada de una oficina. Ahí se encontraba ya un anciano de larga barba plateada y rostro afable, con finas arrugas y profundos ojos azules que eran enmarcados por unas gafas de media luna sostenidos en una aguileña nariz. Albus Dumbledor, director del Colegio Hogwarts permanecía frente a Harry Potter, esperándolo, mientras sostenía en sus brazos un pequeño y decorado cofre.

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