martes, 22 de enero de 2008

Capítulo 1.- Exámenes de verano.

Era una agradable mañana de principios de Agosto. El cielo estaba despejado y el sol brillaba con todo su esplendor. El tibio calor del amanecer era acompañado por una suave y fresca brisa que mecía y hacía silbar dulcemente las hojas de los árboles en los jardines de las casas del condado de Surrey. En una de esas casas en especial, el #4 de Privet Drive donde había un gran seto, lograba divisarse la ventana abierta de una pequeña habitación en el segundo piso, dentro de la cual un muchacho de 17 años recién cumplidos se preparaba para su visita a Londres. Eran las 7:30 de la mañana cuando Harry Potter, un chico alto, delgado, de ojos verdes con gafas y cabello negro alborotado, trataba inútilmente de aplacar su melena frente al espejo.
Aquel era un día especial, hacía apenas unas horas que Harry había cumplido sus 17 años, lo que se consideraba la mayoría de edad para un mago. Sí, porque Harry Potter no era un chico común, sino un mago, pero incluso como mago, tampoco era común como los demás. Dentro de las características más destacables de éste muchacho, aparte de ser un gran y poderoso hechicero para su edad, era la curiosa cicatriz que surcaba su frente, un corte peculiar en forma de rayo, vestigio de una poderosa maldición que lo tocara cuando apenas tenía un año de edad. Harry se salvó en aquella ocasión gracias al sacrificio de su madre, que dio la vida por él. Pero esa especial cicatriz también le dio a Harry un destino. Dos años atrás y gracias a una profecía, Harry se enteró que solo él tendría el poder para derrotar a lord Voldemort, el mago tenebroso más poderoso de los últimos tiempos, y esto era porque el mismo Voldemort lo había escogido la noche en que intentó de asesinarle, matando a sus padres tratando de conseguirlo y por lo que ahora Harry tenía que vivir con sus desagradables tíos. Pero no más, él ya tenía 17 y por lo tanto ya era libre de hacer magia sin la preocupación de ser expulsado del colegio, siempre y cuando no expusiera al mundo mágico ante los ojos de los muggles.
Entonces, esa bonita mañana Harry trató todo lo que pudo para lucir presentable, ya que su visita a Londres no era por placer, sino que tenía que ir al Ministerio de Magia para presentar su examen de Aparición, para el que se preparó con entusiasmo durante el año anterior; pero también presentaba examen final de Pociones (que le preocupaba más), ya que Harry no estuvo durante las últimas tres semanas de clases en el colegio, tuvo que terminar con sus cursos autodidácticamente. Aunque los maestros aceptaron que estaba listo y no era necesario que presentara los exámenes, Snape, el profesor de Pociones, no era tan condescendiente con el chico, de hecho lo odiaba, así que él sí le pondría examen. La razón por la que Harry no estuviera en la escuela fue que atacó a un compañero, Malfoy, que más que compañero era su enemigo de casi toda la vida en Hogwarts; Harry usó una maldición imperdonable con él, aunque lo hizo más por obra de Voldemort que por sí mismo, pero nunca se arrepintió, aún así abandonó el colegio temiendo que lord Voldemort cumpliera su amenaza de obligarlo a matar a todos los que quería. A pesar de que fue solo una trampa la que lo sacó de la escuela y quitarlo de su camino, Harry logró regresar a tiempo para salvar a todos de las garras de la muerte, antes que Voldemort y su nueva aliada, Velda, absorbieran toda su energía vital. Harry enfrentó nuevamente a su Némesis y por 5° vez logró salir con vida, en esta ocasión, por el misterioso Medallón de Naráva que hiciera su antepasado Gardo Gryffindor. Ese Medallón guarda un secreto que Harry no conoce y que espera descubrir algún día para así poder cumplir con su destino.
Ya eran las 8:15 de la mañana y su cabello aún rehusaba aplacarse, entre más lo intentara peinar, más desordenado parecía.
- ¡¿Quieres bajar ya, muchacho!?, ¡no tenemos todo el día! – gritó tío Vernon desde la sala.
- ¡Ya voy! – contestó Harry desde su alcoba mientras se miraba al espejo derrotado por su rebelde cabellera.
Ya no lo intentó. Mejor tomó su reloj del buró y se lo puso en la mano izquierda, también tomó su varita y la guardó en el bolsillo derecho del pantalón, luego fue a su baúl y lo abrió para sacar un libro de pociones y unos pocos pergaminos para repasar durante el camino. Ese libro se lo había mandado Hermione, una de sus mejores amigas y novia de su mejor amigo, a los dos días que llegara a Privet Drive diciéndole, y Harry recordó su un tanto autoritaria voz: “Este es un magnífico libro de pociones, lo he encontrado en la biblioteca de la escuela y me ha gustado mucho, por eso me compré un ejemplar, pero tú lo necesitas más ahora, así que te lo mando para que lo leas, aún falta mucho para tu examen, me dijeron que no fue muy fácil, así que también te hice algunas notas en los bordes de los párrafos para que no se te olviden las cosas importantes”. Los pergaminos que sacó junto con el libro se lo mandó Ron, el pelirrojo pecoso de su mejor amigo y novio de Hermione, Harry también recordó el mensaje que venía adjunto a esos apuntes: “Harry, aquí te mando esos apuntes de pociones que me han dado, bueno, venido Fred y George, ellos dice que es el examen, no sé cómo lo consiguieron pero dicen que es de fiar, yo no les creo mucho que digamos, pero igual te pueden servir”. Una leve sonrisa escapó por los labios de Harry al recordar a sus amigos. Él estaba seguro ya no sería tan tonto como para volver a alejarse de ellos como el año anterior.
Mientras sacaba el libro y los pergaminos, Harry se encontró con algo que llevaba más de dos meses sin usar y que, al verlo, lo hizo sentir una desagradable desazón. En lo más escondido de su baúl se hallaba una pequeña tirita tejida con un hilo rojo escarlata y con sus iniciales bordadas en dorado. Harry lo sacó y sintió una sacudida en su estómago al recordarla. Aquella pequeña pulsera fue un regalo hecho por Veranna Waller para él. Anny, como solo él la llamaba de cariño, había sido la chica más especial para Harry durante gran parte del curso anterior. Con ella compartió momentos maravillosos y nuevas experiencias, conoció lo que era el amor verdadero. Lamentablemente todo eso quedó solo en su memoria, ya que Anny ahora lo odiaba y no quería saber nada de él, hecho que Harry comprobaba cada día al no recibir ninguna noticia suya y todas las cartas que le enviaba regresaban tal cual, justo como habían partido. Harry ya se había cansado de reprocharse a sí mismo su estúpida actitud con ella, que en su afán por protegerla, le hizo más daño que nadie más.
Harry suspiró profundamente y guardó la pulsera entre un libro, decidiendo guardar también su recuerdo y tratar de seguir con su vida, justo como antes de conocerla. Pasó un rato sentado al borde de la cama, mirando por la ventana y pensando en muchas cosas o solo en ella, hasta ese momento, lo bello de la mañana se había ido con su pulsera al cerrar el baúl. Aunque él tratara de negarlo, la extrañaba, la extrañaba muchísimo y su corazón le dolía porque la necesitaba.
- ¡TIENES TRES SEGUNDOS PARA BAJAR O TE DEJAREMOS! – se escuchó fuerte el gruñido de tío Vernon desde la calle.
Harry se levantó apesadumbrado pero se apresuró a bajar. Casi le da un infarto al ver la hora. Eran las 8:30 de la mañana y él debía estar en el Ministerio de Magia en menos de una hora a más tardar.
- Hasta que por fin. – exclamó tía Petunia con desdén.
- Vamonos – gruñó tío Vernon.
Durante el viaje Dudley estuvo muy callado y miraba a Harry de reojo y con recelo, aún no había olvidado lo ocurrido en las vacaciones anteriores con sus amigos. Viajaron durante un buen rato sin ningún inconveniente, solo una noticia en la radio que llamó la atención de Harry.
“Nueva desaparición. Una vez más una familia de las afueras de Londres ha desaparecido sin dejar rastro, el único dato que se encontró fue una extraña figura de humo verde sobre la casa, como una clavera con una serpiente saliendo de la boca. Recordando que esa marca ha aparecido durante los últimos meses por todo Londres acompañada siempre de extraños disturbios, desapariciones y muertes. Lo curioso de esta ocasión es que la pareja desaparecida no era de la ciudad, sino que solo venían a visitar a unos familiares desde Somerset Inglaterra, pero, según vecinos que hablaron con ellos horas antes, esta pareja no sabía que sus familiares fueron asesinados hace un año en la misma residencia a donde llegaron y donde aparecieron marcas similares…”
- Ya he tenido suficiente de esas tonterías, – exclamó tío Vernon apagando el radio – muertes, desapariciones, ataques… Mientras no se acerquen a mi casa y a mi familia yo soy feliz.
Harry no dijo nada, solo hizo una mueca de fastidio. Pasó otro rato y llegaron a su destino. Harry bajó del coche frente a la estación del metro, donde ya lo esperaban.
- Pasaremos por ti a las 6:00 de la tarde, más te vale estar aquí a esa hora o te dejaremos. – advirtió tío Veron cuando Harry cerró la portezuela del auto.
- De acuerdo. – contestó él mientras se alejaba.
Harry caminó directo hacia un hombre de raídas vestiduras y un viejo baúl.
- Hola Harry, ¿cómo estás? – preguntó la voz familiar de Remus Lupin.
- Hola. – respondió Harry.
- ¿Estas listo?
- Eso espero.
- Claro que estás listo. Ven, vamos.
Harry y Lupin caminaron por el centro, alejándose de la estación y tomando una calle lateral que los condujo entre un sinnúmero de edificios pequeños y destartalados hasta llegar al contenedor de basura y la cabina telefónica. Por segunda ocasión Harry entró en esa cabina roja con Lupin, mientras éste marcaba 62442. Entonces nuevamente escuchó la voz chillona de mujer que hablaba:
- ‘Bienvenidos al Ministerio de Magia, favor de decir su nombre y asunto.’
- Remus Lupin, acompaño a Harry Potter a su examen de aparición.
- Harry James Potter, vengo a presentar el examen de aparición y obtener licencia.
- ‘Gracias y disfrute su visita’.
De la platina de las monedas salieron dos pequeñas insignias, una para Harry y otra para Lupin. En ese momento la cabina comenzó a bajar como un ascensor hasta abrirse al vestíbulo del Ministerio de Magia. Harry observó de nuevo aquel atrio, con su suelo de madera y techo azul metálico, de las chimeneas en las paredes entraba y salía gente de todo tipo para trabajar, los 20 ascensores dorados estaban funcionando subiendo y bajando gente, también observó que la estatua del mago, elfo doméstico, bruja, centauro y duende había sido reconstruida y mejorada con una fuente más amplia. Harry y Lupin se acercaron al final del atrio hacia el guardia, mismo del año anterior.
- Varitas, por favor. – pidió el guardia.
Luego de una breve revisión y descripción, el guardia regresó las varitas a sus respectivos dueños y les dio paso hacia uno de los ascensores que comenzó a andar llevándolos hasta la 6ª planta, el Departamento de transporte Mágico. Entraron en un piso lleno de oficinas y chimeneas, una puerta a un costado daba a un salón lleno de escobas en revisión desmanteladas con el título de ‘Consejo Regulador de Escobas’, otra sala que llevaba el título de ‘Oficina de Trasladores’ y donde había un sinnúmero de gente probando objetos de todo tipo, relojes, botas, latas, copas, platos, etc., etc. También había una pequeña oficina que tenía la siguiente leyenda: ‘Dirección de la Red Flú. Madame Edgecombe’. Harry recordó que la madre de la amiga tonta de Cho trabajaba en el Ministerio de magia a cargo de la red flú. Se le retorció el estómago al recordar como casi los expulsan por culpa de esa chica tonta cuando estaba en 5°. Harry siguió caminando. Al final del pasillo había otra puerta que era de color café y daba a una gran sala con asientos alrededor. En el dintel había un letrero que decía: “Centro Examinador de Aparición”. Harry entró después de Lupin a la habitación, allí ya se encontraba un hombre anciano, algo encorvado y con el cabello blanco, usaba unos lentes con bifocal muy pronunciado y parecía hacer gestos todo el tiempo. Su nombre era Anthony Macloid.
- Bienvenido, Harry Potter, es un honor conocerte.
- Hola.
- ¿Estás listo para tu prueba?
- Sí.
- Muy bien. Sé que durante el curso anterior los estuvieron instruyendo en las artes de la Aparición. Dime, ¿qué se requiere para poder hacerlo?
- Tener plena conciencia de donde estoy y a donde quiero ir, de la distancia que hay entre los lugares y, lo más importante, conocer el conjuro correcto.
- Y, ¿cuál es?
- Evanescence.
- Y, ¿cómo lo haces?
- El conjuro se piensa, no se dice en voz alta. Hay que concentrarse en el lugar a donde se desea ir y fijarlo bien en la mente, visualizarlo.
- Correcto. Vas muy bien hasta ahora, es momento que demuestres que tan bien lo haces. Quiero que aparezcas al otro extremo de la sala.
Harry observó el lugar y se concentró, en menos de 5 segundos ya estaba del otro lado.
- ¡Excelente! Ahora quiero que aparezcas afuera de la sala.
Harry lo hizo. Así continuaron elevando el nivel de complejidad hasta que logró aparecer en el atrio del Ministerio desde la 6° planta.
- Muy bien, Sr. Potter, me ha dejado sorprendido. Ahora solo necesita esperar unos minutos mientras se le tramita su licencia. Puede quedarse aquí, si gusta.
Harry se sentó en una salita de espera, tomó un poco de café y galletas y se sentó a repasar los apuntes de pociones. En esos momentos Lupin no se encontraba con él porque había ido a averiguar dónde sería su examen de Pociones.
Por fin llegó Lupin justo cuando Harry recibía su licencia de manos del anciano.
- Muy bien, Harry – dijo Lupin – sígueme.
Harry se encaminó con Lupin a la segunda planta, el Dpto. de seguridad Mágica, donde había una pequeña oficina de juntas. Ahí ya los esperaban Dumbledor y Snape, quien llevaba un buen montón de hojas que Harry supuso era su examen. Al llegar, Snape puso una expresión despectiva con la simple presencia de Harry, en cambio Dumbledor se veía jovial y más joven de lo que lo había visto la última vez.
- Bien, Potter. – exclamó Snape con desdén. – Estas son preguntas de todo el curso – dijo entregándole un largo pergamino – y éste es tu examen práctico, que son las instrucciones básicas para preparar el ungüento volador. Tienes dos horas para prepararlo y probarlo.
- Eh… profesor, – comenzó Harry bastante contrariado – ¿cuándo dio esta clase?
- La última semana del curo… Oh, es cierto, no estuviste presente. – añadió con una mueca de burla y satisfacción en su rostro que hizo enfurecer a Harry. – Pues de ti depende – continuó su maestro de pociones – si tomas el siguiente curso o no.
- Creo que estás siendo injusto, Severus. – dijo Dumbledore.
- No se preocupe, director, puedo pasar el examen. – alegó Harry bastante desafiante.
El anciano director lo miró un momento luego sonrió. Harry tomó las hojas y comenzó a contestar. Aunque eran preguntas bastante complicadas, no tuvo muchas dificultades para contestar gracias a los apuntes de Hermione. Harry recordó en algún momento de su estancia en la casa de Dumbledor donde leyó varios libros, en uno se encontraba una descripción bastante detallada del ungüento volador. Harry se acordó que se necesitaban belladona, acónito y cicuta para prepararlo, debía hervir y moler las hierbas, luego batirlas con una pasta especial que le daba consistencia. Después que hizo todo el procedimiento, que le llevó 45 minutos, probó la pomada de color gris oscuro en una de las sillas del lugar. Inmediatamente la silla comenzó a levitar por un rato y luego cayó estrepitosamente sobre el piso de madera. Snape tenía cara de haber perdido la lotería al ver que Harry logró hacer su examen con éxito.
- Muy bien Harry. – lo felicitó Lupin.
- Bien Harry, – dijo Dumbledor, – creo puedes tomar el último curso de pociones, ¿cierto Severus?
Snape solo hizo una mueca de asentimiento y se marchó lleno de coraje.
- Ya que estamos aquí – agregó con propiedad – te entregaré tu carta del colegio, así sabrás de una vez cuales son los materiales y libros que llevarás éste curso. Aquí tienes, Harry.
El anciano dio a Harry el ya acostumbrado sobre amarillento hecho de pergamino.
- Es hora de irnos. – dijo Lupin.
Entonces se despidieron del director y se marcharon.
- ¿Qué te parece si vamos a comer algo?, aún falta para que tus tíos vengan por ti. – propuso Lupin mientras se encaminaban hacia el ascensor.
- Me parece muy bien, me muero de hambre.
Los dos entraron en dicho elevador. En él también había un hombre que lucía bastante nervioso, llevaba consigo un ejemplar de ‘El Profeta’. Harry logró ver el encabezado de la noticia que ocupaba casi toda la página principal y las primeras líneas de la nota.

MISTERIOSA DESAPARICIÓN

‘Una familia de magos ha sido secuestrada. Cuando las autoridades mágicas llegaron al lugar de los hechos, en las afueras de Londres, lo único que encontraron fueron los restos de la casa y la marca tenebrosa sobre ellos, pero no había cuerpos. Sabemos que no los mataron porque testigos muggles aseguran (antes de que se les borrara la memoria) que vieron a un grupo de sujetos encapuchados llevarse a la pareja y desaparece después de destruir la casa. Los aludidos aún iban con vida. Lo sospechoso de ésta pareja es que era un mago muy respetado y miembro activo del Departamento de Cooperación Mágica Internacional y del Wizengamont, y su esposa media sangre, ambos provenientes de Somerset Inglaterra. Curiosamente, la casa en donde desaparecieron pertenecía al hermano de la mujer, que era muggle, y que fue asesinado junto con su familia hace un año y la marca tenebrosa también apareció en aquella ocasión…’


Era la misma pareja que anunciaron en la radio de camino al ministerio esa mañana. Harry se preguntó cuál podría ser la importancia de aquella pareja como para que ese hombre estuviera tan preocupado. Lupin también se dio cuenta de lo alterado del hombre pero no hizo ningún comentario, también leyó la nota y de igual forma se guardó cualquier observación que tuviera al respecto.
Harry salió con Lupin del Ministerio de Magia bastante contento por que ya era mayor oficialmente y porque había pasado su examen de pociones. Estaba tan feliz que tenía ganas de no esperar a sus tíos y aparecerse en su casa para darles un buen susto, pero decidió mejor no hacerlo. Se fue a comer con Lupin al Caldero Chorreante. Ahí pasaron un buen rato a gusto hasta que llegó la hora de regresar a casa.

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