domingo, 27 de enero de 2008

Capítulo 9.- El misterioso profesor Winslow.

La primera semana de clases pasó rápido entre tareas y prácticas. Pero la tarde del primer vienes en el colegio Harry recibió una lechuza de parte de la profesora McGonagall comunicándole que ya podía comenzar con los entrenamientos de quidditch solo que había un problema, dos miembros de su equipo no le dirigían nada la palabra. Así que antes de comenzar, Harry convocó a todo su equipo a una junta a primera hora de la mañana de la mañana siguiente.
Al entrar al vestidor, Harry se percató que Ron y Ginny también acudieron al llamado.
- Buenos días Harry, ¿qué tal tus vacaciones? - saludó Mika Limura.
- Hola Mika. Bien, el motivo de esta junta es comunicarles que a partir de hoy comenzarán los entrenamientos, solo que no sé si quiere seguir siendo miembros de este equipo todos ustedes o ya no.
- ¿Por qué habríamos de dejarlo? - preguntó Sloper.
- No sé. - respondió Harry fijando su vista en Ron. - Tal vez alguno ya no quiera estar con nosotros, o conmigo.
- No te va a funcionar, Potter. El que seas capitán no es suficiente para sacarme del equipo, yo quiero jugar, aunque tú también tengas que hacerlo en el mismo equipo. Y Ginny también jugará. Dudo que encuentres a una cazadora y un guardián como nosotros a estas alturas.
- Pues, aunque no lo creas, Weasley, sí puedo encontrarlos, así que no eres tan necesario como tú crees. - respondió Harry sin pensar, ya que el coraje lo venció.
- ¡¿A sí?!, ¡pues búscalos, entonces, porque Ron y yo RENUNCIAMOS! - refutó Ginny.
Todos se quedaros estupefactos al escuchar a la pelirroja, en especial Harry, quien no estaba preparado para esa reacción. Lentamente, las miradas se posaron en el nuevo capital del equipo, una vez que los ex-miembros dejaron la sala.
- Bien hecho, Harry - comentó Mika, - ¿qué haremos ahora?
- Pues buscar nuevos jugadores.
- ¿Tú crees que podremos encontrarlos y prepararlos a tan solo un mes del partido?
- Se supone que los partidos empiezan en Noviembre, no en Octubre.
- Ya lo sé, pero aún es muy poco tiempo, tendrán que ser muy buenos a los que integren este equipo. Digo, si es que quieres ganar.
- Ni me lo recuerdes, por favor.

Al día siguiente Harry puso en letrero en el tablón de anuncios comunicando a todos los gryffindors que quisieran para unirse al equipo en los puestos de cazador y guardián. inesperadamente para el muchacho, hubo gran cantidad de gente que respondió a su llamado, principalmente chicas de 1°, 2° y 3° grado, que solo se la pasaban jugueteando y riendo como tontas en frente de él, sin poner atención a ninguna de las pelotas.

Al finalizar el día, luego de muchos gritos, discusiones y casi peleas, Harry consiguió a sus jugadores suplentes; Cormac McLeegan y Bert Walker, de 5° grado.

- Bien, ya son miembros del equipo de quidditch de la casa de Gryffindor. Nosotros somos los actuales campeones y debemos de seguir así, conservando en nuestra posesión la copa. Ahora, para comenzar…
- Harry, aquí tengo un montón de estrategias que deberías revisar para implementarlas, son las mejores y…
- McLeegan, ¿me permites terminar?
- Claro.
- Como les decía, se necesita trabajo de equipo y…
- Deberíamos practicar ya, y debes recordarle a los cazadores que mejores su puntería, también a los golpeadores. Yo te puedo dar consejos de cómo liderar un equipo, ya que yo ya he sido capitán Harry, si quieres…
- ¡NO!, no quiero. Mejor cállate y pon atención.
- Que amargado eres Potter, yo solo quiero ayudar.
Harry puso cara de fastidio. Y la mantuvo durante el resto de la práctica y en las prácticas siguientes, ya que McLeegan no dejaba de hacer el trabajo de los demás y no le prestaba atención al suyo. Tenía a todos hartos, en especial al capitán cuando le decía cómo debía dirigir al equipo. Una de tantas aquellas tardes de entrenamiento…
- ¡SI NO VUELVES A TU POSICIÓN AHORA Y TE CALLAS, TE LARGAS DEL EQUIPO!, ¡¿ENTENDISTE?! – gritó un exasperado Harry ante un entrometido McLeegan que no paraba ningún gol por estar enseñando a los golpeadores como hacer su trabajo.
- ¡De acuerdo, me quedo en mi sitio!… amargado.
- ¡TE ESCUCHÉ, McLEEGAN! – exclamó Harry desde el centro de la cancha.

Harry regresó exhausto de aquella practica, sin ganas de hablar o ver nadie, tan solo quería llegar a dormir a su alcoba, tampoco tenía ganas de bajar a cenar, por el momento. Mientras se encaminaba a la torre de Gryffindor, Harry escuchó a lo lejos una conversación que llamó su atención, ya que escuchó su propio nombre. Se trataba de Lavander y Parvati, las mejores amigas.
- ¿Porqué no se lo dices a Harry?
- ¡¿Estás demente?!, ¿Sabes lo que ella me haría?
- Pues sí, pero él tiene que saberlo.
- Mira, yo no quiero morir en manos de esa bruja lunática amante de las artes oscuras.
- Pero Harry debe saberlo, para que se entere de una vez por todas cómo es su noviecita.
- Lo que no puedo creer es como a Harry le gusta tanto si no es tan bonita, además es perversa. A lo mejor lo tiene hechizado o le dio algún filtro amoroso.
- No lo sé, lo que te puedo decir es que si quieres deshacerte de ella, habla con Potter.
Lavander se alejó de su amiga, la cual segundos después corrió para alcanzarla. A Harry le intrigó mucho su conversación. ¿De qué estarían hablando?, ¿qué es lo que Parvati tenía miedo de decirle a Harry pero que, aún así, debía hacerlo?

- ¿Espiando gente? - una voz a espaldas del chico lo hizo respingar bruscamente. - veo que no pierdes la costumbre. - continuó Anny, una vez que el chico se encontró frente a ella.
- No espío a nadie, solo que por casualidad escuché una conversación, no era mi intención.
- Claro, claro, Potter, como en la noche de Halloween, en las cocinas, por los salones...
- ¡De acuerdo, entendí el punto, basta ya!
La chica sonrió triunfante y contenta.
- ¿Quieres ir a cenar? - preguntó ella.
- No, estoy cansado.
- ¿Te llevo algo al dormitorio?
- Eso estaría perfecto, me encantaría.
- OK. Te veo en la entrada de la torre de Gryffindor.
Harry siguió caminando casi en automático. Llegó al retrato de la Sra. Gorda y se detuvo frente a él. Decidió esperar fuera de la sala común, ya que Anny no sabía la contraseña y él tenía prohibido decírsela.
La chica llegó minutos más tarde con un paquete que echaba intenso vapor y olía exquisito.
- Mmm, huele delicioso, ¿Qué es?
- Filete y papas con una salsa riquísima. Aquí viene el postre. Dobby lo preparó con mucho cariño y entusiasmo.
- Recuérdame regalarle más calcetines.
- Claro. Te veo mañana en clases. No llegues tarde.

*

Al día siguiente por la tarde, durante la clase de DCAO Anny se mostró reservada y atenta, incluso algo preocupada y nerviosa. Al final de la clase la chica se quedó en el aula hasta que todos los demás alumnos se hubieran ido.
- Permíteme un momento, – dijo a Harry – necesito hablar con el profesor Winslow. – dejando al chico solo en el salón mientras ella alcanzaba al maestro a la entrada de su oficina. Harry se limitó a observar como el maestro pasaba la chica a su oficina y cerraba la puerta tras de sí. Después de lo que parecieron unos eternos 10 minutos, Anny salió de la oficina con el rostro pálido y expresión de temor.
- ¿Estás bien?
- Sí - respondió ella sin mucha convicción en su voz.
- ¿De que hablaste con él?
- De nada en especial, llegaremos tarde a la siguiente clase.
La chica se apresuró dejando a Harry muy atrás. El chico no se quedaría con las ganas de sabe de qué se trató esa conversación.

Para la hora de la comida Anny seguía aprensiva y evasiva con Harry.
- ¿Estás bien?
- Sí.
- ¿De que hablaste con Winslow?
- De nada.
- Sabes perfectamente que no me voy a dar por vencido hasta que me lo digas, así que mejor habla de una vez.
- No puedo, Harry. – se marchó.

Durante las clases siguientes Harry observó detenidamente al profesor Winslow. Ahora el chico notaba en él algo más raro aún. Mientras los ponía a escribir ensayos, su mirada se desviaba en muchas ocasiones hacia Anny y luego hacia él, y ella también lo miraba por el rabillo del ojo cuando él escribía en el pizarrón o supervisaba a otros alumnos. Cuando hacían prácticas, el profesor siempre usaba a Anny para explicarles los hechizos y siempre trataba de mantenerla al frente, donde él pudiera vigilarla mejor, pero ella siempre se escondía con Harry en las bancas de atrás. El maestro casi nunca se presentaba a la hora de la comida, ni hablaba con otros maestros que no fueran el director mismo y, aún con él, se mostraba extremadamente reservado y seco. Incluso Snape prefería evitarlo.
Por otro lado, Anny seguía reacia a hablar con Harry, quien comenzaba a desesperarse por la actitud de la chica. Una tarde junto al lago…
- ¿Quieres por favor parar de una vez? – respondió Anny exasperada de Harry, quien no le dejaba ni un instante de preguntar sobre el profesor Winslow.
- No, hasta que me lo digas. – contestó el muchacho, decidido.
- De acuerdo, de acuerdo. Pero ya no seas fastidioso. Sí que sabes cómo sacarme de quicio.
Harry solo sonrió triunfante.
- Pero prométeme que guardarás el secreto.
- Claro, tú me conoces.
- Winslow no es un maestro cualquiera, en nigromante, y muy bueno. También guarda un secreto oscuro: él es miembro de una antigua orden de hechiceros descendientes directos de una arcaica civilización celta, ellos no se mezclan con cualquiera, siempre tratando de mantener su sangre lo más pura posible. Él es el mejor nigromante que conozco.
- ¿Desde cuando lo conoces?
- Desde que tengo memoria. Él fue, y creo que sigue siendo, un fuerte aliado de Velda. Además fue Winslow quien le dijo a mi madre que yo poseía un don, y fue él mi primer maestro en nigromancia, incluso antes que mi abuelo, él despertó en mí más poder del que yo hubiera querido tener y fue él el que convenció a mi madre de retenerme con ella durante muchos años, ya que veía que le sería de gran utilidad en el futuro.
- ¡No puede ser!, Dumbledor debe saberlo.
- Él lo sabe, se lo dije desde el primer día. Pero pareció no importarle.
- Pero, ¿Qué fue lo que hablaron?
- Solo fui a decirle que ni se atreviera a meterse conmigo. Que a mí no me iba a convencer de regresar con mi madre, si ese era el objetivo de estar aquí. Pero me dijo que no quería hacerme regresar con ella ni nada por el estilo, me dijo que quería ser mi amigo y que quería enseñarme cosas nuevas y quería que…
- ¿Qué?
- Que lo ayudara a acercarse a ti.
- ¿A mí?, ¿para que?
- No lo sé. Pero eso fue lo que me aterró. No creo que tenga buenas intenciones, no quiero que te haga daño.
- No te preocupes por mí, puedo cuidarme solo.
- Sé que puedes hacerlo, pero no lo conoces aún. Prométeme que nunca te quedarás solo con él.
- Pero…
- ¡Promételo!
- Está bien, lo prometo.
- No debe buscar nada bueno. Estando solos puede ser muy peligroso.
Harry pensó que era un tanto exagerada la reacción de su novia, pero si ella decía que era peligroso, realmente debía serlo.

*

Era la tarde del vieres, la clase de DCAO estaba terminado luego de dos horas de intensa práctica. Harry se disponía a salir del aula junto con Anny cuando una mano lo detiene tomándolo por el hombro. Era el profesor Winslow.
- Harry, ¿puedo hablar un momento contigo a solas, antes de que te vayas?
El chico miró a Anny quien le decía que no con la mirada.
- Vamos, no tardaremos, la Srta. Waller puede esperar aquí.
- Lo siento, pero llegaremos tarde a la siguiente clase.
- Insisto. – exclamó el profesor. Y lo tomó fuerte del brazo, evitando que se fuera.
Aún quedaban alumnos en el salón, razón por la cual Harry prefirió evitar un escándalo queriéndose zafar. Sin otra salida, acompañó al maestro a su oficina. Ya dentro…
- ¿Gustas un poco de té?
- No, gracias.
- ¿Tal vez galletas o una cerveza de mantequilla?
- No lo creo.
- ¿Wisky de fuego de dragón?
- No.
- Sí que eres desconfiado. Nada de esto está envenenado.
Harry no dijo nada.
- Está bien, iré directo al grano. Conozco tu leyenda, sé cual es tu destino, sé que eres el elegido. Una carga muy pesada para alguien tan joven como tú, que ni siquiera ha terminado el colegio. Aunque he visto con satisfacción que tienes una gran habilidad y un don para manejar la magia antigua, cosa rara en este mundo, también he visto que te falta mucha más preparación, si es que vas a cumplir con tu destino.
- ¿Qué es lo que quiere? – preguntó Harry de golpe.
- Que ¿Qué quiero?, pues solo quiero ayudarte, prepárate como se debe, no como la han estado haciendo en esta escuela hasta el momento. Yo fui maestro en otro colegio, y todo lo que les estoy enseñando y lo que les están enseñando lo otros maestros hasta los últimos grados, mis alumnos de primero ya lo dominaban. Tú aún tienes mucho potencial que explotar. Claro, hay algo que yo deseo a cambio de esa educación especial que te daré. Necesito tu ayuda para una misión muy importante.
- Lo sabía, nada más quiere utilizarme. Al final me entregará a Voldemort.
- Claro que no Harry. Solo deseo un favor y a cambio te ayudaré a desarrollar un gran poder. Yo jamás te entregaría al Señor Tenebroso. Él te mataría antes de que cumplieras tu parte del trato, porque no le conviene.
Aunque a Harry le intrigó mucho lo que Winslow le dijo, pensó que era mejor alejarse de él. Se levantó de su lugar y se encaminó hacia la salida.
- Lo siento mucho, pero no. – respondió al final.
- ¿Qué te dijo ella? – agregó Winslow.
- ¿Quién?
- ¿Veranna te convenció?
- ¿De que?
- Sabes, esa niña siempre ha sido mi mejor alumna, pero tan orgullosa y testaruda como creo que eres tú. Ustedes tienen tanto en común, ahora entiendo porqué están juntos.
Harry se giró para quedar frente al profesor.
- Ella no me dijo nada.
- Claro Potter, aún no sabes mentir, tu mirada es tan clara como el agua. Mejor dile a ella que te enseñe. No he conocido a nadie que esconda sus sentimientos como ella.
- Por si no lo sabe, Veranna y yo nos tenemos muchísima confianza, ella me ha contado todo de su vida, y yo también.
- Eso es lo que tú crees. Te puedo asegurar que guarda más secretos de los que te puedes imaginar y que jamás te diría, aunque su vida dependiera de ello.
Harry se dio la vuelta y giró el picaporte, pero antes de salir Winslow agregó:
- Píenselo bien, tú y yo podemos hacer un gran equipo.
Harry cerró la puerta tras de sí.

Afuera Anny todavía lo esperaba.
- ¿Qué te dijo?, ¿Qué quería?
- Quería darme clases particulares a cambio de que le ayudara con algo, una misión.
- ¿Misión?, ¿de que tipo?
- No me dijo, pero adivinó que tú me habías persuadido de ayudarle.
- No lo adivinó, tú se lo dijiste.
- Claro que no.
- Claro que sí, el lo leyó en tu corazón. Será mejor que los dos nos alejemos de él.- Creo que tienes razón.

No hay comentarios: