domingo, 27 de enero de 2008

Capítulo 8.- Horcruxus

- Hola Harry. – saludó el director del colegio cuando el chico se detuvo frente a él. – ¿Entramos? – Invitó señalando la estatua frente a ellos. Harry solo asintió y caminó tras él.
Una vez más, Harry entró en aquella gran oficina llena de objetos curiosos, brillantes y ruidosos, y no pudo evitar sentir cierta nostalgia al recordar que en aquel lugar había vivido y se había enterado de cosas que le cambiaron la vida radicalmente. Harry recordó que su primera visita fue en segundo año, cuando lo creían heredero de Slytherin, y recordó como en ese año se enteró de que Voldemort le cedió algo de su poder, marcándolo como su igual, aunque en ese entonces él no lo sabía. Recordó también que en su cuarto año fue en esa oficina donde tuvo que relatar la más terrible experiencia que había vivido hasta entonces, luego de haber regresado con vida a duras penas y cargando un cadáver, de un horrible cementerio. Recordó que al año siguiente en esa oficina casi lo expulsan. Y fue ahí donde se desahogó por la muerte de Sirius. Pero lo que más se remarcó en su mente en tan solo segundos fue que, ahí, en esa oficina, fue donde conoció su destino, la respuesta de porqué sus padres están muertos y él no, la respuesta de porqué lord Voldemort está tan ansioso por acabar con su vida y la respuesta de porqué solo él es quien puede detenerlo.
- ¿Cómo ha ido tu primer y segundo día de clases, Harry? – preguntó de pronto Dumbledor, sacando al chico de si ensimismamiento, tomando su lugar al otro lado del escritorio, mientras dejaba de lado el pequeño cofre que traía consigo.
- ¿Eh?… bien, bien. – respondió Harry apartando de su mente todos aquellos pensamientos y mirando con cierta curiosidad el cofre.
- Me da gusto que te vaya bien. – sonrió el anciano. – ¿Qué opinas de tu nuevo profesor de DCAO?
A Harry le pareció un poco extraña la pregunta, ya que el director nunca preguntaba cosas como esas, se supone que él escoge a los maestros, ¿acaso no estaba seguro de éste?.
- Pues… - comenzó Harry, quien en realidad no tenía una buena respuesta, ya que su nuevo profesor le inspiraba cierta desconfianza que no sabía cómo explicar, y más por que no había razón alguna que él conociera para tener ese sentimiento hacia el maestro. - … creo que está… bien. – contestó al fin sin mucha convicción. Dumbledor lo miró fijamente con sus ojos azules, pero no comentó nada más.
- Bien, Harry. Tal vez te preguntes el porqué te mandé llamar. – Harry asintió. – La razón es muy simple. Considero que hay cosas importantes que debes conocer, cosas que es mejor que sepas por mí que por nadie más, ya que no hay nadie más quien te las pueda decir, ya sea porque no las saben y que te pueden ser muy útiles en algún momento dado.
- ¿De qué se trata, Señor? – preguntó el chico, lleno de curiosidad.
- Detalles de la vida de Tom Riddle, mejor conocido por ti como Lord Voldemort.
Harry se sorprendió de lo que el director le decía.
- Harry, ¿nunca te has preguntado como fue que Voldemort sobrevivió a su propia maldición?. – Harry negó con la cabeza. – El hecho de que esa maldición hubiera rebotado en ti por la protección que te dio tu madre, no significaba que su poder aminorara, todavía era capaz de matar a quien no gozara de tu protección. Entonces, ¿por qué no lo mató?
Harry recordó un episodio de su vida ya muy lejano, cuando estaba en un cuarto frío mientras se enteraba que era mago y que sus padres fueron asesinados. Le hablaron del asesino de su familia, Hagrid el semi-gigante, le contó que no creía que Voldemort hubiera muerto, << 'no le queda lo suficiente de humano como para morir' >> recordó el muchacho. También vino a su memoria otro momento, estando atado a una lápida en un horrible cementerio, cuando el mismo Voldemort dijo ante sus mortífagos incrédulos de su poder, que ellos mismos sabían lo que él había hecho, que ellos conocía todas las precauciones y medidas que había tomado para preservarse de la muerte, les recordó cómo había encontrado la forma de evadir la muerte, por eso solo perdió su cuerpo al caer en él su propia maldición.
- ¿Nunca te lo has preguntado?
- Si, señor, me lo he preguntado muchas veces.
Dumbledor sonrió. Luego de unos segundos sacó del pequeño cofre varios objetos, entre ellos un anillo de diamante, un collar de perlas y una copa dorada.
- ¿Sabes que son estas cosas o lo que representan?
- No.
- Todos estos objetos en algún momento pasaron por las manos de Lord Voldemort. Ahora forman parte de él. – calló un momento. – La razón por la cual no murió es simple. Voldemort buscó por todo el mundo la manera de repeler la muerte, esconderse de ella. Y la encontró. La encontró en un pequeño poblado muy cerca de Glastonbury. Ahí conoció a un hombre, el cual le dio la llave de su poder y su seudo-inmortalidad.
- ¿Qué le dio?
- Le enseñó la forma de dividir su alma, le enseñó el conjuro Horcruxus.
- ¿Horcruxus?. ¿En que consiste?
- La única manera de perdurar evitando la muerte es conservando tu alma oculta de ella. Y la única manera de hacerlo es encubriéndola en objetos, cosas personales, como las que tienes aquí. Es un legendario hechizo que separa el alma del cuerpo, la divide, toma un trozo y lo deposita en un objeto, así, aunque el cuerpo sea atacado y casi destruido, no muere, porque un trozo de su alma, o sea, una parte de su energía vital, se halla en otro lugar fuera de peligro. En el caso de Voldemort, a pesar de recibir directamente la maldición de muerte, partes de su alma se encontraban resguardadas y protegidas, así, solo se perdió un trozo de su alma, la que aún quedaba en su cuerpo, por eso perdió su cuerpo y su poder, mas no murió.
- ¡Pero, eso es… abominable!
- Lo sé. Dividir tu alma en dos ya es terrible, ahora imagínate dividirla en 7, que es los que Voldemort hizo.
- ¡¿SIETE?!
- Si, siete. Cada cosa que ves en este escritorio, contienen un trozo del alma de Voldemort, y él está en estos momentos desesperado por encontrarlos. La noche en que intentó asesinarte, antes de ir a buscarte, tuvo la ‘precaución’ de esconderlos. Uno de ellos, presumo, era aquel pequeño diario que perteneció a la Srta. Weasley hace 5 años y que tú te encargaste de destruir antes de que acabara con ella.
- Pero, no entiendo. Se supone que era el recuerdo de Tom y no Voldemort el que se apoderó de Ginny, entonces como…
- Era un trozo de alma de Voldemort, y como tal, estaba desesperado por regresar a la vida y tener cuerpo propio.
- Si Tom Riddle hubiera tenido éxito entontes, ¿qué habría pasado con Voldemort?
- Tarde o temprano se encontrarían y se unirían en un solo ser otra vez.
Harry observó detenidamente cada uno de los objetos sobre el escritorio y reparó en que el anillo de diamante tenía un serpiente dibujada en el centro y la copa dorada tenía grabadas las iniciales H. H. en la base.
- ¿A quién pertenecieron estas cosas?
- El anillo fue propiedad del abuelo de Voldemort, y la copa perteneció a Hilda Hufman, una solterona y rica hechicera a la cual Voldemort, de joven iba a visitar y acompañaba de vez en cuando.
- ¿La mató por la copa?
- Lord Voldemort desde muy pequeño demostró fascinación por coleccionar cosas, especialmente cosas ajenas y que representaran algo importante y valioso para sus legítimos dueños, tal vez no valor económico, sino sentimental. Y las coleccionaba no por el gusto de tenerlas, sino por el gusto de arrebatarlas. Él pensó que si escondía su alma en objetos de este tipo estarían mejor resguardados. Además también quería que fueran posesiones de los cuatro fundadores del colegio.
- ¿De… los fundadores?
- El anillo viene de la familia de la madre de Voldemort, o sea, viene de Salazar Slytherin, y la copa perteneció a Helga Hufflepuff antes de heredarla a su descendiente. Creemos que otro de los Horcruxes, que así se les denomina a estos objetos, es algo que perteneció a Ravenclaw y otro a Gryffindor, pero no sabemos qué. También creo que uno de los Horcruxes es la serpiente de Voldemort, ya que tiene mucha facilidad en utilizarla como espía e incluso poseerla para su propio beneficio. Con todos ellos ya serían 4, aún quedan por descubrir tres más, algo de Gryffindor y algo de Ravenclaw.
- El collar de perlas, ¿a quien perteneció?
Dumbledor tardó un rato en contestar.
- Aún no lo sabemos, pero sabemos que es poderoso porque contiene un gran trozo del alma de Voldemort.
- Y, ¿solo destruyéndolos podremos acabar con Voldemort?
- Sí, es lo que creemos. Ahora, es importante que tu sepas esto por mí y nadie más, porque toda esta información proviene de un sin número de recuerdos de varias personas que incluso ya ha muerto. La forma más conveniente, o única de acabar con Lord Voldemort es encontrando y destruyendo todos los Horcruxes.
- Pero, ¿cómo puedo encontrarlos?
- Ahora creo que ya no es necesario para ti buscarlos, Harry.
- ¿Qué?
- La profecía dice que tú te enfrentarás a él, pero no todas las profecías se cumplen realmente, no todas las profecías pasan como dicen que pasarán. El hecho de Voldemort dividiera su alma lo hace casi imposible de eliminar. Tal vez solo seas tú el que acabe con el último Horcrux, no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que Voldemort aún sigue con la firme intención de destruirte por el poder que solo tu tienes, el poder de acabarlo, a Él, no a ninguno de los Horcruxes que lo resguardan.
- Entonces, aunque acaben con los Horcruxes, aún así tengo que enfrentarlo, ¿cierto?
Dumbledor no respondió a la pregunta.
- Señor, ¿cómo consiguió todo esto?
- Durante mis ausencias del año pasado. Voldemort sabe que las tenemos y sabe que las destruiremos. De ahí que él aceptó la ayuda de Velda, la madre de la Srta. Waller. Él temía que el destruir tanto su alma disminuiría su poder. Ella le ofreció una solución para incrementar su fuerza y restaurar el poder perdido, le dio el Cáliz de la Sabiduría. Pero tú lo destruiste hace unos meses, lo cual ha sido un ventaja para nosotros.
- ¿Saben que son o donde están los dos que faltan?
- No, pero estamos muy cerca de averiguarlo. Bien, creo que ya es tarde. Después continuaremos la charla, por ahora ya es tiempo de que te vayas a descansar. Saluda a la Srta. Waller de mi parte. – dijo el viejo guiñándole un ojo. Harry no pudo evitar el rubor que tenuemente apareció en sus mejillas.

*

Luego de aquella larga conversación, Harry iba caminando sin rumbo fijo por los solitarios pasillos del colegio, la hora de cenar hacía mucho que había pasado ya y los alumnos permanecían en su dormitorios dormidos, o la mayoría deberían estarlo. Tan solo una figura solitaria apareció a la vuelta de la esquina en uno de los corredores.
- Nunca llegaste a la hora de la cena. – dijo la voz de Anny en la oscuridad, donde solo se distinguía el reflejo de la luna en sus gafas.
- ¿Eh?, ¿qué? – respondió él al no haber prestado atención al comentario.
- Estas distraído, ¿qué te pasa?
- No, no es nada.
Harry comenzó a caminar, pero Anny lo detuvo con la mano.
- Buen intento, Potter, pero sabes, creo que te conozco lo suficiente para saber cuando algo te preocupa.
- Nada se te escapa, ¿verdad?
Los dos caminaron a un aula vacía para conversar. Durante un buen rato, Anny solo prestaba atención a lo que Harry trataba de explicar, eso de los objetos que guardan el alma. Por alguna extraña razón, la chica no estaba nada sorprendida o impresionada por la repugnancia de dividir el alma, más bien tenía la expresión de quien no le da la más mínima importancia.
- … entonces, para acabar con él, necesito destruir primero todos los Horcruxes.
- Es obvio, Harry. Con que esa fue la forma en que consiguió llegar tan lejos.
- ¡¿No te da asco lo que hizo?!
- Harry, recuerda que se algo de Nigromancia, rama de la magia que puedes encontrar mucho más desagradable que lo que me acabas de contar. Yo ya había escuchado hablar de eso, pero nadie decente conoce ese hechizo, muchísimo menos llegarlo a practicar. La única manera de que él lo hubiera aprendido es que alguien se la enseñara, y no alguien cualquiera, sino un verdadero nigromante, maestro en las artes oscuras del otro mundo. Ese hechizo y esa magia es meterse con algo muy peligroso, ni siquiera deberíamos hablar de ello en el colegio, ni en el callejón Knockturn se puede mencionar, imagínate lo perverso que es.
- Dumbledor me dijo que lo aprendió de un mago en Glastonbury.
- ¿Glastonbury… dijiste?
- Si, ¿por qué?. ¿Conoces el lugar?
Anny se quedó como en shok. La sola mención de aquel lugar la puso incluso pálida a la luz de la luna.
- ¿Qué te pasa?
- Nada, no es nada. – dijo, reaccionando.
- ¿Por qué te pusiste así?
- Creo que debemos regresar al dormitorio, ya es muy tarde. – dejo, levantándose repentinamente.
- No – dijo Harry, tomándola de la mano y volviéndola a sentar. – Primero me vas a decir que te pasa.
- No es nada, solo que quiero dormir.
- Anny… te conozco, por favor.
La chica entornó lo ojos y luego suspiró ante su resignación.
- Conozco el lugar. – dijo – Es un pequeño valle al sur del país, un sitio tranquilo y bonito, mi abuelo nació ahí, ¿contento?
- Eso no explica la razón de porqué te afectó tanto escuchar que lo mencioné.
- Ese lugar me trae muchos recuerdos, la mayoría malos, por eso no me gusta escuchar ni siquiera su nombre.
- ¿Es la única razón?
- Por favor Harry, estoy cansada, quiero irme a dormir.
- Esta bien, vamonos, pero mañana tendrás que decirme la verdadera razón, ¿de acuerdo?
- De acuerdo.

Los chicos se encaminaron a sus respectivos dormitorios. Harry miraba de soslayo a Anny, quien perdía su vista al frente del camino. Parecía meditar en muchas cosas, la palidez de su faz aún no desaparecía.

- ¿Segura que estas bien? – preguntó Harry, una vez más antes de despedirse de ella a la entrada de la sala común de Slytherin.
- Si, no te preocupes por mí, tu me conoces, a veces me aflora lo extraña.
Ambos sonrieron. Él la besó y ella se despidió. Harry regresó a su sala común, pues también se sentía cansado.

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