domingo, 27 de enero de 2008

Capítulo 18.- Rumbo a las vacaciones.

Harry abrió los ojos y miró alrededor. El bosque se encontraba inusualmente callado, ni los grillos se escuchaban. Era como si la oscuridad se hubiera tragado todo el sonido de la naturaleza. Volvió su vista hacia la persona que yacía profundamente dormida a su lado. Pero no se encontraba nadie. Alarmado, se levantó y comenzó a buscar con la vista en la oscuridad el paradero de Anny, pero no lograba ver nada. Avanzó un poco, escudriñando con sus ojos verdes entre los árboles, pero nada. La luz de la luna llena iluminaba el claro lo suficiente como para buscarla. Repentinamente vislumbró una sombra blanca que se alejaba del lugar.
- ¿Anny? - llamó él, pero no hubo respuesta.
La sombra siguió en su andar, y Harry la siguió. Finalmente llegaron hasta el borde de un acantilado, lugar que Harry nunca había visto antes, al otro lado de la montaña que rodeaba el castillo y el bosque prohibido. La sombra era una mujer vestida de blanco, de cabellos largos quebrados y de color oscuro. Le daba la espalda a Harry, así que éste no lograba ver su rostro.
- ¿Eres tú, Anny? - volvió a llamar, pensando en que ella podría haber cambiado de apariencia como en otra ocasión, pero el silencio continuó. Entonces Harry preguntó:
- ¿Quien eres?
La mujer no volteó pero sí le habló con un frío eco:
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En aquel momento giró su cabeza y el muchacho logró distinguir nítidamente el rostro de Anny, que tenía una expresión de increíble tristeza como él no la había visto jamás. En una milésima de segundo volvió la vista al frente y se dejó caer al vacío.
- ¡Anny! - gritó Harry y se estremeció, entonces despertó. A su lado continuaba Anny, profundamente dormida. Aún no amanecía, habrían pasado apenas un par de horas desde que se durmieron. Harry se sentía inquieto por el sueño que acababa de tener. Definitivamente no lo entendía. Nuevamente se quedó profundamente dormido hasta que el cielo comenzó a clarear.

No serían más de las 6 de la mañana cuando comenzó a abrir los ojos de nuevo. Anny permanecía a su lado, tranquilamente dormida; en sus labios se dibujaba una amplia sonrisa de felicidad como Harry no le conocía, él también sonrió. Repentinamente la brisa fresca de la mañana la hizo tiritar y despertar.
- Buenos días – dijo en tono suave y mirándole a los ojos.
- Buenos días – respondió Harry con esa sonrisa.
La chica se acurrucó más en sus brazos al sentir frío. Así pasaron otro rato, sin pronunciar palabra alguna y contemplando el amanecer. De pronto, Anny volteó hacia Harry y lo miró directo a los ojos con seriedad.
- Sé que voy a arruinar el momento, pero… ¿Qué has hecho con el Medallón?
Al muchacho le extrañó la pregunta, pero no tanto como el hecho de que ni él mismo se había preocupado por él. Había estado tan absorto en su triste soledad, que encerró el Medallón en lo más recóndito de su baúl y no había vuelto a pensar en él ni un instante.
- ¿Harry? – lo llamó Anny, al no recibir respuesta.
- Bueno… - comenzó el muchacho – lo tengo guardado. No he pensado mucho en él estos últimos días.
- ¿Ya uniste las partes?
- Lo intenté, cuando me lo diste, pero no funciona, no se unen.
- Tal vez deberías usar algún hechizo o encantamiento.
- ¿Sabes cómo funciona? – interrogó Harry.
- Creo tener una idea. Pero primero hay que hallar la forma de unir esas dos partes, ¿no crees? Sé que guarda un gran secreto, así que también hay que averiguar eso. – La chica se acomodó nuevamente entre los brazos de Harry y fijó la vista en el horizonte. – Es un medallón muy poderoso, – agregó – tal vez te ayude a encontrar los Horcruxes y matar a Voldemort.
- Tal vez… pero prefiero no pensar en ellos ahora.
- Sabes… – comentó Anny, dando un giro completo a la conversación – para haber sido tu primera vez, no lo hiciste tan mal.
- ¿Eh? Gracias, supongo, - respondió Harry una tanto sorprendido, pero halagado y avergonzado al mismo tiempo por el comentario – tú tampoco. – agregó con una amplia sonrisa. – A pesar de que ninguno de los dos tenemos con quien comparar al otro, ¿verdad?
La chica soltó una débil carcajada, dándole la razón.
- A veces eres muy gracioso. – dijo ella. – Por cierto, ¿Dónde piensas pasar las vacaciones?, ¿irás de nuevo con tu amigo Weasley?
- No lo creo, Ron pasará las vacaciones en casa de Hermione, para conocer a sus padres y convivir con ellos.
- ¿Así que su relación va en serio?
- Yo creo que sí.
- ¿Y a donde irás entonces?
- Pues tenía pensado ir a la antigua casa de mi padrino, pero también quiero visitar el Valle de Godric. Aunque presiento que Dumbledor no me dejará ir solo. ¿Tú, adonde irás?
- A donde más puedo ir que no sea con mi padre.
- ¿O sea?
- Me la pasaré en Alemania estas dos semanas, sin posibilidad alguna de salir. Será aburridísimo.
- Tal vez te visite.
- Ja, claro. Cuando logres dar con mi casa, invitaré a mi madre a comer junto con Voldemort y tener una bonita velada los cuatro.
- ¿Por qué lo dices?
- Ni siquiera yo sé en donde está. Mi padre la tiene resguardada bajo el encantamiento fidelio. Solo me dirá la contraseña hasta estar frente a ella, no le gusta tomar riesgos con mi madre.
- Vaya, pues se lo preguntaré directamente a tu padre entonces.
- Definitivamente eres gracioso – respondió ella con sarcasmo. – Pero mejor levantémonos, creo que ya es hora de regresar, porque ya está amaneciendo y si no nos encuentran, comenzarán a hacer preguntas que no creo que se conveniente y que queramos responder.
- Tienes razón, iré por Buckbeak.

Los dos se levantaron y comenzaron a vestirse. Harry ya estaba buscando al hipogrifo cuando escuchó un ruido tras los árboles.
- ¿Que pasa, Harry? – preguntó Anny al ver que éste se había detenido en seco.
- ¿Escuchaste?
Anny dejó de recoger sus cosas y agudizó su oído. Algo sí se movía entre los árboles. Harry tomó inmediatamente su varita y se puso en guardia, vigilando cada movimiento de las hojas por el viento. Anny también tenía su varita en la mano, buscando en dirección opuesta. Entonces…
- Vaya, vaya. Conque aquí te encontrabas, Potter. – exclamó con desprecio Snape, saliendo detrás de un gran tronco. – ¿Se puede saber que haces aquí?
En ese momento Snape se percató también de la presencia de Veranna, que asomó la cabeza detrás de Harry.
- Srta. Waller, que sorpresa… - agregó, con verdadera sorpresa. Por varios segundos pasó la vista de Harry a Anny y viceversa, como tratando de entender qué hacía los dos ahí y porqué estaban juntos.
Por su parte, Harry evitaba todo lo que podía la mirada de Snape, ya que tenía el terrible presentimiento de que no podría ocultar en su mente lo que había sucedido la pasada noche, menos ante un maestro de occlumancia como lo era Severus Snape.
- ¡Harry! - se escuchó una nueva voz, y Tonks hizo su aparición - Gracias al cielo que estás bien, pero, ¿que haces aquí?
- Es muy buena pregunta, Nynphadora, ¿qué hacen, o hacían aquí? - preguntó Snape enfatizando la pregunta con sagacidad y ponzoña.
Harry y Anny se miraron de soslayo, buscando a ver quien de los dos se atrevía a hablar primero, mientras Snape y Tonks continuaban expectantes de la magnífica explicación que les darían de porqué estaban ahí y qué hacían, pero que a ninguno de los dos se les ocurría. Entonces Anny se armó de valor y tomó la palabra.
- Bueno… nosotros… Harry y yo… bien, pues solo salimos a dar un paseo y… bueno… lo que pasó… lo que pasó fue… - Anny miró a Harry pidiéndole más argumentos, así que el chico agregó:
- Que salimos… sí, salimos porque era un día de primavera y… pues… era un día muy bonito y… llegamos aquí y… pues era una hermosa vista, así que nos quedamos hasta que oscureció y…
- Nos quedamos dormidos - concluyó Anny, tajante y desesperada por terminar, rogando que les hubieran creído.
Snape y Tonks se miraron con expresión de entendimiento. Y Tonks fue la que habló.
- Por su bien que así haya sido. Pero no hay excusa alguna para salir del castillo, Harry, en especial tú. Por más seguro que sea el colegio, no debes andar solo.
- Él no está solo.
- Saben a lo que me refiero. Avisaré a Dumbledor que ya los encontramos. – Tonks se marchó.
Snape se quedó observándolos con sumo recelo. En sus penetrantes ojos negros se vislumbraba la incredulidad ante lo que acababa de escuchar. Entonces se acercó lentamente hacia los muchachos.
- Queda de más recalcarles que, estando dentro del colegio, no se permiten comportamientos inapropiados ni escándalos. Desde un principio les advierto que más les vale respetar las normas de la escuela o serán expulsados.
- ¡Pero – se apresuró a alegar Anny – no hemos hecho nada malo, profesor!
- Yo no he dicho nada. – Respondió Snape con una mueca un tanto burlona. Anny enrojeció hasta las orejas. – Además, no tiene por qué ponerse así, si es cierto que no han hecho nada fuera de las reglas, ¿o sí?
La chica bajó la cabeza. Harry pensaba que ya no podría sentir más desprecio por aquel insolente profesor, pero se equivocó.
- He decidido algo, jóvenes. – Dijo Snape con una sonrisa perversa aún más marcada – Después de las vacaciones, ustedes dos ya no volverán a trabajar juntos, ¿quedó claro?
Harry y Anny lo observaron con ojos desorbitados.
- ¡No puede hacer eso! – reclamó la chica.
- Yo puedo hacer lo que mejor me parezca. Y lo que me parece es que ustedes dos, jovencitos, han pasado demasiado tiempo juntos y distrayéndose de sus deberes.
- ¡Pero… - comenzó Harry a alegar pero Snape lo cortó.
- Y no acepto excusas, ni siquiera del famoso y bien ponderado ‘Harry Potter’. – concluyó el profesor de pociones con una malévola sonrisa. – Ahora, ¿nos vamos?
Sin muchos ánimos, Harry y Anny fueron escoltados de nuevo al castillo.

*
- ¡Harry! – exclamó Hermione al ver entrar a su amigo a la sala común a las 8:00 de la mañana, luego de una fastidiosa reunión con el director y la jefa de su casa.
- ¿Dónde rayos te metiste toda la noche? – preguntó Ron.
Pero Harry venía mirando al suelo remembrando los sucesos recién acontecidos (principalmente lo sucedido la noche anterior), que apenas si se dio cuenta de adonde había llegado, mucho menos escuchar que sus amigos le hablaban y hablaban.
- ¡Tierra llamando a Harry, tierra llamando a Harry! – decía Ron casi gritándole en el oído.
- ¿Eh?, ¿Qué?
- ¿Qué te sucede?, pareciera que ni nos escuchas.
- Sí ya sé que es tarde, o temprano, como lo quieran ver.
- Actúas muy raro. – expresó el pelirrojo, pero Hermione lo observaba detenidamente tratando de encontrar en su rostro la razón de su comportamiento, que, al parecer, finalmente encontró.
- Te ves muy contento, Harry. ¿Hiciste las paces con Veranna? – preguntó la chica perspicazmente.
- Eh… - las orejas de Harry no pudieron evitar adquirir un tono granate como el que se acostumbraba en las orejas de Ron cuando se apenaba. –… sí, algo por el estilo.
Su amiga escudriñaba sus ojos cada vez con mayor penetración.
- ¿Estuviste con ella todo este tiempo?
- Pues… sí. – la cara de Harry se tornaba cada vez más roja por la sangre que se le subía a la cabeza. Por todos los medios quería evitar la mirada de su amiga, pero ella lo tenía encadenado a sus ojos avellana.
- No puedo creerlo, Harry, tú… - comenzó a decir con ojos ya desorbitados.
- ¿Qué? – preguntó Ron, sin entender nada.
- No hicimos nada malo. – alegó Harry tratando de alejarse un poco de sus amigos y encaminándose hacia su alcoba. Pero Hermione lo detuvo del brazo.
- ¿Pero fuiste capaz?
El muchacho suspiró al final. Se giró para quedar de frente a la chica. Aunque por unos segundos no dijo nada, su rostro se mostraba serio y decidido, como si ya fuera mucho mayor que ellos.
- Yo la amo, Hermione. – habló al fin con convicción. – Y no me arrepiento de mis actos.
- ¿De qué hablan? – preguntó nuevamente Ron, que no quería darse por enterado.
La chica, poco a poco cambió su expresión y sonrió débilmente, con aceptación.
- Lo entiendo, Harry, de verdad la amas. Es una chica afortunada por tener a alguien como tú a su lado.
Harry guardó silencio y contempló los ojos avellana de su mejor amiga y le agradeció por su incondicional apoyo.
- ¡HARRY! – exclamó Ron casi en un grito.
- ¿Qué? – preguntó el muchacho algo alarmado.
- ¡No puedo creerlo, TÚ Y VERANNA…!
- Vaya, andas a tres horas del desfile.
- Ay, Ronald. – exclamó Hermione con la expresión “no tienes remedio” ya conocida en su rostro.

Ya en su alcoba, Ron observaba a Harry detenidamente mientras éste terminaba de arreglar su equipaje para salir esa misma mañana. El muchacho se sentía algo incómodo al sentir los ojos de su amigo sobre él todo el tiempo, analizando cada uno de sus movimientos. Parecía que lo miraba con terror o algo así, pero también con mucho respeto y curiosidad, como si él ya no fuera el mismo. Aunque en realidad, Harry sí sentía que ya no era el mismo. En tan solo una noche se sintió crecer más que todos los años en el colegio; se hizo mayor, se convirtió en hombre. Y ahora sabía que tenía más responsabilidades, sobre todo con Veranna.

- ¿Qué se siente? – preguntó Ron de pronto.
- ¿Qué cosa?
- Que cosa va a ser, pues ESO. ¿Qué se siente?
- ¿Quieres que sea honesto contigo?
- Sí.
- Es lo mejor del mundo. – respondió el muchacho con entera convicción.
El pelirrojo dio un resoplido y sonrió, entre avergonzado y divertido.
- ¿Cómo la convenciste?
- Yo no la convencí, ella sola quiso hacerlo.
- Vaya. Yo he tratado de convencer a Hermione, pero ella es mucho más difícil. Primero quiere que formalicemos nuestro compromiso.
- ¿Te casarás con ella?
- Si quiero, pero esa palabra y solo pensarlo me aterra, aún soy muy joven para algo así. No sabría cómo mantener a una familia.
- En eso tienes razón.
- Supongo que te casarás con Veranna. No te creo capaz de abandonarla después de esto.
- ¿Pues quien crees que soy?, ¿piensas que solo buscaba diversión con ella después de todo lo que me ha costado?, claro que no. Lo primero será terminar el colegio luego recuerda que tengo una misión pendiente.
- ¿Misión?
- Lord Voldemort. Por eso también quiero ser auror. Aún tengo muchas cosas que hablar con ella, pero creo que será después de las vacaciones, ya que no pudimos hablar mucho estos días pasados, y anoche tampoco conversamos tanto.
- No puedo imaginar por qué. – respondió Ron con sarcasmo y le lanzó un cojín a Harry que le golpeó en la nuca.
Harry comenzó a reír y lanzó un contraataque. Lucharon con sus cojines hasta desplumarlos, pero tuvieron que dejar su pelea cuando Hermione entró a su alcoba a reprenderlos por aún no estar listos para partir. Ya que el tren los esperaba.

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