domingo, 27 de enero de 2008

Capítulo 13.- Un sueño del pasado.

Para antes de las vacaciones de navidad todo el colegio sabía que Harry y Anny tenían serios problemas en su relación, ya que llevaban tres largas semanas sin dirigirse la palabra, y ambos se evitaban todo el tiempo. Pero, aunque Harry estuviera enojado con ella, aún seguía pendiente de lo que le sucedía. Día tras día la veía más cansada, quedándose dormida en clase, bajando cada vez más su rendimiento, teniendo más accidentes durante los entrenamientos de quidditch por sus distracciones, comía poco y dormía menos. Incluso Snape tuvo que recurrir al director para decirle lo mal que ella estaba, pero ni siquiera Dumbledor logró hacerla hablar.

Para el resto de los alumnos, Anny ya no era tan importante, ya que la mayoría se encontraba preparando sus maletas para las vacaciones y regresar a casa a disfrutar de las fiestas navideñas. Harry pasaría una vez más las navidades en casa de Ron.
- Ya verás que será divertido. Mi mamá está feliz de que hayamos hecho las paces, así que nos preparará una gran bienvenida. No puedo esperar para mañana que nos vayamos. – decía Ron mientras caminaban hacia el Gran Comedor para la cena previa a las vacaciones.
- Tienes razón, Ron – decía Harry, pero sin mucho ánimo.
- Ya verás que las cosas se arreglarán entre ustedes dos – agregó Hermione – cuando regreses de las vacaciones ella te habrá extrañado tanto que volverá a ser la de antes.
- Eso espero.
- Hola Harry. – una voz femenina se escuchó a sus espaldas.
- Oh, Que tal, Aradia.
- ¿Sigues enojado con Veranna? – le preguntó muy directa.
- ¿Ella te mandó para averiguarlo? – inquirió Harry.
- ¿De verdad crees que ella haría eso?
- No.
- ¿Hasta cuando le hablarás?
- Hasta que se decida a ser honesta conmigo.
- Yo creo que deberías hablarle ya porque… no está muy bien que digamos.
- ¿Por qué lo dices? - se detuvo en seco. Ron Y Hermione también ponían mucha atención a la conversación.
- Pues no ha dormido bien últimamente, si lo has notado. Tiene pesadillas que no la dejan, hasta creo que tiene miedo de dormir. Por la noche solo se la pasa contemplando el bosque prohibido y el lago, aunque teme acercarse a él. Me ha dicho que escucha voces, cree que se está volviendo loca. Casi siempre desaparece y nadie sabe a donde se mete.
- ¿En serio? – exclamó Ron. Hermione le hizo la seña de que se callara.
- ¿Ella te dijo todo eso? – preguntó Harry.
- Sí, bueno, solo lo de las voces, lo demás yo lo descubrí por su forma de comportarse. Realmente es de preocuparse.
- ¿Tienes idea de qué le esté sucediendo?
- No, y no me quiere decir, ya me cansé de preguntárselo.
- Tengo que conseguir que me lo diga, de una u otra forma, tengo que conseguirlo.
- Pues espero que tengas más suerte que yo, por que yo ya me cansé. Lo único que logré que me dijera fue que está dispuesta a lo que sea con tal de guardar su secreto, incluso a renunciar a ti. Esta convencida que jamás la perdonaras por haberte guardado esos secretos. Pero aún así te lo digo porque sé que ella te quiere y tú a ella y tal vez tú puedas convencerla.
- ¿Qué puede ser tan importante como para llegar a ese extremo?
- Ni idea. Pero piensa en lo que te he dicho. Tarde o temprano ella se desmoronará por que se le están acabando las fuerzas, y solo tú podrás ayudarla. Ella te necesita aunque no quiera admitirlo.
- Pero… ¿Por qué no quiere decirme?
- Yo pienso que tal vez quiere protegerte.
- ¿De qué?
- No lo sé, pero eso parece. Bien, solo te aviso. Por cierto, ella pasará las vacaciones con su padre. Quizá regresando puedan hablar con más tranquilidad y puedas persuadirla. Que pasen unas felices vacaciones.
- Igualmente.
La chica se despidió de los tres amigos. Pero Harry aún se quedó pensando en las palabras de Aradia. Tal vez ella tenía razón pero, ¿cómo podría Harry ayudar a Anny sí ésta no le decía absolutamente nada?

Luego de la cena, Harry se fue a dormir con muchos pensamientos en su cabeza, pensamientos que daban vueltas y vueltas. ¿Por qué Anny ya no confiaba en él?, ¿de verdad renunciaría a su amor por un secreto?, << ¿Qué le pasa? >> Se preguntaba una y otra vez hasta que su cabeza le dolió de tanto pensar. Sin querer, se fue quedando profundamente dormido. Aquella noche tuvo un sueño extraño…

Harry abrió los ojos y vio se encontraba en su alcoba, en el colegio, pero todo estaba sumamente silencioso y diferente. Miró las otras cuatro camas del dormitorio y éstas se hallaban vacías. Se levantó despacio. Repentinamente la puerta del cuarto se abrió ante él, Harry entendió que algo lo llamaba desde afuera. Salió cauteloso, bajó las escaleras de caracol. La sala común permanecía oscura, con un tenue rayo de luz que se colaba de la ventana más alta, la chimenea permanecía apagada, ni siquiera las brazas quedaban. El retrato de la Sra. Gorda también se encontraba abierto, invitándolo a salir. Caminó por los corredores completamente vacíos y mudos, iluminados por la luna, sin rastro de Filch o de nadie más que se interpusiera en su camino. Llegó a las grandes puertas de madera, que se abrieron ante él. Harry sabía que debía salir, algo lo impulsaba a llegar hasta el lago, que lucía como un gran y liso cristal reflejando la oscuridad del cielo. Parecía un día de verano, porque hacía calor, y una brisa suave que acariciaba su rostro. Con pasos cautelosos llegó a la orilla, asomó su rostro hacia el agua y ésta le devolvió su reflejo singularmente iluminado. De pronto, un bote salió de las profundidades. Harry volteó la vista al castillo por un momento, luego regresó al bote y subió en él, como si lo hubiera estado esperando. Avanzó lentamente, alejándose de la orilla, el agua permanecía tan quieta y oscura, tan callada que parecía hielo. El castillo se iba perdiendo en la lejanía, una bruma densa comenzó a aparecer de la nada e impedía la visibilidad, tan densa y penetrante que Harry no podía ver más allá del pequeño bote que lo transportaba. Pasaron unos minutos, la bruma comenzó a disiparse, entonces se abrió ante él una cortina de niebla densa dejando ante sus ojos la más hermosa vista que Harry jamás hubiera presenciado antes. Una bella isla de jardines verdes y luz blanca de un sol resplandeciente. Grandes manzanos se extendían por doquier, y el murmullo de un riachuelo armonizaba con el canto de las aves. Un lugar lleno de magia e inmortalidad. El bote llegó a la orilla y Harry descendió. Por primera vez en su vida su corazón se sintió tranquilo, libre de toda tristeza y desesperanza. Todos los malos recuerdos de su pasado se borraron y él solo quería una cosa: permanecer allí por siempre.
Harry se adentró en el lugar, admirando su belleza. Pronto llegó al centro de la isla, donde se encontraba un gran manzano, mayor a todos los demás. Las manzanas que daba éste árbol eran grandes y rojas, pero casi imposibles de alcanzar. Harry continuaba contemplándolas cuando lo escuchó…
<< 'Harry… Harry' >>
Una voz pronunciaba su nombre, el eco de una mujer.
<< 'Harry… Harry, ayúdame… ayúdame' >>
- ¿Quién eres? – preguntó el chico a la nada.
<< 'Harry… Harry, ayúdame… ayúdame, por favor… por favor' >>
- ¿Dónde estás?
A sus espaldas, una voluta de humo tomó forma, y la figura esbelta de una chica apareció ante él. Se giró para quedar de frente a ella, una hermosa y joven doncella de cabellos claros y ojos grises, piel blanca y tersa. Harry quedó embelesado por su hermosura.
- Harry, ayúdame, por favor – su voz se escuchaba distante, como un eco en la isla.
- ¿Qué quieres?
- Solo tú puedes venir a ayudarme.
La chica se acercó a él flotando, como si fuera un espíritu. Tomó la mano de Harry y leyó en su palma.
- Es tu destino… ven conmigo.
Y sus ojos se conectaron, la chica se acercó más a él, su rostro estaba a escasos centímetros del de él, sus labios a un palmo de hacer contacto con los labios de él. Harry parecía estar dormido, sin reaccionar, sintiendo su aliento en el rostro, ya no escuchaba nada más hasta que…
<< ¡Harry! >>
Otra voz distante y conocida lo hizo despertar y separarse de ella, pero la chica no soltó su mano.
- ¿Anny? – preguntó Harry, al haber reconocido aquella voz de entre todo el murmullo del lugar.
- No escuches, solo trata de engañarte. – exclamó la chica, aferrando su mano ahora con fuerza.
<< ¡Harry! >> - se escuchó de nuevo, ahora desesperada. Harry sabía que era ella, y que lo necesitaba.
- Dedo ir.
- No, yo te necesito, solo tú tienes el poder para ayudarme.
- Pero ella me necesita más.
- Ella no es lo que tú crees. – dijo con voz misteriosa.
- Pero… - Harry la observó, y notó cómo su mirada se volvió perspicaz y una extraña sonrisa de triunfo y malicia se dibujó en sus labios. Entonces… ella desapareció.

Harry despertó sobresaltado. Todos dormían en la alcoba sin preocupación alguna. El llamado de Anny aún resonaba en sus oídos. ¿Quién era aquella chica que lo llamaba? ¿Para qué necesitaba de su ayuda? La habitación estaba oscura y fría, pero aún así, el calor interior hacía empañar el cristal de la ventana, bloqueando de la vista el gélido paisaje que se extendía afuera, donde ya había comenzado a caer finas partículas de un blanco brillante. Empezaba a nevar. Se podía sentir el aire más frío que jamás se hubiera sentido, aquella era una noche de cruento invierno como muy pocos hubieran pasado por Hogwarts o pasarán. Harry se levantó de su cama y se abrigó con su túnica de lana, luego se acercó al radiador del centro del cuarto para tratar de calentarse las manos, que tenía heladas hasta los huesos, sus pensamientos aún estaban en aquella chica que pidió su ayuda. De pronto, escuchó algo en su ventana. Se alejó del calentador y caminó despacio hacia ella, tratando de no despertar a sus compañeros. Con su mano derecha limpió un poco el cristal empañado para ver al exterior. Por un instante se quedó paralizado. Afuera, envuelta solo en un manto blanco, se deslizaba una figura alta de cabello oscuro, por los fríos jardines del colegio. Los lienzos del manto ondeaban al viento con fuerza, casi desgarrándose, mientras la figura seguía avanzando hacia el lago de una forma lenta y silenciosa, como un fantasma. Harry se fregó fuertemente los ojos para distinguir mejor lo que yacía afuera y entonces darse cuenta que lo que veía era una chica. Pero no una chica cualquiera, sino la misma Anny. ¿Cómo era posible que ella se encontrase fuera a esas altas horas de la noche, con el frío mortal que azotaba la temporada y solo un fino manto que la protegiera? El rostro de Harry se pegó aún más al vidrio, como si quisiera traspasarlo. Inesperadamente, Anny se detuvo justo a orillas del lago, volvió su vista hacia la torre de Gryffindor, como si supiera que Harry la observaba, luego regresó la vista al frente y simplemente se lanzó al agua casi congelada.
- ¡¡¡NOOO!!! - gritó Harry al ver lo que ella había hecho.
Sin pensar, tomó su escoba del baúl y abrió la ventana. Sus compañeros se despertaron asustados por su grito y golpeados por un ventarrón helado, solo logrando ver como despegaba a una velocidad increíble y salía del lugar. En un santiamén llegó al lago, pero no la vio por ningún lado, estaba increíblemente oscuro. Sobrevoló unos instantes, al cabo, no tuvo más remedio que lanzarse él mismo al lago para sacarla. El agua estaba casi congelada, había trozos de hielo flotando en la superficie, el frío no lo dejaba respirar, ni pensar siquiera, su cuerpo le dolía con cada movimiento, pero aún así se obligó a nadar. Bajaba cada vez más, pero no lograba ver absolutamente nada. Usando su varita, conjuró el hechizo burbuja y trajo también un poco de luz con un simple lumus. Finalmente, después de unos eternos minutos, encontró a Anny, quien se hundía cada vez más arrastrada por una fuerte corriente, que la succionaba hacia un hoyo negro. Nadó hacia ella y la tomó de la mano justo antes de que se perdiera en la oscuridad. Con un esfuerzo sobrehumano nadó hacia la superficie, con sus músculos casi rompiéndose por congelarse en al agua helada, mientras Anny permanecía inconsciente. Harry sentía no poder más, estando a escasos centímetros de la superficie, solo logró sacar la mano derecha un poco antes de sentirse arrastrado hacia abajo por una fuerza extraña que, más que arrastrarlo a él, arrastraba a la chica. Fue en aquel momento cuando un fuerte brazo penetró el agua, lo tomó de la mano que logró tocar la superficie y los sacó a ambos de un solo jalón.
Harry no podía ver nada, su cuerpo estaba temblando incontrolablemente por el frío, de pronto un enorme abrigo cayó sobre él y sobre Anny, que venía a su lado. Estaba a bordo de un pequeño bote de madera, el mismo que lo transportara en alguna pasada ocasión al castillo de piedra caliza, la primera vez que pisó Hogwarts.

- Cúbrelos bien Hagrid, que no se expongan más y tráelos rápido al castillo.
- Sí, profesora McGonagall.
Harry sintió como su cuerpo envuelto se levantaba y era llevado rápidamente hacia el gran castillo. Anny seguía a su lado, inconsciente.
- ¡De prisa, Hagrid, rápido o se muere!
Harry pensó << 'no es para tanto, estoy bien' >>. Pero de pronto su corazón latió más rápido. Volteó su vista a Anny junto a él. Lucía pálida y estaba fría, su respiración era muy superficial, casi imperceptible. El chico intentó tocarla, pero aún no recuperaba totalmente el movimiento después de nadar bajo hielo.
Por fin llegaron. Los descubrieron y los colocaron en camas diferentes, arropándolos con cobertores de gruesa piel de dragón.
- Que suerte que te vi sobrevolar el jardín, si no, ya estarían muertos. - comentó Hagrid a Harry al verlo despierto, mientras seguía arropándolo.
- ¿V-ve-vera-n-na, d-don-n-de, es-s-tá? - preguntó inmediatamente.
- Madame Pomfrey y la Profa. McGonagall están con ella.
Y señaló la cama más cercana a un calentador. Harry observó detenidamente lo que hacían. Parecía estar tratando de darle a beber una poción bastante desagradable, e intentaban inútilmente de reanimarla. Pasaron así casi toda la noche hasta que Harry fue vencido por el sueño y no logró saber si la profesora y la enfermera lograron tener éxito.

Harry despertó a la mañana siguiente. Se sentía tan calientito que no tenía ganas ni de asomar la cabeza por encima de las cobijas, pero de pronto recordó a Anny. Se enderezó ágilmente y buscó sus lentes. Al encontrarlos, trato de ubicar por todas las camas a la que resguardara a su novia, pero no había nadie más ahí que él.
- Buenos días Sr. Potter. - saludó la profesora McGonagall mientras se acercaba a la cama del chico.
- ¿Dónde está…?
- …La Srta. Waller? - concluyó la maestra. - Ella se encuentra en San Mugo. Al parecer permaneció mucho tiempo bajo el agua helada y sufrió de hipotermia. Pero no se preocupe, ella estará de vuelta en casa para mañana muy temprano.
- ¿En su casa?
- Sí, hoy empiezan las vacaciones, por cierto, en un par de horas vendrán por usted los señores Weasley para llevarlo a su casa, en donde pasará las navidades, ¿cierto?
- Sí, pero… necesito saber algo profesora, ¿Cómo fue que…?
- …Aún no sabemos por qué la Srta. Waller lo hizo, – volvió a cortarlo la profesora – pero lo averiguaremos. En cuanto a usted, descanse, ya que en un par de horas se reunirá con sus amigos.

- ¡Harry! Que bueno que estás bien. – Saludó la Sra. Weasley al verlo salir de la enfermería.
- Sí que nos preocupaste. – exclamó Hermione.
- ¿Cómo se te ocurrió salir así del dormitorio?, ¿en qué estabas pensando? – agregó Ron.
- Es una larga historia.
- Pues la contarás de camino a casa Harry, porque ya es hora de irnos. – dijo el Sr. Weasley.

Aquella tarde Harry partió a casa de los Weasley.

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